Pequeño homenaje. No soy de esas personas que se expresan con facilidad, ni tan siquiera estoy seguro a veces de querer hacerlo. Hace ya algún tiempo que no voy por el pueblo sin embargo, todos los días recuerdo, su escuela, sus calles, su gente... mi vida. Me acuerdo de aquel niño que correteaba por la plaza, que jugaba a las canicas en las escuelas o que sufría escalando aquella cumbre entonces tan inhóspita que eran los castillos. En ese momento, un escalofrío recorre mi espalda, dejo la mente en blanco y me inunda una sensación de paz y bienestar difícilmente alcanzable por todo lo demás. Cada vez que hago un repaso mental de las calles del pueblo un recuerdo de nostalgia me invade con una sensación en cierto modo de culpabilidad. Si, de culpabilidad por no haber podido o sabido quedarme allí. Por no haber sabido luchar contra esa inmigración. En ese momento pienso en la gente que allí quedó. Para mí héroes anónimos que lograron hacer algo que yo no pude; quedarse allí. Entonces me viene a la cabeza una frase que un día oyes o lees: “Somos un fiel reflejo del paisaje y del paisanaje”. Una vez mas una sensación de placer recorre mi cuerpo, me siento orgulloso, porque una parte importante de mí ha sido, es y será para siempre de Escucha.
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