Versos - Máximas 18 Cuando te pones a hablar, nos pones sobre la mesa sólo lo que te interesa y encima mandas callar. Quisiera ser optimista, pero por más que lo intento me lo quita el desaliento que transmite el estadista. No hay cosa más repugnante que tenerse que tragar, sin poderse escaquear, las sandeces de un pedante. Si a un hombre quieres juzgar y darle alguna defensa, que te diga lo que piensa sin pretenderle coartar. Es tanto lo que nos une, que no comprendo muy bien, por qué, cuándo, cómo y quién nos enzarza y queda impune. Ahora impera una manía que entiendo cada vez menos: dichos y gestos obscenos son signos de progresía. He llegado a la creencia después de mucho pensar, en que siempre se ha de obrar con total independencia. Libertad nos quitarán, pero será en lo de obrar, que lo que es la de pensar, jamás lo conseguirán. Nos fastidió cuanto pudo, ya que cuando nos cambiaba el muy listo se aplicaba siempre la ley del embudo. Cuando se fue y cuando vino aquel hombre comprobaba que nunca gente faltaba cuando iba por el camino. Te pasas toda la vida esperando algo importante y luego en un solo instante te cansas y se te olvida. Cuando le das algo a un pobre le parecerá un tesoro, ya que para él en oro se convierte, aunque sea cobre. La cocina y el amor nunca pasarán de moda y más si se pone toda la carne en el asador. La hermosura que estás viendo no la tiene lo que veas, que está en los ojos que empleas aunque lo que ves sea horrendo. Cuando un político calla suele ser porque es muy listo, ya que se ve desprovisto para presentar batalla. A la gente que es inculta muy fácil se la conquista, pues quiere parecer lista y así su incultura oculta. Se titulaba profeta pero nada adivinaba, pues el pobre hombre lograba mentir más que la gaceta. En Dios dices no creer aunque luego Le maldices, o no sabes lo que dices o el “progre” quieres hacer. El que quiera ser un jefe ha de saber ordenar, que si no, va a terminar como un vulgar mequetrefe. La fe que nos ilumina es de tal naturaleza, que nos da una fortaleza de procedencia divina. Cristino Vidal Benavente. |