Paradas - Sevilla

El capitalismo es un sistema
que se basa en la explotación
de la clase trabajadora
a manos de una minoría de la
sociedad, aquellos que poseen
los medios de producción, es
decir, los capitalistas. El poder de
esta minoría sobre la mayoría es
garantizado por el estado que es
el instrumento por el cual una
clase impone su dominio sobre
otra.

El aparato ideológico del estado
-la televisión, la prensa, la educación,
la familia, la Iglesia, etcgarantiza
la difusión de los valores
e ideas de la clase dominante
con objeto de impedir la concienciación
política y por consiguiente,
la lucha de la clase trabajadora.
El aparato ideológico tiene,
por tanto, una función preventiva.
Su misión es evitar el levantamiento
de la clase dominada.

A pesar de que el capitalismo ha
perfeccionado notablemente este
aparato, en algunas ocasiones -
los momentos en que se producen
crisis revolucionarias- su control
social no puede ser garantizado
sólo por el dominio ideológico.
Es entonces cuando recurren al
aparato coercitivo -ejército, policía,
Guardia Civil, etc- mediante
la represión violenta de cualquier
movimiento que desestabilice el
dominio de los capitalistas.

En condiciones normales, los
capitalistas dominan mediante la
democracia burguesa. Existen
libertades formales, se puede
votar, hay partidos y sindicatos,
etc. Aquí el aparato dominante es
el ideológico. Los poderosos
mantienen domesticadas a las
cúpulas sindicales y comprados a
los políticos de “izquierdas” y todo
esto se traduce en un bajo nivel
de conciencia de las masas de
trabajadoras, en el aislamiento de
la vanguardia revolucionaria y por
consiguiente, evitan la posibilidad
de cualquier levantamiento social.

El fascismo

El fascismo,
descansa en una primera etapa,
en un movimiento de masas, es
decir, cuenta con apoyo social.
Expliquemos esto. El fascismo
sólo se puede dar en períodos
revolucionarios, en períodos de
grandes crisis sociales, cuando
no es posible ningún arreglo pacífico
entre las clases, cuando la
salida no puede ser otra que o
fascismo o socialismo.
O lo que
es lo mismo o victoria de la reacción
o victoria de la revolución.

La burguesía, en estos períodos,
juega a dos bandas. Por un
lado, mantiene la apariencia
democrática -parlamento, partidos,
etc- y por otro, apuesta cada
vez más por el fascismo.

Cuando el partido fascista
adquiere una fuerza de masas, la
burguesía liquida a los demás
partidos burgueses y concentra
todo su apoyo en el partido fascista,
con objeto de facilitar su llegada
al gobierno. Pero esta es la
última fase en su estrategia de
toma del poder. Antes de esto, los
fascistas intentan dominar la calle
fomentando el terror con sus
acciones -palizas, intentos de
asesinato, atentados, etc-. En un
principio, estas acciones tienen
un carácter individual y van dirigidas
contra revolucionarios, minorías
étnicas, gays, indigentes, etc.
Más adelante conforme avance el
proceso sus ataques van dirigidos
hacia las organizaciones obreras,
sus sedes y actividades.

Una vez que el partido fascista
alcanza el poder, el proletariado
es duramente reprimido. Sus
organizaciones desaparecen y
son perseguidas y no sólo sus
líderes, si no cualquier militante
es objeto de detención, tortura y
asesinato. Los capitalistas se
deciden por la opción fascista
cuando la supervivencia del capitalismo
capitalismo
entra en contradicción con
la existencia de un movimiento
obrero organizado.

Democracia Nacional DN
está dirigido por el líder
fascista Ricardo Sainz de
Ynestrillas y había convocado
una manifestación
racista en Usera, un
barrio popular de Madrid,
habitado por una numerosa
colonia de inmigrantes.

La manifestación fue autorizada
aún a sabiendas de que su
intención no era otra que la de
provocar a los ciudadanos.

No ha sido ninguna pelea entre
bandas rivales como presentaron
algunos informativos. Ha sido un
asesinato de corte fascista,
intencionado y brutal.

2000 agresiones racistas y fascistas
se han producido en
España en lo que llevamos de
año y se calcula en unos 10.000
los descerebrados que forman
parte de las bandas neonazis y
racistas.

Estos crímenes cuentan con la
pasividad -cuando no la complicidad-
de gobiernos y jueces que
invariablemente reducen el fenómeno
violento de la ultra-derecha
a “hechos aislados” y “peleas
entre pandillas”.

Muchos de estos salvajes se
agrupan desde muy jóvenes en
peñas ultras de fútbol donde son
captados y convertidos en potenciales
asesinos, sin que se actúe
desde los clubs o la policía. Cada
domingo los estadios aparecen
llenos de simbología neonazi y
xenófoba, burlando la ley del
deporte que prohíbe la exhibición
de estos símbolos.

El asesino ha resultado ser un
militar. Como en otros crímenes
parecidos, de nuevo aparece la
vinculación de las bandas nazis
con sectores del aparato
del estado.

Pero todo esto no nos
sorprende. Ningún estado burgués
del mundo en la historia
ha luchado de verdad
para impedir el desarrollo
y mucho menos erradicar
a los grupos fascistas.

Sólo la movilización
contundente y masiva
puede parar a los fascistas.