LAS PASCUAS DE ANTES Las Pascuas que yo he vivido no fueron como ahora son, tenían más diversión y para siempre se han ido. Con desbordante alegría la gente salía a la calle y no olvidaba un detalle de la fiesta que vivía. El veinticuatro empezaba el ruido del almirez y acompañando a la vez la zambomba secundaba. A veces una botella a los dos se les unía y tal ruido se metía que en el oído hacía mella. Pero cuanto más, mejor, que bienvenido sea el ruido, que la Virgen ha parido esa noche al Redentor. Que se enteren dondequiera y que lo celebren todos de una, dos, miles de modos por toda la tierra entera. En la iglesia villancicos y en la calle los cantares, que parece que hay millares en música y letra ricos. Era “pólvora en la arena” y hasta “un cazador cazando” y también de vez en cuando se decía que es “Noche Buena” Y un ave que es muy rapaz, “el milano de la sierra”, en la calabaza encierra el pan, y “Noche de Paz”. “Con alegría y no poca” y también “los sacramentos” y así todos tan contentos la cuadrilla canta y toca. Después hacíamos migas, pues era cosa obligada y luego en la madrugada te picaban como ortigas. Con un trago de aguardiente que acababa por hundirte te ibas corriendo a dormirte, que entra el sueño de repente. Despertabas con pereza entre grandes risotadas y algunas bromas pesadas y con dolor de cabeza. Pero ya estabas dispuesto de nuevo a seguir la fiesta con alegría manifiesta y al cantar echas el resto. Calle arriba, calle abajo y algunos haciendo eses, se bambolean cual cipreses ibas cantando a destajo lo que cantan las cuadrillas que al llegar a cada casa lo hacen pidiendo con guasa sacar veinticinco sillas y además otros caprichos, incluso rizando el rizo hasta pedíamos chorizo, pues para eso eran los dichos. Y época de cortadillos, con amenaza encubierta decías que bajo la puerta ibas a echarles ladrillos. Un costal en cada pierna llevabas por tanto sueño, mas ponías gran empeño en llegar a la taberna. Y allí de nuevo empezabas a cantar cual descosido y el cansancio se había ido y si no, te lo aguantabas, que tenías que demostrar que por tradición cumplías lo que cada año veías: comer, beber y cantar.
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