CAJÓN DE SASTRE - LA PLAZA DEL PUEBLO LA PLAZA DEL PUEBLO El pueblo no es como era, eso bien salta a la vista y ahora daré alguna pista por que lo sepa el que quiera. La plaza terriza fue y la glorieta también; me las conozco muy bien porque en las mismas jugué. Eran el centro de todo, la plaza en particular y allí íbamos a jugar encontrando el acomodo que en otras partes no había, ya que espacio había de sobra y así cualquier maniobra del juego, fácil se hacía. A las bolas y a la taba, el corcho, la trompa, el tin, la pérrica y un sinfín de juegos allí jugaba. Y en la glorieta al balón, que en la plaza no había forma, pues si saltabas la norma te caía un pescozón. Veníamos de todos lados como a un ágora común de aquí o de allá, según, a jugar ilusionados, sobre todo anochecido y en verano mayormente que era así cuando la gente parecía salir del nido. Dos plazas en Carpio había, la de abajo y la de arriba, pero luego se derriba lo que a ambas dividía. La estatua de don Ignacio a la de arriba adornaba y parte de ella ocupaba reduciendo así su espacio. Allí tabernas había y temprano en la mañana, la gente de buena gana al aguardiente acudía. También encuentran trabajo quienes lo andaban buscando y desde allí caminando se iban a cumplir al tajo. En la parte que tiraron escuela y cárcel había y también peluquería y con ellas terminaron. Hubo algunos carniceros que también allí mercaron y a mudarse se obligaron para vender sus corderos. Era la plaza de abajo la que se usaba más veces y se merece con creces este modesto agasajo. Contó con una posada y casino en tres lugares y también hubieron bares, pero de ello ya no hay nada. En Santiago y Cuasimodo se llenaba de carpeños, igual grandes que pequeños que disfrutaban con todo. En ella ponían sus puestos mercachifles que venían y a los muchachos hacían mermar en sus presupuestos, pues lo mismo algún juguete o quizá una golosina de manera sibilina vendían en un periquete. Se formaba gran pachanga cuando a la plaza llegaba y su música tocaba lo que sabía, la charanga. Las carreras de caballos era su gran atracción, conteniendo el corazón que partían como rayos por sus jinetes montados que empleaban gran destreza para cortar la cabeza a los gansos que hay colgados. Y recuerdo la emoción cuando a la iglesia iba a entrar la Virgen al terminar en ella la procesión. En vítores prorrumpía con tanta fuerza el gentío que seguro que hasta el río con claridad se le oía. Es cabalmente en la plaza cuando los títeres llegan donde sus trastos despliegan y allí el pueblo se desplaza armado con una silla dispuesto a ver la función que aquéllos con vocación y de manera sencilla ofrecen a los que van, pasando después el plato, así que sale barato a los que nada les dan. Cualquier acontecimiento que en el pueblo se celebra, en la plaza se vertebra poniéndole más acento. La iglesia se eleva airosa a un costado de la plaza y con la glorieta enlaza la parte más armoniosa que tenemos en el centro y si es hermosa por fuera tanto como la primera lo es si la ves por dentro. También el Ayuntamiento en este lugar se emplaza y gran parte de la plaza ocupa su asentamiento. Cristino Vidal Benavente.
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