A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD
Virgen de La Soledad
rendido de gozos vamos,
en las rosas de tus manos
se ha muerto tu voluntad.
Cruzadas con humildad
en tu pecho sin aliento,
la mañana del portento,
tus manos fueron, Señora,
la primer cruz redentora
la cruz del sometimiento.
Como tú te sometiste,
someterme yo quisiera,
para ir haciendo la vida
con sol claro o noche triste.
Ejemplo santo nos diste
cuando en la tarde decaída,
la soledad dolorida
por los senderos mostrabas,
tocas de luto llevabas,
ojos de paloma herida.
La fruta de nuestro Bien
fue de tu llanto segada,
refugio fueron y almohada
tus rodillas de su sien.
Otra vez como en Belén,
tu falda cuna le hacía,
y sobre Él tu amor volvía
a las angustias primeras...
Señora si tú quisieras
contigo le lloraría.
José María Pemán
diusteño