Porque grita barreda Prólogo. A Barreda le está sentando mal la campaña electoral. Ha entrado con el pie cambiado y desde el primer día va a rebufo. Obtuso, difuso, confuso. Se ha instalado subconscientemente en el papel de perdedor y carece de mensaje más allá de replicarle a Cospedal. Barreda ha enfermado de "cospedalitis" y cada día improvisa un remedio imposible. No negaré sus posibilidades el 22 de mayo, pero ejerce ya de líder de la oposición. Ha aparecido el Barreda más oscuro, gritón y enfadado y se diría que su irritación es el signo equivocado del trance electoral que conlleva. Su proyecto es atacar rabiosamente a Cospedal, donde sea y como sea: ¿por qué grita Barreda? ¿por qué está así de cabreado? Sorprende en un político tan experimentado y sagaz haber convertido la comunicación en un naufragio. Estamos ante un Barreda desconocido y chocante, tal vez tocado por la perspectiva de la derrota inminente, desacostumbrado a ir con la lengua fuera, exhausto y sudoroso, detrás de su rival. Barreda tiene un problema de actitud, equivoca el mensaje y ha centrado su campaña en una mirada iracunda al otro y un sentimiento, real o fingido, de haberse quedado sin partido y sin líder. Se añorará a sí mismo en 2007. Actitud. Porque Barreda en esta campaña está a la contra. No lleva la iniciativa. Vive de la oposición a Cospedal y no de su propio proyecto: cada día improvisa un ataque. No ejerce ya de presidente, sino de oponente, y su perspectiva parece un anticipo de la tormenta. Su actitud es increíble, sorprendente y pueril, y su único perfil es haberse convertido en la cara B de Cospedal, con ideas imposibles y de recorrido tan ridículo como aquella de minimizar el exito del PP en la plaza de toros de Toledo. O atacar a Cospedal por el apoyo de Esperanza Aguirre, tal vez el líder autonómico con más respaldo popular de toda España. En general, esta campaña socialista menosprecia la inteligencia de la gente, y esa equivocación pasará factura en las urnas, pero en el caso de Barreda la obstinación por lanzar ideas tan simples y falsas puede ser demoledora. Resulta friki, lunático, extravagante. Y sobre todo, increíble, irreal. Mensaje. La perspectiva general resulta, por tanto, equivocada. La mejor imagen de esta deriva está en la cartelería y cuñas de radio que Barreda ha colocado por toda la región. Oscuro, nebuloso, gritón. La foto de campaña es magnífica, pero está de luto: revienta el mensaje luminoso y positivo que exige toda campaña, y nos mete en una atmósfera otoñal de blancos, negros y grises de tono apagado, intransparente, intrincado. Nada está claro y la pose se adereza con un Barreda de manos nerviosas, declinante, implorante, de perfil, a caballo entre un confesionario y una intrascendente charleta. Y luego esas frases interminables, indefinidas, vacías, mensajes inconcretos que, trasladados a la radio, son un griterío y presentan a un candidato desgañitado, enfadado y reguñón. Mal camino pedir el voto y echar la bronca, lo cual suscita una pregunta razonable y con buena fe: ¿hay algún infiltrado del PP en la campaña de Barreda? Mirada. Esa posición crispada y poco serena es la que lleva a Barreda a ver a Cospedal con mirada iracunda. Se le nota, lo transpira. La candidata popular ha puesto en serio riesgo treinta años de poder socialista en la región, pero eso no es motivo suficiente para perder los papeles tan abruptamente. Hay una mirada fóbica y antipática, antinatural, de los socialistas contra Cospedal que a ella la humaniza, la enternece, la dota de corazón. Por ahí al PSOE se la ha ido la mano y eso puede volverse en su contra. Barreda ofrece una imagen desesperada y febril, obsesiva y enfermiza, que deja su terror electoral a la vista de todos. Un pánico que se huele y es un espantajo de azufre en la cara de cualquier candidato. Atacar virulentamente a un periodista de la región, como han hecho los socialistas, es un síntoma evidente de decadencia y demolición. Algo está en pleno naufragio. Igual que esas horrendas campañas anónimas y difamantes. El último grave error de Barreda, obsesionado con su rival, ha sido reconocer que no tiene remedio ninguno contra el problema número uno de los castellano-manchegos: el paro. Quiso Barreda hacer una carambola contra la candidata popular y le salió la confesión de su propia incompetencia. ¿Qué pinta en política alguien sin soluciones? Acabáramos. Sentimiento. Y al final está el partido, el sentimiento de pertenencia a una organización política sin la cual nada adquiere sentido. Barreda, en efecto, tiene un partido, el PSOE, concretamente el PSOE de Zapatero, pero no lo parece. Reniega. Es un sí pero no, ambigüedad calculada y engañosa, posición regulera y mediopensionista que no deja claro si es el candidato el que se avergüenza de su partido y su líder nacional, si es la dirección del partido la que se ha regañado con el candidato, o si todos están contra todos, pero la verdad es que el lío que tienen montado en esta campaña molesta profundamente a la militancia. Si el ambiente ya estaba frío para este PSOE de Zapatero, alentar estas tensiones internas en plena campaña, esconder al logo y al líder y dar plantón a las ministras como Carme Chacón es un arma de doble filo que se le puede reventar a Barreda en la misma cara. Se está o no se está a pleno pulmón, especialmente cuando uno anda tan torpe en eso de nadar y guardar la ropa, que es lo que le pasa a Barreda. La nebulosa de su foto electoral le define y le acompaña. Epílogo. Y después de todo esto, ¿puede Barreda ganar las elecciones? Ah, claro, por supuesto. Puede. |