COSAS DEL PUEBLO - EL OTRO LADO Mítico para mí era el otro lado del río y siempre desde muy crío quería verlo como fuera. Una especie de El Dorado, quizá como un Potosí, así me parecía a mí la tierra del otro lado. Pensaba que el Tajo era el que al mundo dividía y que su curso servía a ambos lados de frontera. A este lado lo corriente, al otro era la aventura, que por presentarse obscura era lo más atrayente. La primera vez que un pie ponía en el otro lado, sentí que ya había llegado adonde tanto soñé. La sensación me causó de haber llegado a otro mundo, como a un valle muy profundo que nadie jamás holló. Ya estaba pisando el suelo de tierras que por soñadas eran la mar de admiradas, causa del más grande anhelo. Llegaban a mis oídos relatos casi fantásticos, muchos de ellos encomiásticos de los momentos vividos por muchachos de mis años, que muy bien lo conocían y sus relatos traían apasionantes y extraños. Me decían que era muy lejos, casi donde el mundo acaba y la envidia que me daba me llenaba de complejos. Volaba mi fantasía allá por Madrigalejos, las Veguillas y más lejos donde labranzas había. Y andaba por cualquier parte, de la Venta a los Chortales, Valondo y los andurriales de los Parditos al Barte. La mítica Cruz de Goro, que es el lugar más lejano que tenemos a trasmano y con nombre bien sonoro. Barrinches y Quintanilla, Portachuelo y Madrigal y donde se hacía la cal, Cabeza Parda, y Ventilla. La Tamuja y el Mohíno, Velasco y las Garabetas, todas ellas eran metas por donde iba mi camino. De nuevo mi mente vuela y recuerdo más detalles, vienen el Cerro y los Valles con la Bayona y la Arcuela. Probablemente otras muchas me deje en el pensamiento, pero para otro momento te las diré si me escuchas. Cristino Vidal Benavente. |