tá muy desanimada ante la firme perspectiva de un descalabro electoral
Pilar Cernuda/Madrid
Un ex alto cargo socialista catalán recibió hace días la llamada de un compañero. Le pedía que acudiera el fin de semana a una reunión en la agrupación local, «para dar ánimos, a ver si logras que la gente recupere la ilusión al ver que alguien como tú apuesta por el partido».
Felipe González tenía razón cuando, delante de Zapatero, expresó su opinión sobre el estado de salud de la familia socialista. Conoce como nadie la situación del partido, y, aunque es un secreto a voces que apenas mantiene relación con Zapatero, no desaprovecha ninguna ocasión para expresar su apoyo al partido, para arrimar el hombro, y más aún en tiempos de sufrimiento.
Cuando en el homenaje a Pablo Iglesias, al que acudió lo más granado del socialismo de la Transición y lo más granado del socialismo de Zapatero, González volvió a demostrar su lealtad al PSOE y dijo que el partido estaba «depre» sabía lo que decía, por qué lo decía, y hasta qué punto era importante hacer expresión pública de que él estaba decidido a trabajar para que se borraran del mapa los vestigios de depresión, por eso expresó su «disponibilidad». No para volver a dirigir el partido, pero sí para recuperar la ilusión perdida.
Zapatero, en cambio, al replicar que el PSOE mantenía su fuerza, dio muestras de no conocer bien a Felipe y aún menos el estado anímico de la gente del PSOE.
El homenaje a Iglesias culminó una semana de rumores, con especulaciones sobre crisis de Gobierno, que alentó el presidente al anunciar en el Congreso que quizá era el momento de hacer una reestructuración, lo que evidentemente obliga a cambios, porque la reestructuración pasa por la desaparición de algunos ministerios.
Todo depende del futuro. Los dirigentes socialistas ya no se atreven a jurar que no habrá adelanto electoral, probablemente porque no están seguros de que Zapatero se encuentre en condiciones de mantenerse hasta el final de la legislatura. Aunque, lagarto lagarto, se guardan muy mucho de entrar en el juego de adivinar quién puede ser el sucesor.
Sí se atreven, y deben haberlo hablado en reuniones de partido, porque hay unanimidad, a afirmar que Zapatero se presentará, sin ningún género de dudas, si advierte que el partido entra en picado y puede ser perdedor de las generales: «José Luis no abandonará el barco si cree que el barco se hunde, no es de los que se marchan cuando empiezan a ir mal las cosas; pero, si de aquí a 2012, se fortalece el partido, entonces no se puede descartar que decida irse, que es lo que le pide Sonsoles».
Curiosa la coincidencia en hacer ese tipo de afirmación. De hecho, Sonsoles, la esposa del presidente, no se ha pronunciado públicamente sobre el futuro de su marido, no ha hecho declaraciones en los seis años de gobierno, pero todo el mundo pone en su boca frases que no se le han escuchado, y destacados psoes dan a entender que conocen sus pensamientos.
El banquillo del PSOE se ha reducido considerablemente en los últimos tiempos. No para el Gobierno, pero sí para la candidatura a la presidencia del partido en el caso de que Zapatero decidiera finalmente no ser candidato.
Sobre el Gabinete, una persona muy cercana al presidente, al que alguien preguntaba cómo iba un asunto que debe resolver De la Vega antes de fin de año, respondió sin pestañear: «Eso no está en la mano de María Teresa, en septiembre no formará parte del Gobierno».
Cambios relevantes. ¿Verdadero, falso? ¿Pretendía aparentar que sabe más de lo que se cree, o es en realidad conocedor de los planes del presidente? Lo que se rumorea por los círculos socialistas es que Rubalcaba y Blanco serán vicepresidentes en una próxima remodelación, que Zapatero no sabe qué hacer con Chaves -porque no puede mandar a casa a quien es presidente del partido-, que desaparecen del mapa Aído y Corredor, y que Salgado no atraviesa el mejor momento de las relaciones con el presidente, pero tiene a Rubalcaba como valedor y Rubalcaba es una de las personas a las que más escucha en presidente.
Son solo rumores, pero indican una tendencia. La primera, que el cambio de Ejecutivo puede estar muy próximo; la segunda, que desaparecen ministros; la tercera, que, si efectivamente salen Aído y Corredor, algunas mujeres relevantes de la vida social española pueden verse sorprendidas con ofrecimientos de carteras, porque Zapatero quiere llevar a rajatabla su idea de la paridad.
En cuanto al sucesor, si hay que elegir un sucesor, el banquillo es muy corto. Tanto que solo se mencionan dos nombres con posibilidad de lograr el respaldo obligado del partido, porque no será Zapatero quien designe sucesor: Rubalcaba y Blanco. Y dicen los dos que no tienen la menor intención de ser candidatos a la presidencia y que no hay más aspirante que Zapatero. Pero todo el mundo sabe que en situaciones así esa es la respuesta obligada a quien osa preguntar por sus intenciones futuras. No obstante, de momento, no es el caso. No hay más que ver la rápida reacción que tuvo cuando Felipe González dijo que los socialistas se encontraban deprimidos, y Zapatero, sentado a su lado, afirmó que de eso nada, que los socialistas están muy bien.
¿Habría hueco para un hombre o una mujer de la generación de Felipe en el banquillo de la sucesión? Los acólitos de Zapatero aseguran que no, que pasó su tiempo. Pero en política no hay últimas palabras, sino penúltimas. Y no sería extraño que, en caso de que Sonsoles ganara su batalla -si efectivamente está en la batalla de convencer a su marido que haga las maletas- los socialistas, además de fijarse en Rubalcaba y Blanco, y en menor grado en Chacón, miraran hacia atrás buscando una cara de prestigio que diera un vuelco a las encuestas. Desde luego, el ánimo lo encuentran en las referencias del pasado.
es lomejor que les ha pasado asociatas babosos facinerosos zp asi nunca sldreis mas habeis puesto a un inutill vuestro partido que en vez capullo se ha convertido en cardo . avales avales
