Medinaceli - Soria

Una charla conferencia abrieron los actos taurinos el sábado por la tarde en esta bella localidad Soriana.

A las seis y media de la tarde se celebró una importante charla taurina en el palacio de los Duques de Medinaceli donde estuvieron presentes el alcalde de la localidad Felipe Utrilla, Antonio Jiménez, embolador de Medinaceli, Enrique Calvo, de los emboladores de Navarra y Aragón, Enrique Morales de la cuadrilla de los emboladores de Amposta (Tarragona) y David Arribas, de los emboladores de Colmenar de Oreja (Madrid). En la tertulia, moderada por Alberto de Jesús y ante la presencia de más de un centenar de aficionados y periodistas, se comentaron las particularidades de cada una de las comunidades de cada embolador invitado, logrando que así fuera amena y divertida.

El alcalde anunció la intención de crear el museo del toro de fuego en uno de los salones del Palacio Ducal

El alcalde anunció las intenciones del consistorio de crear el primer Congreso del Toro de Fuego en la ciudad, y que después fuera itinerante por los distintos lugares de España donde se realiza esta tradición, así como también informó sobre la intención de crear una Asociación Nacional del Toro de Fuego, ofreciéndose como sede, y la posibilidad de invitar en ocasiones a otros emboladores de otros lugares a hacer exhibiciones antes del Toro Jubilo, pero lo que más sorprendió a los asistentes y gustó, fue cuando confirmó que ya ha comenzado las gestiones para la creación del Museo del toro de Fuego.

Tras esta declaración, Enrique Morales, cuya cuadrilla tiene el récord de España de embolada con 3,89 segundos, se ofreció a donar a dicho museo los aparatos de embolar con los que consiguieron el récord. Fue respondido con una grandísima ovación.

Por su parte, Enrique Calvo se ofreció a hacer una exhibición de carros embolados para niños y enseñarles a preparar y colocar las bolas para difundir esta tradición, cosa que fue muy bien recibida por el público asistente. Al mismo tiempo que se ofreció a donar al museo los hierros con los que suele embolar la cuadrilla de mujeres que él coordina.

Por otro lado, David Arribas nos mostró los distintos tipos de aparatos de embolar, y la novedad de unos especiales para concursos que también se ofreció a donar al museo cuando los retire de las competiciones.

Toro Jubilo

A las 23:30, como marca la tradición ante centenares de personas y las máximas autoridades sorianas, el toro Librero se emboló tras la laboriosa y artesanal embolada de la cuadrilla de Medinaceli que le colocaron los aparatos magistralmente. Tras la cortada de la cuerda el animal lución sus bolas de forma correcta y el animal respondió a todos los cites de los valientes que le recortaron hasta que se le apagaron los fuegos.

La noche estuvo fría como de costumbre, pero no tanto como otros años, pudiendo así los aficionados y melinenses disfrutar de esta tradición centenaria o milenaria, tal y como se viene realizando año tras año.

Fueraaa, vaya fiesta que bonita quemar a un animal por diversion

Que ascoooooooooooooooooooooo fueraaaaa que lo prohiban ya que eso no es ni patrimonio ni es nada, el toro de medinaceli patrimonio, pero que os habeis pensado que es esto seÑores, quemense los huevos haber que tal les sienta a todos.

Quemados vivos

EL TORO DE JUBILO DE MEDINACELI (SORIA).


JUAN VELLIDO

CADA segundo sábado del mes de noviembre, en la villa Soriana de Medinaceli, un toro es torturado públicamente en un acto -al que eufemísticamente llaman de júbilo- que consiste en colocar un armazón de hierro en la testuz del animal, que servirá de soporte, a su vez, a dos bolas elaboradas con estopa, azufre y aguarrás que serán prendidas como antorchas de fuego.

Para proteger al toro -qué generosidad- se le extenderá barro por la piel «para que no sufra». Luego se le soltará y será acosado en el ruedo por mozos excitados, acaso turbados por una febril vesania de farragosa justificación. A menudo tales tropeles festivos lo son más por el alcohol vertido que por la devoción pregonada, más por el carácter dinerario que por el devoto. Mientras tanto, el animal -ajeno a los salmos, a los dipsómanos, a los empresarios, a las tradiciones ancestrales y a la bula de los papas- intentará, por todos los medios a su alcance, desembarazarse de las antorchas que, inevitablemente, acabarán por quemarle los ojos, el hocico, y la piel, e incluso en algunos casos, por convertir su cuerpo en una bola incandescente. Todo de lo más normal.

En los despachos, entretanto, los cainitas de derechas y de izquierdas, los mandatarios de los ayuntamientos, los diputados y los ministros del gobierno y de la Iglesia, firmarán un manifiesto en favor de la libertad - hoy toca la libertad- y luego de haberlo firmado se darán un festín por haberlo hecho. Y más tarde lo harán público en los periódicos. Todos felices, protagonistas de la foto de portada.

El toro, que ya es objeto de tortura en la llamada «fiesta nacional», lo es también en ancestrales ritos como éste de Medinaceli, u otros de Benavente en Zamora, Tordesillas en Valladolid, o Coria en Cáceres. El toro, pobre de él, sirve de chivo expiatorio a nuestras culpas, y es motivo de diversión, a la vez, de tanto populacho, de tanta turba frustrada, o quizá hastiada por una tristísima, ordinaria, aburrida y afligida existencia.

Solo así puede entenderse tanta crueldad y tanta perversión; pero también tanta permisividad por parte de los legisladores, las administraciones públicas y el mismísimo código penal. Sólo así puede asumirse la atrocidad de prender fuego en la testuz de un animal con el único argumento de la tradición de una costumbre atávica. ¿Podríamos, pues, implorando viejas costumbres, arrojar doncellas al fuego para redimir nuestros pecados, o cortar la mano de los ladrones, o llevar al garrote vil a quienes se oponen a nuestra ideología?

Cuesta creer que en este siglo XXI de tan cacareadas justicia, solidaridad e igualdad, se permita el antojo lacerante, la tortura descarnada bajo el linaje de una vieja tradición.

Ocurre que, cada vez más, ciudadanos y colectivos usan a capricho las grandes proclamas: ora toca d efe nder la tradición, ora toca la solidaridad, ora el patriotismo, ora la honradez, ora la libertad de expresión. Y en cada caso, a la medida de los intereses de cada cual, las proclamas vienen a ser meros pretextos para legitimar un acto innombrable, o simples instrumentos de oportunismo político. El toro, en medio de los grandes discursos de la devoción y de la tradición, es torturado y utilizado como antorcha viviente, para desahogo y esparcimiento de quienes alientan semejante práctica. Fustigados, atormentados, inmolados, los toros soportan desde hace siglos un trato que debería, por humillante, avergonzarnos a todos, tan ciudadanos, tan altruistas, tan ecuánimes, tan civilizados como nos proclamamos en esos púlpitos urbanos del bienestar.

El Ayuntamiento de Medinaceli procuró en su día demostrar que los documentos de la celebración del toro de júbilo se remontan al siglo XVI. Así se permitía, además, que tan 'modélica' actividad fuera declarada festejo nacional, tal como exige el Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares. Acaso porque los responsables municipales temen que, en un alarde de cordura, estas prácticas sean prohibidas por la autoridad competente -¿dónde está la autoridad competente?- con el mismo celo que se impide maltratar a cualquier otro animal, o ser humano. No en vano semejante práctica estuvo prohibida en Medinaceli desde 1962 hasta 1977, tras la denuncia pública que de esta 'fiesta' hicieran unos periodistas británicos en su país.

Quemados vivos, sometidos a la suerte de varas en el toreo y luego a las banderillas y al estoque, los toros continúan siendo en España, después de muchos siglos, objeto de una tortura pretendidamente cultural y artística. Tanto es así que la industria del toreo y toda su parafernalia pretenden hoy mantener un noble rango estético a lo que no es sino una burda manifestación sangrienta.

Adornados de otra parafernalia, nuestros ancestros invocaban a sus dioses para torturar: ámbar, jazmín y sándalo, vino rojo, crisantemo, té de damiana, ajenjo y caléndula. Ahora, en la década del año 2000, el alegato en las plazas de toros se sirve del rojo y del amarillo, del pasodoble y del vino tinto, mientras se recurre a la estética de la tradición.

Agamenón, el personaje del dramaturgo griego Esquilo, decidió sacrificar a su bellísima hija Ifigenia para conseguir vientos propicios de los dioses, o acaso la bondad de su divinidad, cuando éste se embarcaba para acudir a la guerra de Troya. Pero incluso Ifigenia sería salvada por la diosa Artemisa de la villanía de su padre. ¿Quién salvará de su inmolación a los toros en este siglo XXI que nos ha tocado vivir?

. es/granada/ 20081119/ opinion/quemados -vivos-20081119. html

Una noche más de maltrato animal. PACMA denuncia con un vídeo el sufrimiento de un animal durante el llamado 'Toro Jubilo', en el que el astado permanece atado por los cuernos a un poste para instalarle con mayor facilidad un armazón de hierro sobre el que prender las llamadas "bolas de pez", elaboradas con estopa, aguarrás y azufre.


https://ww.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=sKLn8uGCguk

Esta práctica es absolutamente antinatural, el fuego causa pavor a todos los animales ya que este es instintivamente identificado como una señal de peligro, por lo tanto el toro intenta desesperadamente apagar el fuego que le arde en los cuernos. El liquido inflamable que ha sido untado previamente, imposibilita que el fuego se apague.

Las consecuencias de esta práctica son terribles para los toros. En primer lugar, lógicamente, el toro se quema. Aunque los defensores de los toros embolados digan que esto no es cierto y que al toro se le unta barro en el lomo para evitar que se queme, el barro se seca y se desprende, con lo cual las chispas que se desprenden, queman al toro en la cara, en el lomo y en los ojos. Los cuernos también son un área sensible, que al calentarse provocan un terrible dolor.

Los toros intentan desesperadamente apagar el fuego que les han prendido en las astas, ante las dificultades que padecen, los toros pueden dislocarse el cuello o desnucarse debido a los movimientos bruscos provocados por el pavor y la desesperación.

Los toros de fuego sufren, especialmente, daños psicológicos, por esta razón no es extraño que en algunos casos los toros intenten poner fin a este martirio suicidándose, despeñándose o lanzándose contra una pared.
https://ww.animanaturalis.org/p/594

¿Y a este maltrato a un animal indefenso de cientos de personas se le puede llamar festejo?