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19-12-09 19:08 #4218180
Por:eltruchoserie

A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
LA CAMPAÑA DE ALMANZOR CONTRA SANTIAGO DE COMPOSTELA EL AÑO 997
En vísperas del mítico año 1000 d.C., el dominio político y militar del Islam sobre la Península Ibérica era, sino absoluto, casi incontestable: el Califato Córdoba se había consolidado como un estado poderoso y extenso a lo largo de todo el siglo X; mientras que la dictadura militar de Abu Amir Muhámmad Ibn Abi`Amir al-Ma´afiri, conocido simplemente como Almanzor (“el victorioso”), durante las últimas décadas de aquel mismo siglo, puso al ejercito califal en disposición de neutralizar e, incluso, aniquilar cualquier resistencia por parte de las rudimentarias entidades políticas del Norte.
Desde el momento mismo de la conquista en el año 711, los musulmanes que nunca dominaron en su totalidad el territorio de la desaparecida monarquía visigoda y que, incluso, renunciaron pronto a la ocupación efectiva de partes importantes de ese mismo territorio, como es el caso del noroeste peninsular, hubieron siempre de combinar la labor política de islamización con la lucha por neutralizar la existencia de núcleos independientes.
La amenaza de estos núcleos, sobre todo los cristianos del Norte que acabamos de citar, no debió parecer a los conquistadores islámicos, por lo menos al principio, demasiado seria o preocupante ni por su fuerza militar ni por su proyecto político; quizá tan sólo intolerable por sus planteamientos religiosos.
El descubrimiento del sepulcro del Apostol, a principios del siglo IX -sobre hallazgos de determinadas reliquias en el corazón de Galicia- y el consiguiente desarrollo del culto a Santiago, que sin duda responde a determinadas tradiciones y necesidades espirituales de la época, pueden ser señalados como parte importante de esa mentalidad, poco o nada tolerable para el Islam.
Aún así, hasta bien entrado el siglo X, la intolerancia religiosa y las componendas políticas convivieron con facilidad entre cristianos y musulmanes en el conjunto de la Península; incluso la fundación del Califato de Córdoba no rompió esta situación de guerras y violencias periódicas con etapas de paz, siempre presididas por la supremacía islámica.
Lo que no consiguió el Califato fue perdurar como una verdadera realidad política de Hispania, tal y como lo había sido el reino visigodo de Toledo; más bien, y como punto de llegada de la dominación musulmana, continuó siendo tan sólo una simple hegemonía militar acompañada, eso sí, de una cierta brillantez cortesana.
La resultante fue la consolidación de una actitud puramente agresora frente a lo que se consideraba el enemigo común: las comunidades cristianas del Norte.
Semejante recurso a la cohesión interna frente a un adversario peligroso podría haber tenido mayor o menor trascendencia, si no se hubiese llevado hasta sus últimas consecuencias en la época de Almanzor, cuando el Califato perdió buena parte de su propia legitimidad institucional y política.
La localización exacta y delimitación del enemigo se hizo entonces tan prioritaria, que la exclusión definitiva de los cristianos o disidentes, de cualquier posible soberanía islámica a nivel peninsular, resultó a partir de ese momento irreversible.
El problema del Norte volvió a ser para los antiguos invasores algo mucho más trascendente que una mera cuestión de disidencia, más o menos efectiva y peligrosa sobre una supremacía islámica casi indiscutible. Momento hubo en el que se convirtió en el argumento principal y casi único de su presencia política en la Península.
La escalofriante cifra de campañas de Almanzor y su espectacular realización demuestran hasta qué punto la paranoia militar embargó durante algún tiempo al Califato y a muchos de sus elementos más activos.
Por contra, los enemigos declarados cuyo peligro no parece corresponderse con el esfuerzo realizado, a no ser que se pretenda un simbólico aniquilamiento sistemático, acabaron por dar la espalda a toda posible componenda con quienes habían sido durante mucho tiempo los herederos legítimos de una conquista. Y por lo tanto también de los pactos a través de los cuales la mayor parte de la población peninsular habían sido sojuzgada.
Desde luego, la experiencia fue terrible para los habitantes de la vieja monarquía leonesa, castigada con especial predilección por el gobernador amirí del Califato de Córdoba. A la destrucción sistemática y concienzuda de la propia corte de León con su catedral, acompañó la de las principales ciudades, como Zamora y Salamanca. Tampoco se salvaron los más importantes monasterios como Sahagún o San Pedro de Eslonza; llegando los monarcas y los obispos leoneses a tener que huir a tierras ovetenses, con las reliquias de san Pelayo, para poder salvar su propia vida y ante el peligro de un asalto "final" contra el reino.
Sin embargo, fue el ataque que llevó a cabo Almanzor contra la Santiago de Compostela, el que puso de manifiesto con mayor evidencia la actitud aniquiladora de este caudillo musulmán con respecto a las sociedades cristianas del Norte.
Algunos pormenores, más o menos ciertos, de estos acontecimientos los conocemos tanto a través de los historiadores musulmanes como a través de las crónicas cristianas, con el único denominador común de la importancia que unos y otros parecen darle al acontecimiento.
Ben Idhari, autor del Bayan al-Mugrib, es una de las fuentes más ilustrativas al respecto, de entre los autores islámicos: él nos cuenta que Almanzor, llegado al más alto grado de su poder, “marchó contra Santiago, ciudad de Galicia, que es el más importante santuario de España y las regiones cercanas del continente”.
Según él “ningún príncipe musulmán había sentido aún la tentación de atacar tal lugar ni de llegar hasta allí”, tal vez por lo abrupto y distante de su emplazamiento; aunque tal vez, también, por el significado profundamente religioso que el lugar tenía.
Sólo la voluntad decidida de Almanzor y su deseo inquebrantable de acabar con cualquier resistencia cristiana, venció al cabo cualquier dificultad o escrúpulo: “andados XI annos del regnado daquel rey don Vermudo…ueno Almançor con su hueste mui grand -dice la Primera Crónica General- et entro en Gallizia por Portogal, corriendo et astragando uillas et cibdades et la eglesia de Sant Yaque, et quemola; et non catando al, entro en aquel logar do yazie el cuerpo de sant Yaque apostol pora crebantar el su monumento; mas fue y muy mal espantado por un grand rayo que firio y cerca dell”.
En realidad, la campaña de Almanzor, que partió de Córdoba el 3 de julio del año 997, fue un prodigio de organización y en algunos aspectos recuerda a la realizada por Cesar desde Lusitania hasta Brigantium más de mil años antes. Una y otra contaron con una flota de apoyo que transportó tropas, víveres y armas por las costas occidentales de la Península.
La de Almanzor partió de Alcacer do Sal y llegó hasta Oporto, desde donde sus tropas continuaron marcha hasta el Miño, que atravesaron no sin dificultad. Siguieron el camino de las rías, persiguiendo incluso a los cristianos que huían a las islas cercanas o internándose por algunas penínsulas, como la de Morrazo. Entre tanto la expedición musulmana destruyó Túy, el castillo de san Payo y un monasterio dedicado a los monjes san Cosme y san Damián.
El rey leonés Vermudo II(984-999) con sus escasos medios y tropas apenas pudo hacer nada para frenar la ofensiva de Almanzor, quien además llegó a contar con la ayuda de algunos condes cristianos del Duero y del Miño.
No sabemos que pensarían estos últimos cuando los musulmanes arrasaron la iglesia de Santiago de Padrón, “que para los cristianos seguía en importancia al que encierra su sepulcro”.
El día 10 de agosto llegó por fin la expedición ante la “orgullosa ciudad de Santiago”, abandonada por sus habitantes y saqueada inmediatamente por los invasores, que destruyeron sus monumentos, murallas e iglesias excepto la tumba del Apóstol, en la que Almanzor puso guardias para protegerla.
El respeto último a las reliquias sagradas se impuso a la violencia, pues no se condenaba su veneración sino el mal uso que los cristianos, al parecer de los musulmanes, hacía de ellas. Incluso Ben Idhari cuenta la anécdota de que el Almanzor encontró a un viejo monje sentado junto a la tumba del Apóstol, a quien respetó la vida pues entendió que su única intención al permanecer allí era honrar a Santiago.
No sabemos si todo esto fue cierto o simplemente forma parte de las leyendas sobre las hazañas del famoso caudillo cordobés, que nunca se caracterizó precisamente por su piedad; lo que si parece cierto es que para los cristianos la destrucción de Santiago resultó particularmente penosa, sin que llegaran muy bien a comprender cómo la divina providencia permitía que aquello sucediera.
Muchos lo interpretaron como un castigo por los pecados del pueblo pero empezando por los de los príncipes, sobre todo por lo que se refiere a los reyes Ramiro III y Vermudo II.
Otros se conformaron con pensar que los sacrilegios cometidos por Almanzor no quedaron impunes; así, según el autor de la Primera Crónica General, que recoge tradiciones y leyendas anteriores ya antes que “el se partiesse de tierra de Santyague fue ferido el con toda su companna de maiamiento de Dios; et por el peccado dell atreuimiento et de las suziedades que el fazie en la eglesia de sant Yague, cayo en el una de las mas suzias enfermedades que podrie ser, et es aquella que dizen los fisicos diarria”. Incluso asegura el cronista que muchos de la hueste musulmana murieron de este mal o quedaron tan enfermos que pudieron ser fácilmente rematados por los hombres del rey de León.
En realidad, el regreso de Almanzor a Córdoba no resultó tan desastroso: por lo que sabemos, después del ataque a Santiago, se acercó hasta las costas del Océano más al Norte, para dirigirse después de vuelta pasando por tierras del Bierzo y saquear cuanto encontraba a su paso. El botín fue cuantioso y su entrada en la capital del Califato triunfal, incluso -según algún cronista cristiano- obligando a los cautivos a portar a hombros hasta allí las campanas de la iglesia de Santiago.
Lo único cierto es que la campaña de Almanzor del año 997 fue un mazazo para la cristiandad peninsular, similar al que supuso dos siglos después la caída de Jerusalén en manos de Saladino para la europea. Ni antes ni después de la campaña los cristianos pudieron vivir tranquilos, hasta que “en Calatanaçor perdio Almançor el atambor”.
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19-12-09 23:52 #4220478 -> 4218180
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
joer que palo que sepuedeacer pa terminar contanto tontoquisar solfatar
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20-12-09 12:05 #4222210 -> 4220478
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
ya se ve que te encanta ,tranqui... tedras tiempo para leer largo y tendido ,.
Puntos:
20-12-09 12:08 #4222241 -> 4222210
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
LA CAMPAÑA DE ALMANZOR CONTRA SANTIAGO DE COMPOSTELA EL AÑO 997
En vísperas del mítico año 1000 d.C., el dominio político y militar del Islam sobre la Península Ibérica era, sino absoluto, casi incontestable: el Califato Córdoba se había consolidado como un estado poderoso y extenso a lo largo de todo el siglo X; mientras que la dictadura militar de Abu Amir Muhámmad Ibn Abi`Amir al-Ma´afiri, conocido simplemente como Almanzor (“el victorioso”), durante las últimas décadas de aquel mismo siglo, puso al ejercito califal en disposición de neutralizar e, incluso, aniquilar cualquier resistencia por parte de las rudimentarias entidades políticas del Norte.
Desde el momento mismo de la conquista en el año 711, los musulmanes que nunca dominaron en su totalidad el territorio de la desaparecida monarquía visigoda y que, incluso, renunciaron pronto a la ocupación efectiva de partes importantes de ese mismo territorio, como es el caso del noroeste peninsular, hubieron siempre de combinar la labor política de islamización con la lucha por neutralizar la existencia de núcleos independientes.
La amenaza de estos núcleos, sobre todo los cristianos del Norte que acabamos de citar, no debió parecer a los conquistadores islámicos, por lo menos al principio, demasiado seria o preocupante ni por su fuerza militar ni por su proyecto político; quizá tan sólo intolerable por sus planteamientos religiosos.
El descubrimiento del sepulcro del Apostol, a principios del siglo IX -sobre hallazgos de determinadas reliquias en el corazón de Galicia- y el consiguiente desarrollo del culto a Santiago, que sin duda responde a determinadas tradiciones y necesidades espirituales de la época, pueden ser señalados como parte importante de esa mentalidad, poco o nada tolerable para el Islam.
Aún así, hasta bien entrado el siglo X, la intolerancia religiosa y las componendas políticas convivieron con facilidad entre cristianos y musulmanes en el conjunto de la Península; incluso la fundación del Califato de Córdoba no rompió esta situación de guerras y violencias periódicas con etapas de paz, siempre presididas por la supremacía islámica.
Lo que no consiguió el Califato fue perdurar como una verdadera realidad política de Hispania, tal y como lo había sido el reino visigodo de Toledo; más bien, y como punto de llegada de la dominación musulmana, continuó siendo tan sólo una simple hegemonía militar acompañada, eso sí, de una cierta brillantez cortesana.
La resultante fue la consolidación de una actitud puramente agresora frente a lo que se consideraba el enemigo común: las comunidades cristianas del Norte.
Semejante recurso a la cohesión interna frente a un adversario peligroso podría haber tenido mayor o menor trascendencia, si no se hubiese llevado hasta sus últimas consecuencias en la época de Almanzor, cuando el Califato perdió buena parte de su propia legitimidad institucional y política.
La localización exacta y delimitación del enemigo se hizo entonces tan prioritaria, que la exclusión definitiva de los cristianos o disidentes, de cualquier posible soberanía islámica a nivel peninsular, resultó a partir de ese momento irreversible.
El problema del Norte volvió a ser para los antiguos invasores algo mucho más trascendente que una mera cuestión de disidencia, más o menos efectiva y peligrosa sobre una supremacía islámica casi indiscutible. Momento hubo en el que se convirtió en el argumento principal y casi único de su presencia política en la Península.
La escalofriante cifra de campañas de Almanzor y su espectacular realización demuestran hasta qué punto la paranoia militar embargó durante algún tiempo al Califato y a muchos de sus elementos más activos.
Por contra, los enemigos declarados cuyo peligro no parece corresponderse con el esfuerzo realizado, a no ser que se pretenda un simbólico aniquilamiento sistemático, acabaron por dar la espalda a toda posible componenda con quienes habían sido durante mucho tiempo los herederos legítimos de una conquista. Y por lo tanto también de los pactos a través de los cuales la mayor parte de la población peninsular habían sido sojuzgada.
Desde luego, la experiencia fue terrible para los habitantes de la vieja monarquía leonesa, castigada con especial predilección por el gobernador amirí del Califato de Córdoba. A la destrucción sistemática y concienzuda de la propia corte de León con su catedral, acompañó la de las principales ciudades, como Zamora y Salamanca. Tampoco se salvaron los más importantes monasterios como Sahagún o San Pedro de Eslonza; llegando los monarcas y los obispos leoneses a tener que huir a tierras ovetenses, con las reliquias de san Pelayo, para poder salvar su propia vida y ante el peligro de un asalto "final" contra el reino.
Sin embargo, fue el ataque que llevó a cabo Almanzor contra la Santiago de Compostela, el que puso de manifiesto con mayor evidencia la actitud aniquiladora de este caudillo musulmán con respecto a las sociedades cristianas del Norte.
Algunos pormenores, más o menos ciertos, de estos acontecimientos los conocemos tanto a través de los historiadores musulmanes como a través de las crónicas cristianas, con el único denominador común de la importancia que unos y otros parecen darle al acontecimiento.
Ben Idhari, autor del Bayan al-Mugrib, es una de las fuentes más ilustrativas al respecto, de entre los autores islámicos: él nos cuenta que Almanzor, llegado al más alto grado de su poder, “marchó contra Santiago, ciudad de Galicia, que es el más importante santuario de España y las regiones cercanas del continente”.
Según él “ningún príncipe musulmán había sentido aún la tentación de atacar tal lugar ni de llegar hasta allí”, tal vez por lo abrupto y distante de su emplazamiento; aunque tal vez, también, por el significado profundamente religioso que el lugar tenía.
Sólo la voluntad decidida de Almanzor y su deseo inquebrantable de acabar con cualquier resistencia cristiana, venció al cabo cualquier dificultad o escrúpulo: “andados XI annos del regnado daquel rey don Vermudo…ueno Almançor con su hueste mui grand -dice la Primera Crónica General- et entro en Gallizia por Portogal, corriendo et astragando uillas et cibdades et la eglesia de Sant Yaque, et quemola; et non catando al, entro en aquel logar do yazie el cuerpo de sant Yaque apostol pora crebantar el su monumento; mas fue y muy mal espantado por un grand rayo que firio y cerca dell”.
En realidad, la campaña de Almanzor, que partió de Córdoba el 3 de julio del año 997, fue un prodigio de organización y en algunos aspectos recuerda a la realizada por Cesar desde Lusitania hasta Brigantium más de mil años antes. Una y otra contaron con una flota de apoyo que transportó tropas, víveres y armas por las costas occidentales de la Península.
La de Almanzor partió de Alcacer do Sal y llegó hasta Oporto, desde donde sus tropas continuaron marcha hasta el Miño, que atravesaron no sin dificultad. Siguieron el camino de las rías, persiguiendo incluso a los cristianos que huían a las islas cercanas o internándose por algunas penínsulas, como la de Morrazo. Entre tanto la expedición musulmana destruyó Túy, el castillo de san Payo y un monasterio dedicado a los monjes san Cosme y san Damián.
El rey leonés Vermudo II(984-999) con sus escasos medios y tropas apenas pudo hacer nada para frenar la ofensiva de Almanzor, quien además llegó a contar con la ayuda de algunos condes cristianos del Duero y del Miño.
No sabemos que pensarían estos últimos cuando los musulmanes arrasaron la iglesia de Santiago de Padrón, “que para los cristianos seguía en importancia al que encierra su sepulcro”.
El día 10 de agosto llegó por fin la expedición ante la “orgullosa ciudad de Santiago”, abandonada por sus habitantes y saqueada inmediatamente por los invasores, que destruyeron sus monumentos, murallas e iglesias excepto la tumba del Apóstol, en la que Almanzor puso guardias para protegerla.
El respeto último a las reliquias sagradas se impuso a la violencia, pues no se condenaba su veneración sino el mal uso que los cristianos, al parecer de los musulmanes, hacía de ellas. Incluso Ben Idhari cuenta la anécdota de que el Almanzor encontró a un viejo monje sentado junto a la tumba del Apóstol, a quien respetó la vida pues entendió que su única intención al permanecer allí era honrar a Santiago.
No sabemos si todo esto fue cierto o simplemente forma parte de las leyendas sobre las hazañas del famoso caudillo cordobés, que nunca se caracterizó precisamente por su piedad; lo que si parece cierto es que para los cristianos la destrucción de Santiago resultó particularmente penosa, sin que llegaran muy bien a comprender cómo la divina providencia permitía que aquello sucediera.
Muchos lo interpretaron como un castigo por los pecados del pueblo pero empezando por los de los príncipes, sobre todo por lo que se refiere a los reyes Ramiro III y Vermudo II.
Otros se conformaron con pensar que los sacrilegios cometidos por Almanzor no quedaron impunes; así, según el autor de la Primera Crónica General, que recoge tradiciones y leyendas anteriores ya antes que “el se partiesse de tierra de Santyague fue ferido el con toda su companna de maiamiento de Dios; et por el peccado dell atreuimiento et de las suziedades que el fazie en la eglesia de sant Yague, cayo en el una de las mas suzias enfermedades que podrie ser, et es aquella que dizen los fisicos diarria”. Incluso asegura el cronista que muchos de la hueste musulmana murieron de este mal o quedaron tan enfermos que pudieron ser fácilmente rematados por los hombres del rey de León.
En realidad, el regreso de Almanzor a Córdoba no resultó tan desastroso: por lo que sabemos, después del ataque a Santiago, se acercó hasta las costas del Océano más al Norte, para dirigirse después de vuelta pasando por tierras del Bierzo y saquear cuanto encontraba a su paso. El botín fue cuantioso y su entrada en la capital del Califato triunfal, incluso -según algún cronista cristiano- obligando a los cautivos a portar a hombros hasta allí las campanas de la iglesia de Santiago.
Lo único cierto es que la campaña de Almanzor del año 997 fue un mazazo para la cristiandad peninsular, similar al que supuso dos siglos después la caída de Jerusalén en manos de Saladino para la europea. Ni antes ni después de la campaña los cristianos pudieron vivir tranquilos, hasta que “en Calatanaçor perdio Almançor el atambor”.
Puntos:
20-12-09 21:51 #4226959 -> 4222241
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE






1099-1999: 900 Aniversario de la muerte del Cid



I.- Introducción

Héroe nacional por excelencia Rodrigo Díaz, el Cid, el más universal de los burgaleses, encarna el prototipo del caballero con las máximas virtudes, fuerte y leal, justo y valiente, prudente y templado, guerrero y culto...

A pesar de la distancia que nos separa de su vida, conocemos con bastante exactitud su vida y obra. Mucha leyenda le rodea, pero, su figura ha sido estudiada con gran rigor por grandes especialistas, como Menéndez Pidal. Gracias a estas personas, conocemos la personalidad del caballero burgalés, los hechos que hicieron sus días, su vida familiar, y hasta su caballo y espadas son por todos conocidos.

Sus restos y los de Jimena, su esposa, descansan en el centro de la catedral de la capital de Castilla, Burgos, pero su espíritu está con nosotros aún presente.





II.- Biografía del Campeador.

Rodrigo Díaz nació en Vivar, pequeña aldea situada a 7 kilómetros de la ciudad de Burgos en 1043. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Alvarez. Descendiente es por línea paterna de Laín Calvo, uno de los dos Jueces de Castilla.

A los 15 años quedó huérfano de padre y se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. También se educó en las letras y en las leyes, seguramente en el monasterio de San Pedro de Cardeña, lecciones que le servirían posteriormente para representar en pleitos al mismo monasterio y también al mismísimo Alfonso VI el cual confió al burgalés numerosas misiones diplomáticas en las que debía conocer perfectamente las leyes.

Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y guerreó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.

A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" -Campidoctor- al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra.

A los 24 años era conocido ya como Cidi o Mío Cid, expresión de cariño y admiración.

Con la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y tras la jura de Santa Gadea tomada por Rodrigo al nuevo rey castellano, Alfonso VI, la suerte del Cid cambió y su gran capacidad fue desechada por la ira y envidia del nuevo monarca.

En 1081 el Cid es desterrado por primera vez de Castilla. 300 de los mejores caballeros castellanos le acompañaron en tan difícil situación. Esta etapa duró unos 6 años los cuales fueron aprovechados por Rodrigo y sus hombres para hacer de Zaragoza su cuartel general y luchar en el Levante.

Vuelve a Burgos en 1087 pero poco duró su paz con el rey por lo que marchó de hacia Valencia donde se convirtió en el protector del rey Al-Cádir y sometió a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente.

El almorávide Yusuf cruza en 1089 el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso pide ayuda al caballero castellano, pero por una mal entendido entre ambos surge una nueva rencilla entre el rey y su leal súbdito y el monarca le destierra por segunda vez en 1089.

En los diez años siguientes, la fama del Cid se acrecentó espectacularmente al contrario que el reinado del rey. En menos de un año el Cid se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín, y Alpuente.

En torno al 1093, matan a su protegido de Valencia Al-Cádir, ciudad que fue tomada por Ben Yehhaf. El Cid asedió durante 19 meses la ciudad y finalmente entró triunfal en junio de 1094.

Rodrigo se convirtió en el señor de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable y equilibrado, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y gentes eminentes en el mundo de las leyes, en definitiva, organizó con grandísima maestría la vida del municipio valenciano.

Aún habría de combatir numerosas batallas, como la que el mismo año le enfrentó al emperador almorávide Mahammad, sobrino de Yusuf, el cual se presentó a las puertas de Valencia con 150.000 caballeros. La victoria fue total, tan grande fue el número de enemigos como grande fue el botín a ellos recogido.

En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego.

El domingo 10 de julio de 1099, muere el Cid. Toda la cristiandad lloró su muerte.



III.- El Destierro.

Al morir Fernando I (primer rey de Castilla), divide su reino entre sus hijos. A Don García le da Galicia, a Don Alfonso León, Castilla a Don Sancho y Toro y Zamora a Doña Elvira y Doña Urraca respectivamente. Sancho no contento con el reparto intenta unificar los territorios con la ayuda de su alférez El Cid.

Juntos lucharon en varias batallas, entre ellas, el duelo judicial o campo de la verdad en el que el Cid derrotó al navarro Jimeno Garcés obteniendo el título de Campeador. también lucharon en las batallas de Llantada y Golpejar, en las cuales vencimos y derrotando a los leoneses, Alfonso pierde la corona de León en favor de Sancho, rey de Castilla. También acompañó el Cid al cerco de Zamora, donde el rey Sancho fue asesinado a traición por Bellido Dolfos.

Por ser el Cid jefe de las tropas del rey Sancho y por sus conocimientos jurídicos en Derecho Castellano, fue el mismo quien tomó juramento en la Iglesia de Santa Gadea de Burgos, a Don Alfonso, de no haber tenido arte ni parte en la muerte de Don Sancho.

Debido a esta razón, entre otras seguramente, el nuevo rey de Castilla, Alfonso VI, destituyó a Rodrigo de su cargo y nombró Alférez real a García Ordóñez, pasando el Cid a un segundo plano en la corte.

Tras esto, el Cid tomó matrimonio con Jimena, hija del Conde de Oviedo, nieta de Alfonso VI y biznieta de Alfonso V el 19 de Julio de 1074.

En 1079, se dirige a Sevilla para cobrar los tributos (parias) del rey de Sevilla a Alfonso VI. Esta en ello cuando él y el rey de Sevilla fueron atacados por el rey de Granada y García Ordoñez. Las mesnadas del Cid consiguen vencer a los asaltantes y Rodrigo humilla a García Ordóñez en el castillo de Cabra, pero a la vuelta a Burgos, este último, y Pedro Ansúrez, desencadenan traición contra el Cid, consiguiendo que Alfonso VI le destierre, y prohibe a todos los burgaleses darle ayuda o aposento alguno, como así dicen los versos del Cantar:

" Ya entra el Cid Ruy Díaz por Burgos;

sesenta pendones le acompañan.

Hombres y mujeres salen a verlo,

los burgaleses y burgalesas se asoman a las ventanas:

todos afligidos y llorosos.

De todas las bocas sale el mismo lamento:

¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen Señor! "
Mio Çid Roy Díaz por Burgos entrove,
En sue compaña sessaenta pendones;

exien lo ver mugieres e varones,

burgeses e burgesas por las finiestras sone.

De las sus bocas todos dizían una razóne:

" Dios, que buen vassallo, si oviese buen señore! "




IV.- El Cantar del Cid.

Ni el mismísimo Cid podía imaginarse la trascendencia de su vida tras su muerte. Todos los juglares de los siglos posteriores a su muerte contarían en forma de cantares de gesta su vida y sus hazañas, así como también inventarían su leyenda.

Varios son los escritos sobre el Cid, pero destaca sobremanera el llamado Cantar de Mio Cid (nótese que no es Poema sino Cantar, ya que como letra de una canción ha de ser tomado y no texto de poema).

Así pues, El Cantar del Cid, es una canción recitada por los juglares de aquellos tiempos medievales. El texto que nos ha llegado, es una transcripción de un copista llamado Per Abbat en un manuscrito (del s. XIV, conservado en la Biblioteca Nacional). Aunque hay quien opina que pudiera ser el autor y no mero copista.

El manuscrito, al igual que su "primo" de La Chanson de Roland, no es de gran belleza y contiene varias faltas, algunas corregidas, esto es debido a una finalidad de uso por parte de los juglares y no para más altos menesteres.

Es posible que ya existiera un primitivo Cantar del Cid en 1120, aunque piensan los expertos que no seria de contenido como el conservado hasta 1207.




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El ciego sol, la sed y la fatiga.

Por la terrible estepa castellana,

al destierro con doce de los suyos

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

M. Machado





Puntos:
20-12-09 21:53 #4226988 -> 4226959
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
1099-1999: 900 Aniversario de la muerte del Cid



I.- Introducción

Héroe nacional por excelencia Rodrigo Díaz, el Cid, el más universal de los burgaleses, encarna el prototipo del caballero con las máximas virtudes, fuerte y leal, justo y valiente, prudente y templado, guerrero y culto...

A pesar de la distancia que nos separa de su vida, conocemos con bastante exactitud su vida y obra. Mucha leyenda le rodea, pero, su figura ha sido estudiada con gran rigor por grandes especialistas, como Menéndez Pidal. Gracias a estas personas, conocemos la personalidad del caballero burgalés, los hechos que hicieron sus días, su vida familiar, y hasta su caballo y espadas son por todos conocidos.

Sus restos y los de Jimena, su esposa, descansan en el centro de la catedral de la capital de Castilla, Burgos, pero su espíritu está con nosotros aún presente.





II.- Biografía del Campeador.

Rodrigo Díaz nació en Vivar, pequeña aldea situada a 7 kilómetros de la ciudad de Burgos en 1043. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Alvarez. Descendiente es por línea paterna de Laín Calvo, uno de los dos Jueces de Castilla.

A los 15 años quedó huérfano de padre y se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. También se educó en las letras y en las leyes, seguramente en el monasterio de San Pedro de Cardeña, lecciones que le servirían posteriormente para representar en pleitos al mismo monasterio y también al mismísimo Alfonso VI el cual confió al burgalés numerosas misiones diplomáticas en las que debía conocer perfectamente las leyes.

Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y guerreó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.

A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" -Campidoctor- al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra.

A los 24 años era conocido ya como Cidi o Mío Cid, expresión de cariño y admiración.

Con la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y tras la jura de Santa Gadea tomada por Rodrigo al nuevo rey castellano, Alfonso VI, la suerte del Cid cambió y su gran capacidad fue desechada por la ira y envidia del nuevo monarca.

En 1081 el Cid es desterrado por primera vez de Castilla. 300 de los mejores caballeros castellanos le acompañaron en tan difícil situación. Esta etapa duró unos 6 años los cuales fueron aprovechados por Rodrigo y sus hombres para hacer de Zaragoza su cuartel general y luchar en el Levante.

Vuelve a Burgos en 1087 pero poco duró su paz con el rey por lo que marchó de hacia Valencia donde se convirtió en el protector del rey Al-Cádir y sometió a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente.

El almorávide Yusuf cruza en 1089 el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso pide ayuda al caballero castellano, pero por una mal entendido entre ambos surge una nueva rencilla entre el rey y su leal súbdito y el monarca le destierra por segunda vez en 1089.

En los diez años siguientes, la fama del Cid se acrecentó espectacularmente al contrario que el reinado del rey. En menos de un año el Cid se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín, y Alpuente.

En torno al 1093, matan a su protegido de Valencia Al-Cádir, ciudad que fue tomada por Ben Yehhaf. El Cid asedió durante 19 meses la ciudad y finalmente entró triunfal en junio de 1094.

Rodrigo se convirtió en el señor de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable y equilibrado, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y gentes eminentes en el mundo de las leyes, en definitiva, organizó con grandísima maestría la vida del municipio valenciano.

Aún habría de combatir numerosas batallas, como la que el mismo año le enfrentó al emperador almorávide Mahammad, sobrino de Yusuf, el cual se presentó a las puertas de Valencia con 150.000 caballeros. La victoria fue total, tan grande fue el número de enemigos como grande fue el botín a ellos recogido.

En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego.

El domingo 10 de julio de 1099, muere el Cid. Toda la cristiandad lloró su muerte.



III.- El Destierro.

Al morir Fernando I (primer rey de Castilla), divide su reino entre sus hijos. A Don García le da Galicia, a Don Alfonso León, Castilla a Don Sancho y Toro y Zamora a Doña Elvira y Doña Urraca respectivamente. Sancho no contento con el reparto intenta unificar los territorios con la ayuda de su alférez El Cid.

Juntos lucharon en varias batallas, entre ellas, el duelo judicial o campo de la verdad en el que el Cid derrotó al navarro Jimeno Garcés obteniendo el título de Campeador. también lucharon en las batallas de Llantada y Golpejar, en las cuales vencimos y derrotando a los leoneses, Alfonso pierde la corona de León en favor de Sancho, rey de Castilla. También acompañó el Cid al cerco de Zamora, donde el rey Sancho fue asesinado a traición por Bellido Dolfos.

Por ser el Cid jefe de las tropas del rey Sancho y por sus conocimientos jurídicos en Derecho Castellano, fue el mismo quien tomó juramento en la Iglesia de Santa Gadea de Burgos, a Don Alfonso, de no haber tenido arte ni parte en la muerte de Don Sancho.

Debido a esta razón, entre otras seguramente, el nuevo rey de Castilla, Alfonso VI, destituyó a Rodrigo de su cargo y nombró Alférez real a García Ordóñez, pasando el Cid a un segundo plano en la corte.

Tras esto, el Cid tomó matrimonio con Jimena, hija del Conde de Oviedo, nieta de Alfonso VI y biznieta de Alfonso V el 19 de Julio de 1074.

En 1079, se dirige a Sevilla para cobrar los tributos (parias) del rey de Sevilla a Alfonso VI. Esta en ello cuando él y el rey de Sevilla fueron atacados por el rey de Granada y García Ordoñez. Las mesnadas del Cid consiguen vencer a los asaltantes y Rodrigo humilla a García Ordóñez en el castillo de Cabra, pero a la vuelta a Burgos, este último, y Pedro Ansúrez, desencadenan traición contra el Cid, consiguiendo que Alfonso VI le destierre, y prohibe a todos los burgaleses darle ayuda o aposento alguno, como así dicen los versos del Cantar:

" Ya entra el Cid Ruy Díaz por Burgos;

sesenta pendones le acompañan.

Hombres y mujeres salen a verlo,

los burgaleses y burgalesas se asoman a las ventanas:

todos afligidos y llorosos.

De todas las bocas sale el mismo lamento:

¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen Señor! "
Mio Çid Roy Díaz por Burgos entrove,
En sue compaña sessaenta pendones;

exien lo ver mugieres e varones,

burgeses e burgesas por las finiestras sone.

De las sus bocas todos dizían una razóne:

" Dios, que buen vassallo, si oviese buen señore! "




IV.- El Cantar del Cid.

Ni el mismísimo Cid podía imaginarse la trascendencia de su vida tras su muerte. Todos los juglares de los siglos posteriores a su muerte contarían en forma de cantares de gesta su vida y sus hazañas, así como también inventarían su leyenda.

Varios son los escritos sobre el Cid, pero destaca sobremanera el llamado Cantar de Mio Cid (nótese que no es Poema sino Cantar, ya que como letra de una canción ha de ser tomado y no texto de poema).

Así pues, El Cantar del Cid, es una canción recitada por los juglares de aquellos tiempos medievales. El texto que nos ha llegado, es una transcripción de un copista llamado Per Abbat en un manuscrito (del s. XIV, conservado en la Biblioteca Nacional). Aunque hay quien opina que pudiera ser el autor y no mero copista.

El manuscrito, al igual que su "primo" de La Chanson de Roland, no es de gran belleza y contiene varias faltas, algunas corregidas, esto es debido a una finalidad de uso por parte de los juglares y no para más altos menesteres.

Es posible que ya existiera un primitivo Cantar del Cid en 1120, aunque piensan los expertos que no seria de contenido como el conservado hasta 1207.




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El ciego sol, la sed y la fatiga.

Por la terrible estepa castellana,

al destierro con doce de los suyos

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

M. Machado



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16-03-10 09:23 #4912773 -> 4220478
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
Per un dia, i esperant així lliurar-se’n durant uns altres sis mesos, es va decidir a passar la baieta per la nevera. A més de la fortor de la bossa d’escombraries, que era a vessar, l’aspecte de la cuina en conjunt era força lamentable, però més que els reguerons de greix dels armariets, el que feia mala fila de veritat era la porta del frigorífic. En ésser blanca hi destacaven les llànties, que podia reconèixer perfectament: l’habitual puré de cigrons dels vespres estiuencs, greixos variats, oli, xocolata i engrunes de pa.

Un cop netejat el mànec, va resultar que tampoc no era tant difícil (en aquella superfície la brutícia es treia amb facilitat), i va continuar, animat, amb la resta de la porta.

Llestos. Va deixar el drap al seu lloc i es disposava ja a fer-se el sopar quan s’adonà que la cuina feia l’efecte, en general, d’estar molt més bruta que abans. En contrast amb la lluent porta de la nevera, tots els armaris i prestatges apareixien més sòrdids que mai. Sufocant un primer impuls de tornar a enllardar la porta, es va decidir a passar el drap als armariets que la voltaven. Aconseguí un degradat on hi havia hagut un canvi brusc, de manera que la brutícia no apareixia de cop en acabar-se l’oasi de la porta, sinó que ho feia gradualment en un radi d’un armariet. La intenció era bona, però una ullada panoràmica des de la porta de la cambra el va induir a continuar la feina: allò era com no netejar i a més enfotre-se’n.

Així que va agafar aire i passà la baieta d’una tirada, per fora, a tots els armaris, prestatges i calaixos. Però en acabat, en obrir el calaix dels coberts, tement-se el pitjor, s’endugué tot un ensurt: era realment brut, molt més brut que mai en el nou context. Per no parlar del calaix del pa, de l’interior de l’armari de les galetes o del de les llaunes de conserves, tots els quals van caure ràpidament sota la seva espasa certera. Després van venir els espais entre rajoles, que varen costar-li molt més, i l’extractor, la seva primera victòria important. Presa d’un deliri frenètic, quan més netejava més infectes pareixien els nuclis salvatges de resistència.

Feu també el vidre, la maneta i el marc de la finestra, i d’allí estant va albirar els fils del telèfon, que esguerraven tota la feina. Va obrir, així doncs, s’enfilà al marc i els tornà la puresa. Però els cables d’electricitat, sutjosos i fastigosament bruts, s’allunyaven, a un metre escàs, en direcció a la ciutat. Creuaven el carrer i es perdien en un mar de teulades negroses, que suposaven un insult per a la seva cuina, i que necessitaven imperiosament una neteja a fons.

L’home, tot decidit, es penjà dels cables, agafà el drap amb les dents i s’encaminà cap al seu pròxim objectiu.
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31-03-10 18:46 #5008461 -> 4912773
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
paliza mas que paliza ,escamosa,
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01-04-10 11:36 #5010619 -> 5008461
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
cielo ,ponte la bolsa de los churros en la cabeza y vete a dar pasitos por el pueblo.
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01-04-10 13:07 #5010938 -> 5010619
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
en loss cojons ,zangana,
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15-04-10 17:35 #5099078 -> 4218180
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
truchon paliza mas que paliza y pesao mas que pesao y tonto mas que tonto ,ale.
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15-04-10 18:01 #5099257 -> 5099078
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
peaso borrico no das una a derechas. Flecha Flecha Riendote karmele
Puntos:
15-04-10 20:17 #5100386 -> 5099257
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
Se encuentran estos dos borricos mariquitas 5010938 y 50909078 despues de unos años ,
que haces piojoso que es de tu vidaaa?.. te casaste?
no!!, yo tampoco...,
che, escuchame zangano vamos a enrollarnos ... mmm no tengo euros..
ehh.. no nos vamos a cobrar entre amigos!!!!
Riendote Riendote Riendote Riendote Riendote
Puntos:
19-04-10 11:40 #5122293 -> 5100386
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
CHE, INUTIL SER VOS.
Puntos:
19-04-10 20:21 #5125746 -> 5122293
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
5122293 Solo quien ha comido ajo puede darnos una palabra de aliento.
Puntos:
20-04-10 16:15 #5131245 -> 5125746
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
vos ,comisteis caca, gorda.
Puntos:
21-04-10 22:11 #5141679 -> 5131245
Por:No Registrado
RE: A MI AMIGO EL FORERO LE ENCANTAN LOS RELATOS , PONEDLE CADA DIA UNO QUE LE GUSTARA EL DETALLE
Y VOS, SOS UN XIMBECIL Y UN BOLUDO CHINGAO ANDASTE POR LA MIERDA CUANDO NACISTE , GORDO Y ASI QUEDASTE NEGRO.
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