Bargas - Toledo

BILBIOTECA BARGUEÑA.

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LAS BIBLIOTECAS PÚBLICAS:
“Un jardín de la lectura”


En esto días de asueto, he leído un pasaje de “Las mil y una noches” de Harum-al-Rachid sobre el placer de “La lectura en el jardín”. Me recreé, durante un buen rato, en éste hermoso paisaje literario, con mi imaginación y me situé en la Alhambra de Granada, viéndome relajado y extasiado, escuchando lecciones, conferencias, lecturas y meditaciones en medio de tanto patio, jardín y aguas de varias fuentes conjuntados.
Si ahora nos trasladamos de la Alhambra al oasis de paz que constituían los monasterios, claustros y huertos que nos recuerda el compositor Keetelbey, me pregunto, ¿por qué no podemos dar un paso más y convertirlo en realidad. De esta necesidad, es sabido, que debido al ajetreado y estresante mundo de hoy, la urgimos como imperiosa sed de tranquilidad ante tanta vorágine, desmadre y velocidad en que nos ha tocado vivir.
Si el hombre es la unidad indisoluble, que ya proclamaron los clásicos en “Mens sana in córpore sano”, ésta es la medicina ideal para conservar o conseguir el perfecto equilibrio. Por lo que ahora puedo proponer desde aquí, el acudir a los balnearios árabes acompañados de un buen libro y tendremos el panorama completo de la frase transpuesta “El jardín de la lectura”. En los tiempos modernos, no hace falta ir muy lejos para encontrar el jardín de la lectura, ya que lo tenemos muy cerca: en nuestras bibliotecas. En ellas, están los elementos esenciales para hacer realidad un oasis en medio del desierto que constituye, a veces, nuestra vida con infinitud de granos despersonalizados, anónimos y sin convivencia. Las bibliotecas, son el oasis perfecto que nos está esperando para refrescarnos y saciarnos la sed de cultura, embebidos ante tanta basura audiovisual que nos ciega el alma; darnos la sombra de las palmeras con hojas tan variopintas y con tantas ramas del saber. Estas palmeras culturales, nos protegen con su sombra a tanto visitantes y nómadas dispersos necesitados de amistad. Los libros constituyen ese amigo común, como diría Fernández Shaws, que se funde con nosotros; ese va a ser el aglutinador para pasar la noche fría del desierto de la incultura e ignorancia; va a servir para refrescarnos del ardiente calor del día materialista que nos empuja, desde el alba, absorbe y derrite la esencia de nuestra personalidad, la inteligencia, dada por Dios con su soplo divino.
Conjuntamente con el cuidado del cuerpo, greco-latino, y recordando a San Juan de la Cruz, se me viene a la memoria su frase, “Lee mucho, piensa mucho y después podrás meditar”. Saco de ella la conclusión de qué mejor lugar de meditación que el de una biblioteca allí rodeado de tus amigos silenciosos, respetuosos y sedientos de tu amistad; preparados para el coloquio mental contigo. Ellos te escuchan, te hablan, te esperan a que medites y les des una respuesta a los interrogantes que te plantean y todo esto lo hacen, para ayudarte aún más. Nunca te dejarán en la estacada, a diferencia de tantas amistades falsas del mundo moderno de hoy. Por todo ello, la biblioteca es el mejor lugar para aprender, llenarse de cultura, enriquecerse como persona, meditar y sacar provecho para la vida, incluso material, pues ya lo decía un programa de TVE en mi juventud, “Todo, todo está en los libros”. Ya que no podemos ir a los balnearios y a los monasterios, santifiquemos nuestra biblioteca y acudamos a ella para encontrar el oasis relajante que todos necesitamos.
El hombre en su aspecto biológico, y en su paso por este mundo, por pura supervivencia, necesita practicar el egoismo; practiquémosle con ellos, los necesitamos, nos harán buen apaño. En su aspecto moral o ético de la convivencia diaria, ellos, nos necesitan, seamos altruistas con los mismos; ayudemos a nuestros mejores amigos; irradiémoslos y repartamos el saber que de ellos aprendimos.

SALAUDOS