La derecha instrumentaliza a Aminatu Haidar porque lo único que le importa es derribar cuanto antes y como sea a Zapatero Que nadie olvide quiénes son los lobos y los halcones La derecha instrumentaliza a Aminatu Haidar porque lo único que le importa es derribar cuanto antes y como sea a ZapateroDespués de varios intentos de descabalgar bruscamente al presidente José Luis Rodríguez Zapatero, siguiendo grosso modo el modelo de asalto al poder que se le aplicó a Felipe González en 1996 y, de forma muchísimo más brutal, a Manuel Azaña en julio de 1936, la derecha política y mediática se nos ha disfrazado de Caperucita Roja -como ya hiciera en su momento el lobo del cuento-, se nos ha vuelto conmovedora y hasta resulta entrañable. Parece dispuesta a convertir a Aminatu Haidar en una heroína que, de morir, nos sería presentada como una especie de Juana de Arco en versión moderna. Haidar emprenderá acciones legales si la hospitalizan y alimentan por la fuerza Haidar es una activista, entregada en cuerpo y alma, a la defensa de los derechos del pueblo saharaui, que merece el apoyo, la comprensión y la solidaridad de todos los demócratas españoles. La emancipación de las gentes que viven en el Sahara, de hecho maltratadas por el Gobierno de Marruecos, sí es una causa comprensible y encomiable. El independentismo, en este caso -defendido mediante actitudes pacíficas-, emerge repleto de motivos muy dignos de tener en cuenta. Lo cual no justifica, sin embargo, que tanto Haidar como sus acompañantes más próximos repitan como una cantinela de guión que si ella perece, víctima de su huelga de hambre, “España será la asesina”. No es sencillamente verdad. Instrumentalización bastarda Pero Haidar está siendo objeto, por otra parte, de una instrumentalización bastarda. El PP y sus terminales periodísticos han aprovechado una vez más cuestiones que son de Estado para montar otro pollo de los suyos. De lo que se trata no es prioritariamente de salvar la vida de Haidar y menos aún de que se resuelva positivamente el contencioso existente entre el Reino de Marruecos y el Frente Polisario. Eso interesa más bien poco a ciertos personajes que enarbolan enfáticos –¡cosas veredes!- la bandera de los derechos humanos. Exhibiendo su tradicional cinismo, Pedro J. Ramírez ha llegado a interrumpir su obsesión contraria a los nacionalismos vasco y catalán para de nuevo castigar severa e injustamente, a Zapatero a cuenta de Aminatu. Mambo amarillo Por cierto, algún día el actual presidente del Ejecutivo español deberá explicar públicamente cómo se conjugan sus pertinaces elogios a El Mundo y a su forma de practicar el periodismo con los golpes bajos que le depara de cada dos por tres un curioso rey del mambo amarillo. Y no evoquemos todo cuanto fue difundido desde el diario mencionado, a lo largo de varios años, respecto a la teoría de la conspiración sobre la autoría del 11-M. Mínima credibilidad Además, la derecha –en cuanto a Marruecos- carece de la más mínima credibilidad. Muchos de los ancestros de los peperos de ahora jugaron cruelmente a batallas coloniales en territorio marroquí. Era el pueblo llano el que ponía obligatoriamente los soldados y muchos de ellos iban seguros al matadero. Mientras los oficiales ascendían en el escalafón gracias a la sangre de los españoles de a pie y la de los moros. La mayor parte de los militares que luego se sublevaron contra la legalidad republicana se prepararon - para la que fue una execrable represión que duró cuarenta años- en el norte de África. Antes, Alfonso XIII y sus amigos de la época eludieron responsabilidades, según el parlamentario expediente Picasso, en relación a las ominosas derrotas de tan valiente Ejército frente a los marroquíes y hasta se barajó la hipótesis de suculentos negocios más o menos reales. Hostilidad conservadora La hostilidad conservadora hacia Marruecos viene de lejos, aunque Franco utilizara a los moros para su guardia particular y para que aterrorizaran a la población tras la caída de pueblos y ciudades en manos de los nacionales. Desde 1996 hasta el 2004 los Gobiernos presididos por José María Aznar atizaron las tensiones con los vecinos del sur, provocaron la ridícula invasión del islote Perejil y creían que era mejor enseñarles las uñas que darles cordialmente las manos. La política de Zapatero –como había sido en este sentido la de Felipe González- fue muy distinta. Amo y señor Del rencor y los menosprecios se pasó a una etapa fructífera de fluidas relaciones, de intercambios de favores razonables y de creciente presencia empresarial, procedente de España, en Marruecos. Este país no es todavía una democracia homologable a las europeas, pero es el país de mayoría musulmana que más se acerca a una democracia. Le falta todavía mucho porque Mahomed VI no está dispuesto a monarquías parlamentarias, donde el Rey reina pero no gobierna, sino que quiere seguir siendo el amo y señor en demasiados y decisivos ámbitos. Madrid no es Rabat La realidad en todo caso es la que es. Marruecos en general ha mejorado en los últimos años, a pesar de que mantenga rancias costumbres de nítido sabor autoritario, como es el caso que concierne a Haidar. ¿Qué ha de hacer el Gobierno de España? ¿Desandar el camino positivo que viene recorriendo? ¿Organizar una ofensiva que nos retrotraiga en el tiempo y de la que sólo se cosechen otra vez problemas estúpidos y peligrosos entre ambos países? A Haidar hay que convencerla de que apueste por la vida. El Gobierno tiene la obligación de protegerla más allá de cualquier otra consideración. Pero Madrid no es Rabat. Y fue en Rabat donde la inflexibilidad respecto a la activista pacifista ha generado una situación delicada. El fondo de la situación Todo esto -que es el fondo de la situación- poco le importa al PP y sus palmeros. Si Marruecos enseña sus garras y le da por mover pieza en Ceuta o Melilla, por ejemplo, ¿habrá que sacar los tanques y utilizar, si es preciso, la fuerza? No sabemos a dónde nos llevarían determinadas aventuras, pero lo que sí sabemos es que se produciría en España, un clima enrarecido que dañaría la estabilidad del Gobierno y perjudicaría al conjunto de los ciudadanos. Es eso, exactamente eso, lo que buscan estos días los patriotas de pitiminí, los que quieren derribar cuanto antes y como sea a Zapatero. Los que ejercen muy a menudo de cuervos. O de gaviotas, según se mire. Ahora se disfrazan de Caperucita. Pero que nadie olvide quiénes son o lo parecen los lobos y los halcones. Enric Sopena es director de El Plural
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