VERSOS - LA MUERTE DEL PROFESOR Conocí a un profesor que de purista pasaba y todo lo realizaba con tan vehemente ardor, que no le daba pereza cuando un libro nos leía, el dejarlo, si veía algo falto de pureza. No admitió que en la lectura de sus lecciones hubiera alguien que se confundiera y que la dejase oscura. Decía pausar en punto, algo menos si era en coma, hablar muy bien el idioma y conocer el asunto. Sabía mucho el señor y a los chicos enseñaba, pero luego se portaba con ellos de inquisidor y así hasta que no leían tan exactamente el texto, sabían les era impuesto que al descanso no salían. Los muchachos hasta el gorro estaban de este tirano y fue talmente un fulano, precisamente un ceporro, al que se le ocurrió algo que encerraba mucha astucia y se fue a contar la argucia con la rapidez del galgo, al resto de los chavales que lo encontraron magnífico, aunque fuera terrorífico, para acabar con sus males, que fue escribir una hoja quitando todos los signos de ortografía y los indignos, aparentando congoja, al profesor le dijeron que aquel papel les leyera y más tarde les dijera si bien el escrito hicieron. Aquel hombre alzó la vista, leyó como estaba escrito quedando cual churro frito por pasarse de purista. No pudo hacer una pausa, pues no había dónde hacerla y antes de lograr leerla ya se ahogó por esta causa. Saquemos la conclusión de que todos los extremos es mejor que desechemos y aprendamos la lección. Cristino Vidal Benavente.
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