Utrillas - Teruel

Había vuelto a casa borracho, bastante borracho, tanto que ni siquiera recordaba haber llegado. Me había levantado por la mañana en mi cama, ¡milagro! Siempre, siempre que al abrir los ojos me veía en mi cama, me reconfortaba el pensar que había sabido llegar, que no había tenido ningún percance, que sano y salvo, estaba en mi casa, y allí, ya me podía doler la cabeza todo lo que quisiera que me daba igual, estaba en casa, donde nada me podía pasar. Fue al incorporarme para sentarme en la cama cuando me di cuenta que iba a pasar un día de perros. La cabeza casi me estalla; tuve que sostenérmela con ambas manos y apretarme las sienes porque parecía que se me iba a abrir la cabeza por los lados. Y no estaba dispuesto a ello, puesto que si aún para poco podía servir ya, quería aprovecharla al máximo, hasta el final; mi cabeza, para mí, era como unas pilas alkalinas. Cuando abrí los ojos, que cerré por miedo a que los sesos se me salieran por las cuencas de la presión que noté al incorporarme, pude darme cuenta que no llevaba nada puesto de cintura para abajo, y sin embargo, ni siquiera me había quitado la cazadora con la que había salido la noche anterior. No me sorprendió. A veces me había levantado del suelo después de haber dormido plácidamente, e incluso de debajo de la cama, así que encontrarme semidesnudo no me impresionó.
Bebí agua. Me sorprendí de nuevo. Antes de abandonar la casa la noche anterior la garrafa de agua se encontraba en el salón, ahora pude disfrutar de un prolongado trago de agua en mi habitación. Seguramente, al regresar por la mañana había cogido la garrafa y la había llevado a la habitación, suponiendo que me iba a hacer falta cuando me levantara. ¡Bendita agua! Noté como al tragar el agua arrastraba consigo un sabor a tabaco que desde que desperté me estaba martirizando. A tabaco y a algo más, alcohol. Carraspeé, di otro inmenso trago y me levanté. Fui al cuarto de baño, me eché abundante agua fresca en la cara, me lavé los dientes, quería quitarme ese sabor asqueroso mezcla de tabaco y alcohol que tenía en la boca, y ni siquiera me miré al espejo, no quería verme, porque sabía lo que iba a ver. Las tripas me rugían así que me dirigí a la cocina. Antes de entrar por la puerta de la cocina pensé que quizá sería buena idea que, o bien me desnudara del todo, o por lo menos que me quitara lo que me cubría el dorso y me pusiera unos calzoncillos. Opté por los calzoncillos.
Desayuné lo que mi cuerpo me permitió, algo de leche, algunas galletas y una manzana pequeña pero sabrosa. Luego me lavé los dientes otra vez. Sin darme cuenta el dolor de cabeza había ido disipándose poco a poco y ahora apenas era consciente de él. Aproveché para ducharme tranquilamente, usando nenuco, que me encanta como huele. Ahora sí me miré al espejo. Aun después de haber desayunado y haberme duchado todavía tenía los ojos encendidos, al rojo vivo. No tenía carrillos, todo se había convertido en dos enormes ojeras. La cara la tenía reseca y completamente colorada. Qué desastre, menos mal que esto lo curan las horas. Seguía en calzoncillos, hacía calor y no tenía intención de ponerme nada más. Además, me había venido algo a la cabeza y cualquier otra prenda me hubiera estorbado. Me senté en el sofá, cogí un pañuelo de papel, miré al techo, cerré un poco los ojos he hice memoria. La tenía. El recuerdo se me apareció inexplicablemente, pero la tenía, fijada en mi mente. Me la imaginé de todas las maneras, de todas las posturas, haciéndome todo tipo de guarradas maravillosas..., por fin. Recogí un poco que cayó al suelo y llevé el pañuelo a donde le correspondía, a la bolsa de basura.
La cabeza me empezó a doler otra vez. Pensé que quizá había sido el esfuerzo, mental más que mecánico. Rebusqué por encima de la mesa y me hice un porro, quizá me ayudara a mitigar un poco el dolor de cabeza. Lo encendí.
Cuando quedaban cinco caladas para terminarlo no me acordaba del dolor de cabeza y sólo pensaba en hacerme otro petardo. Dicho y hecho. Quien diga que del dicho al hecho hay un trecho es mentira, porque nada más apagar el porro en el cenicero ya me estaba encendiendo el segundo, como he dicho, dicho y hecho. No debería haberme fumado ese segundo porro porque si bien no me dolía la cabeza, ahora no me podía mover, no podía pensar, no podía hacer nada de nada. Mi sabiduría me comunicó lo mejor que podía hacer, irme a la cama. Dicho y hecho.

Si de verdad es cierto y psas por ese trance en lo que escribes "estas echo colgado" y deberias hacertelo mirar.

La imaginación no tiene límites. Mas la realidad tampoco los conoce, lo que es malo y bueno al mismo tiempo.

en ocasiones la realidad se puede confundir con lo irreal y acabar donde no te puedes imaginar.

A menudo me hundo en mi solipsismo cartesiano. ¿Qué es real? A veces no lo sé. En "realidad" no sé si es que no lo sé, o que al no estar conforme con lo que veo me resisto a que sea verdad. Me resisto a pensar que este mundo es una mier_a ( no sé si esta palabra me chafaría el mensaje), que la especie animal en la que me ha tocado vivir es otra mier_a..., pero cada vez me resisto con menos fuerza.
Andrés Hurtado, a quien Pío Baroja jo_ió en su vida, es uno de mis personjes literarios favoritos. Una persona que veía el mundo de una forma muy similar a como yo la veo. Pero muchas personas no lo ven así. Entonces, ¿qué es real? La única realidad es lo que uno siente. Pero los sentimientos..., son tan confusos, y tan irreales, quizá porque no están hechos de materia, sino que surgen de la materia misma, nuestro cerebro. Y si conocemos la realidad a través de nuestros sentimientos, y éstos surgen y forman parte de nosotros, de cada uno de nosotros por individual..., ¿cuántas realidades existen? ¿Pueden existir, coexistir distintas y varias realidades? ¿Son verdaderamente realidades? O es todo una ficción. Un montaje, que todavía imperfecto, no para de seguir creciendo.
La realidad. ¿Cuál es la mejor manera de estudiarla? ¿Qué escala usamos para su análisis? ¿Y qué herramientas? Olaf Stapledon emprendió un osado viaje a través del Universo en busca de la verdad. Y encontró al Hacedor de Estrellas, un libro, que nadie debería dejar de leer. Pío Baroja, nos mostró en su Árbol de la Ciencia la manera, para algunos más cobarde, de afrontar la realidad. Y en el otro extremo, con más valentía y mucho pesismismo, Ortega y Gasset.
No sé, no sé. Se puede escribir mucho. Pero para decir tan poco, quizá no merezca ni la pena. Lo mejor: que cada uno saque sus propias conclusiones y respete las de los demás, aunque sean mentira y fruto de nuestra mente.

realmente de realidades ... solo hay una , la que te toca vivir cada dia , uno tras otra las demas solo son fantasias , creadas tal vez para alejarte del astio de lo cotidiano, hacerlo esta bien de vez en cuando , pero hacerlo mucho en todo momento acabas alejandote de esa realidad para centrarte en otra realidad falsa que realmente no es la tuya y te ayuda falsamente a pasar el tiempo , por que tarde o temprano te das cuenta que estas en un callejos sin salida y se hace muy duro recular a la posicion inicial , por que los factores iniciales ,ya no son los mismos y tienes que aprender a sortear los existentes en ese momento y hay es donde muchos fracasan ,entrando en una cuesta abajo mas acelerada en su propio fracaso , volviendose incapaces de remontar.