Versos - El pez que se ahogó Un día cruzando el río en una barca montado con destino al otro lado, sentí el calor del estío y me tiré a la corriente por refrescar del calor, que en mi cuerpo hacía el furor que en tal época se siente. Al cabo de un breve rato, salí ya fresco a la orilla de una manera sencilla, nadando como hace un pato. Me quité luego la ropa y en una piedra sentado me sequé, que había quedado mojado como una sopa. Al ponerme el pantalón un vez que estaba seco, me encontré dentro de un hueco un pez chico y retozón. De la cola lo agarré y también por las agallas y le dije: “no te vayas” y conmigo lo llevé. Pensaba comer del mismo como si fuera un lenguado, aunque de uno a otro pescado les separa un gran abismo. Lo envolví con un papel y me lo llevé a mi casa, pero luego algo me pasa y no pensé más en él. Pasó casi un mes entero y de pronto me acordé, fui corriendo y lo encontré metido en un agujero del cual la cola salía, pues no estaba más adentro, que el agujero en el centro era estrecho y no cabía. Estaba tan vivo el pez, que se vino tras de mí y al momento comprendí que fue su testarudez de no quererse morir la que le salvó la vida y así ganó la partida que le permitió vivir. Yo le echaba de comer y tras de mí se venía, incluso me obedecía lo que le mandaba hacer. Hasta saltaba a la comba y como buena mascota corría tras la pelota y se lo pasaba bomba. Así los meses pasaban y éramos grandes amigos y de ello tengo testigos que curiosos lo observaban. Mas después en un pispás me sucedió algo imprevisto, que ni siquiera el más listo hubiera creído jamás y es que salimos un día a pasear el pez y yo y en el arroyo cayó cuando detrás me seguía. Yo continuaba andando sin saber lo que pasaba, hasta que atrás no miraba; así lo hice y fue cuando le vi luchar con la muerte con esfuerzo denodado y quedé paralizado con una impresión muy fuerte, al verle tripas arriba con los signos del ahogado y eso es lo que había pasado, que ya bien ahogado iba. Bien se ve que algunas veces pasan cosas tan chistosas, increíbles y asombrosas como que se ahogan los peces. Cristino Vidal Benavente. |