ANÉCDOTAS CARPEÑAS - DOROTEO BENAVENTE. Mi abuelo, tío Benavente, era demasiado serio, al menos era el criterio más común entre la gente. Un excéntrico sí era, pues los días de trabajo se acicalaba tan majo pareciendo un “pollo pera”, pero llegado el domingo o una fiesta de guardar, se olvida de acicalar y aparecía hecho un pingo. Diez hijos le dio mi abuela y a cinco les dio carrera, que se iban a estudiar fuera porque aquí sólo había escuela. Y en vacaciones venían y los ponía a trabajar, con lo cual lo de vacar ni mucho menos olían. Hacer mucho le gustaba obras de albañilería, lo que levantaba un día al otro lo derrumbaba. Y no es que no le gustase, lo hacía por dar trabajo y siempre tenía tajo aquél que se lo buscase. Pero sus hijos pensaban de muy distinta manera, creyendo que por carrera del trabajo se libraban. Un día en andamio estaba su hijo Teín trabajando, por todas partes sudando, que hasta el sol ya le quemaba. Y sin poder aguantarse, dirigiéndose a mi abuelo y sin cortarse ni un pelo le dijo que iba a marcharse. Ahora inicio mi partida, juro que no me verás trabajando aquí jamás lo que me resta de vida. Mi abuelo que paseaba hizo un alto en el camino y con acento ladino muy serio le contestaba: Si por tanto tiempo vas yo nunca voy a llamarte y te pones de mi parte otros seis añitos más. Así era Don Doroteo, del pueblo veterinario, que siempre fue partidario de tratar sin titubeo. Cristino Vidal Benavente. |