Foz-Calanda - Teruel

No es porque yo lo diga, que nací y crecí en Foz-Calanda, en una de las casas más próximas al Río Guadalopillo. Pero es que nuestro pueblo tiene el encanto múltiple de las cosas pequeñas; de los cabezos en serie, desde el río pequeño hasta el pantano; del aroma concentrado de tomillo,
romero y espliego (=lavanda); de la demostración de hermandad y buena convivencia en las fiestas y en la vida
diaria; de recuerdos -agridulces, claro- de posguerra, con
exiliados en el Sur de Francia y con familias partidas...
Pero yo sé que Foz vale tanto como sus mejores gentes, que son muchísimas. Y, desde aquí, quiero invitar a los
internautas a visitar nuestro pueblo. A dialogar con los
vecinos, sean focinos de siempre o sean forasteros que aquí
han llegado desde Algeciras, Marruecos, Argentina o Rumania.
¿Cuánto daríamos los viejos por recuperar un plato de
cangrejos recién pescados en el Guadalopillo? O una paella
con blancos caracoles de monte. ¡Y aquellos juegos en cabañas de sisca (=anea), al salir de la escuela! O la seria preparación de la Hoguera de San Antón: semanas y semanas acarreando zarzales, maderas, troncos de las choperas...
Y el pueblo entero, despidiendo a un vecino fallecido,
tanto en la Iglesia de San Juan Bautista como en el Cementerio, junto a Santa Bárbara...
¡¡VIVA FOZ!! Dondequiera que ahora residamos, VIVA NUESTRO
PUEBLO Y SUS BUENAS GENTES.
Y, para los que no lo conocen, sepan que VALE LA PENA PASAR UNOS DÍAS, O AL MENOS UNAS HORAS, saboreando ese
escondido valle del Bajo Aragón. Dicho queda.
Paco Buj