Villanueva de San Juan - Sevilla

Salimos todos los sábados. El druida nos lleva en coche hasta uno de los aparcamientos del parque natural (¡es un druida moderno, pero druida de verdad!) Bajamos del coche y alguien pregunta ¿Dónde vamos hoy? El druida muy serio revela el destino del día. Este druida es como los lagartos, hasta que no se calienta un poco no acaba de despertarse, en algún momento, ajeno a la conversación que llevemos, toca una planta y dice –mira que bien huele la ajedrea esta- o -este año los madroños están tardando en madurar –. Se podría decir que hasta ese momento no ha empezado verdaderamente la excursión, a veces la discusión. De todas maneras el druida es poco hablador.
En todos los recorridos que hacemos hay un árbol singular, una fuente, o una cueva, donde paramos a darnos un respiro, beber o mear, es un ritual que llevamos a cabo sin proponérnoslo, es como si la cueva la fuente o el árbol nos invitara a ello, cuando el druida da por acabado el receso continuamos hacia el destino, casi siempre un lugar emblemático del parque, unos salientes rocosos refugio de pastores y ganado en otro tiempo, una cueva bastante oculta que hicieron servir como hospital de sangre en las guerras carlistas, u otros. En ese momento el bardo (también hay un bardo entre nosotros) que no un bardo poeta sino un bardo cuentista, con todo el sentido que tiene la palabra cuentista en la actualidad, comienza con sus cuentos. Que es una manera elegante de decir, sus mentiras. El historiador (también hay un historiador) que además de historiador es castellano y muy poco dado a la fabula, no sé si por historiador o por castellano, discute con el bardo, y el hortelano que antes fue jefe de almacén y siempre ha sido “normal”, le podríamos llamar el pragmático, siempre dice – menuda panda con la que yo me junto.
Volvemos al coche diciendo las mismas tonterías de siempre, el bardo que no calla el historiador que le corrige, el pragmático que se da un golpe con una rama en la cabeza…., al druida se le ha olvidado de decir -¡ojo con esta rama!- y así cada sábado igual.
En el coche el druida pone música, se le ve mas comunicativo, después de estar un rato al sol está más animado.
Y como es normal siempre terminamos en el bar. ¡Estos son, los montañeros puretas!

Veo que ese grupo de montañeros puretas se los pasa bien todos los sábados. Se ve que tienen unos sitios magníficos donde disfrutar. Me ha llamado la atención esa acepción de la palabra bardo, ya que aquí, en este pueblo solamente se emplea, y cada vez menos, en la de tapia o valla que separa los corrales. No recuerdo haberla oído para llamar al poeta. Todos los días se aprende.Gracias por el relato. Saludos, J. Ruiz Q.

Este bardo de los puretas es bardo de corral. Lo que pasa es que está desubicado