Castellote - Teruel

La barbería
La barbería no llegaba a tener diez metros cuadrados, no hacían falta más para un solo sillón donde sentar a un único cliente al que atender, ya que se encontraba en un pueblo del Maestrazgo aragonès, casi ya deshabitado después de tantas y tantas deserciones de sus moradores, una de las primeras y casi la más significativa fue por el año 39 después de la guerra civil, sus moradores se dirigieron unos al exilio, otros a las ciudades mas próximas donde pudieran sobrevivir acostumbrados la mayoría a las tareas del campo, esas tareas duràs desde la salida del sol a la puesta ocupaban a hombres o mujeres, por lo que la incertidumbre y las penurias que se iban a encontrar en las ciudades no les daba miedo y como otros muchos españoles debían mirar el futuro con otra cara.
Pero en la actualidad esa barberia acogía a los pocos clientes que a pesar de todos los pesares habían sobrevivido al paso de los años y esperaban que el resurgir del turismo rural, volviera a dar vida a esos pueblos antes semi abandonados.
Ese pueblo tenia nombre se llamaba Ladruñan, antes fértil con sus olivos y sus melocotones, cercano a un pantano, había sido ocupado unos años antes por una serie de jóvenes que se autodenominaban hippies, que vinieron a llenar con sus formas de vida, su música y sus ropas coloristas aquel pueblo solitario, lejos de rechazarlos a estos habitantes tan diferentes, los pocos pobladores los acogieron y los integraron en la vida cotidiana, ocuparon esas casas deshabitadas y alguna de ellas fueron reconstruidas poco a poco, algunos con los años se marcharon otros se quedaron, la verdad es que ninguno visitaba la única barbería del pueblo, sus pelos largos y sus barbas no recibían el corte de esas tijeras hábilmente usadas por Ramón.
El padre de Ramón, para no romper la tradición de los pueblos se llamaba también Ramón, se caso a los dieciocho años, con una chica de ojos marrones como dos castañas sus padres araban todos los días los campos próximos del pueblo, no eran ricos pero, con el duro trabajo de sol a sol iban sobreviviendo, gracias a sus ahorros pudieron darle un austero, pero digno ajuar a su hija que se llamaba Macrina, se casaron sin boatos, ni lujos, y se fueron a vivir a una casa fuera de los limites de pueblo, que poco a poco fueron arreglando con sus manos, Ramón padre era muy habilidoso con las manos y se dedico a pequeñas reparaciones de madera en las casa próximas, poco a poco su fama fue aumentando en los pueblos el entorno, el trabajo no les falto y consiguieron comprar una casa en el mismo pueblo, con el tiempo fueron aumentando los descendientes que poblaron la pequeña casa, tuvieron varios hijos, Gaspar, Ramón, Jose Maria después, otra que se llamo Isabel, más tarde Josefa, otra llamada Teresa, y por fin tuvieron otro hijo que en honor a su hermano muerto también llamaron Ramón.
Las aventuras de esta numerosa familia es larga y no vamos a entrar en los pormenores de sus vidas, un hijo con los años emigró a Argentina, Teresa nació en un pueblo de Francia al que tuvieron que huir al acabar la guerra civil, las penurias el hambre que pasaron sería motivo para otro relato, cuando las cosas se calmaron volvieron a España fueron a Barcelona, ciudad populosa donde las posibilidades de sobrevivir eran el pan de cada día de los miles de emigrantes internos provenientes de toda la geografía española, en esta época Ramón padre hacia un año que había fallecido, fueron tantas y tantas las cosas que le pasaron que su duro cuerpo labrado por tantas horas al sol y la intemperie no aguanto más y un día su corazón dijo basta, la desaparición de su hijo Ramón le dejo muy afectado, lo mismo le paso a su mujer, pero ella con la fuerza interna de toda madre que ha parido tantos hijos y con la fuerza que el pueblo aragonés tiene, soporto no sin dolor está perdida y todas las vejaciones en Francia y todas las que le esperaban en la ciudad de Barcelona, a pesar de los primeros años de miseria, poco a poco y con perseverancia fueron encontrando trabajo y consiguieron sobrevivir a la larga cantidad de penurias.
Al cabo de los años y cuando toda la familia se fue situando y casando en Barcelona, Ramón hijo agobiado por las multitudes que surcaban las calles de Barcelona, decidió volver al pueblo de sus padres, ese pueblo que él solo conocía por el relato que escuchaba en casa y por la fantasía de volver a aquellos orígenes que nunca debieran haber abandonado sino hubiera sido por obligación.
El retorno a Ladruñan fue una odisea, tren, autobuses y un buen recorrido a pie, las carreteras resultaban poco transitables y ni pensar en la facilidad de ir en coche, vehículo que solo unos pocos podían tener.
La llegada al pueblo fue en un día cálido de verano, una maleta con un poco de ropa y muy poco dinero, y una gran ilusión ante un mundo nuevo que se le abría ante su ojos y en el bolsillo de su pantalón, la gran llave de hierro de la puerta de madera de la casa de sus padres donde pensaba alojarse y poco a poco repara de los seguros desperfectos de tantos años de no estar habitada. Ascendió por la fuerte subida que desde el inicio del pueblo ascendía hacia su casa, desde las pocas casa habitadas, algunas ventanas se abrían con curiosas miradas ante el forastero desconocido, no era extraño su presencia otros muchos desde la ciudad volvían a la casa de sus padres o desde su huida de la ciudad intentaban una nueva forma de vida.
Las explicaciones de sus hermanas le bastaron para encontrar la casa de sus padres , esperaba encontrarla derruida o en mal estado, su sorpresa fue grande, estaba en perfecto estado, pintada de blanco, la puerta y las ventanas en su sitio, con la llave que traía desde Barcelona, intento abrir la puerta, esta no entro, ni pudo mover la puerta, varias ventanas se abrieron con curiosos asomados en ellas, por fin una mujer anciana se acerco a él y le pregunto quién era, él le dijo quien era, la mujer se sorprendió mucho pero una vez restablecida de la sorpresa le advirtió que aquella casa ya no era de sus padres, durante tantos años de abandono los vecinos de la casa de al lado fueron pagado la contribución y al paso tiempo por una extraña forma jurídica les dio derecho a la propiedad de la casa. Ramón que era una persona tranquila, decidió buscar otra casa donde empezar su nueva vida y dar tiempo para averiguar si era cierto esta nueva situación, por desgracia los años posteriores corroboraron que aunque injusto esta situación era perfectamente legal, la guerra civil no solo causo muerte, persecución e injusticia, sino muchos personajes afines al régimen que se instauro después vieron aumentada sus posesiones al amparo de la desgracia de muchos vecinos de su pueblo.
Pasaron los años, Ramón heredando las manos habilidosas de su padre, empezó a hacer pequeñas reparaciones, en las casas del pueblo, empezó durmiendo y comiendo en casa de unos vecinos que con su ayuda en el campo y sus habilidades fue poco a poco pagando, la cama y la comida. Un día pudo comprar una casa bastante desvencijada con algo de dinero enviado por sus hermanas que prometió devolverles en la primera ocasión, en esta casa tuvo que hacer bastantes reparaciones, pero al poco la hizo habitable y más o menos cómoda, sus necesidades eran escasas y las mínimas comodidades eran casi un lujo, los años pasaron, su vida no dejo de ser monótona y tranquila, con el tiempo el pueblo se fue repoblando y Ramón un poco harto de tanta reparación y decidió aventurarse en un trabajo que desconocía y que no tenia ascendentes en su familia, marcho un día a la capital y compro un sillón de barbería y algunos utensilios todos de segunda mano, que un mes más tarde llegaron al pueblo a bordo de una camioneta que estuvo a punto de quedarse en la carretera de tierra, hoyos y terraplenes.
Los primeros clientes, de su barbería acudieron un poco remisos, desconocían las habilidades de Ramón y en su imaginación acudió la imagen del último barbero y sacamuelas que tuvo el pueblo, los primeros clientes quedaron satisfechos del trabajo, fueron pasando los años el pueblo fue aumentando en habitantes y sin conseguir que la población llegara a la máxima ocupación, los años de bonanza económica después de un duro trabajo para los que habían emigrado a las ciudades cercanas posibilito el retorno más o menos fijo o temporal de algún de sus moradores.
Ramón nunca se caso, no encontró a aquella mujer con la que convivir, entre las pocas mujeres que quedaban en el pueblo o entre las que venían de la ciudad siempre con la intención de regresar una vez pasado el verano, sus días pasaban entre la barbería con pocos clientes, algunas reparaciones, los paseos por los alrededores y algún viaje a algún pueblo más grande en donde acudía al mercado semanal con la intención de comprar, aquellos utensilios en mejor estado que sustituyeran a los primeros que compro y que con el tiempo fueron necesitando un cambio.
Los tiempos fueron cambiando, fue llegando la televisión en blanco y negro al único sitio que mal se podría llamar bar, en donde algunos jugaban sus partidas de domino y unos años más tarde sirvió para que los primeros cazadores que acudían a la zona para cazar en los cotos del pueblo, fueron poco a poco dándole nueva vida al pueblo, hasta que este mismo bar poco a poco reconvirtió las pocas habitaciones superiores en habitaciones para que los cazadores de la ciudad durmieran y comieran hasta reventar aquellos manjares que no podían o no debían comer en la ciudad, algunos de estos cazadores fueron clientes de Ramón y a parte de contar sus exageradas aventuras, de caza y sus también exageradas aventuras de los bares de carretera, con rubias oxigenadas, que poco a poco y pese a la poca tolerancia del régimen florecían al borde de muchas de las carreteras de la geografía española, como un paso a esa falsa tolerancia y apertura.
Como bien estáis viendo la vida de Ramón lejos de ser un cúmulo de aventuras, fue de lo más normal del mundo, solo intento y creo que lo consiguió vivir como él había decidido vivir sin dar cuenta a nadie de lo que hacía, a donde iba o con quien hablaba, no era huraño, era muy sociable y durante muchos años mientras la memoria de los pocos habitantes que compartieron con él sus primeros años en el pueblo de sus padres lo recordaron a pesar que un día había venido de la ciudad con una mano delante y otra detrás con la ilusión de ser libre, ningún hecho destacable en su vida. A pesar de todos los intentos de despoblar de una forma u otra los pueblos de Aragón muchos fueron los digamos pioneros de esa repoblación, entre ellos aquellos locos de pelos largos y barba larga que durante varios años dieron un toque de color a todos los pueblos abandonados. Aquellas semillas que en la actualidad están dando sus frutos consecuencia en parte de la vuelta a la nostalgia del campo, sin las presiones de las grandes ciudades.
De todos los personajes de este pequeño relato pocos viven, los años, las enfermedades los han apartado de esta historia todos a su forma fueron felices, tuvieron sus vidas, se casaron, tuvieron hijos, su madre murió a los noventa y un años en la ciudad de Barcelona, tantas años de sufrimiento, de añoranza, tantos hijos enterrados, su cuerpo aguanto a base de aspirinas y de fortaleza, algunos sobrinos y nietos volvieron al pueblo solo de visita, cuando Ramón ya había muerto, de todas formas esta barbería de apenas diez metros que solo tenía un sillón, seguía sobreviviendo gracias a la atención que un hombre de mediana edad una vez al mes la visitaba para cortar el pelo a los pocos ancianos que no podían trasladarse a aquellos pueblos cercanos donde cortar sus canoso pelos.

Interesante relato.Cuántas historias de este tipo se podrían contar. Es bonito recordarlas porque invitan a reflexionar. Saludos desde catalunya