Puertas,bangbang y pasarela Cibeles. Muñoz, juro por Snoopy que antes de lanzar mí voto zapateril, este sábado me voy a la Estación de Sants y compruebo, una por una, esas cinco puertas cerradas con hormigón. ¿De verdad te lo crees? ¿No hubiera salido en todos los medios y aquí, en esta Nación Catalana, los amigos de Convergencia no lo hubieran lanzado a los cuatro vientos? Sigo comprobando, y ya comienza a preocuparme, que en el asunto de la información contrastada y de la verdad, os mováis por agujeros de gusano cuántico y puertas de Stargate. Con relación al asunto de la caza, la única lectura que hago es la del número de manifestantes (50.000) sobre un colectivo agraviado de más de medio millón. Aplicando las directrices populares y por una regla de tres simple, no tienen derecho a nada porque si media España dijo NO a la guerra y al final pasó lo que pasó, ¿qué significa una gota en la inmensidad del océano?¿O no vale esto ahora? Las leyes buscan el beneficio de la mayoría y me parece muchísimo más importante la degradación del medio ambiente que el seguir permitiendo el uso de una munición altamente destructiva. Claro que la solución igual es más fácil. De la misma manera que yo cuando salgo con mis bestias no olvido la bolsita para recoger las heces caninas, a todo cazador que se le otorgue una bolsita adecuada y recoja cuanto tira. Pero claro, sería terminar con el poderío que impone un hombre, sus cananas, la mirada fría y la boca caliente. No me gusta la caza, lo siento. Quizás no se ha regulado convenientemente, se ha tenido manga ancha y se ha convertido, en la gran mayoría de casos, en una matanza indiscriminada de series maravillosas, indefensas y que no se comen. Porque puedo entender el cazar por comer, pero eso de tomarse un brandy a la sombra de un ala de águila imperial disecada, me revuelve el estómago. Y lo he vivido, querido Muñoz. Cuando uno era más joven y dicharachero, tipo rana Gustavo, tuve la desgracia de contemplar cómo era abatido un gorila, entre otras maravillas, en esa África hoy casi invisitable. Y pregunté, entre asco, pena y Bourbon, a un australiano why? Y me dijo because he pagado por ello. La cosa terminó a hostias ante la atónita mirada de los nativos de la zona. Al final, tras ponernos calentitos y te juro por mis hijos que no perdí, tuve que volver andando los casi doscientos kilómetros que me separaban del único autobús de la zona. Y esta noche, el partido de vuelta. Bnb, toma café en las cercanías del Corte Inglés que se ha visto, dicen, al tito Mariano en la sección de Armani proclamando, seseo en mano, que me acorten las mangas, me amplíen las sisas, búsquenme una corbata apropiada. Ante la pregunta trémula del sastre, ¿hacia dónde carga Don Mariano?, la respuesta ha sido obvia: a derechas, por supuesto, que ha servido al mismo tiempo para provocar la risa cómplice de los cuarenta y siete asesores de imagen y treinta secretarias impecables con sus trajechaquetas, azules of course, y el comentario cómplice de Povedilla (siempre habrá un Povedilla) de: míralo, campechano como Su Majestad el Rey. País, que dice el genial Forges. El Tamboriler del Bruch
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