Paradas - Sevilla

"Oh Asclepios, oh deseado, oh invocado dios, ¿como pues podría conducirme dentro de tu templo si tú mismo no me conduces a él, oh invocado dios que sobrepasas en esplendor el espledor de la tierra y de la primavera? Y esta es la plegaria de Diofanto. Sálvame, oh dios socorredor, sávame de esta gota, que sólo tú lo puedes, oh dios misericordioso, sólo tú en la tierra y en cielo. Oh dios piadoso, oh dios de todos los milagros, gracias a ti he sanado, oh dios santo, oh bendito dios, gracias a ti, gracias a ti, Diofanto no caminará más como un cangrejo, sino que tendrá buenos pies como tú has querido."

Es una de tanta inscripciones que aún puden leerse en las lápidas del templo de Epidauro. Sin duda la fe mueve montañas, y las rogativas, promesas y peticiones, son viejos compañeros de la relación entre hombres y dioses. Apuesto que seguirá siendolo, aún cuando los milagros sean explicados suficientes con argumentos absolutamente terrenales. Otra cosa bien distinta es cuando sustentando en este irrefutable hecho, se trata de dar un cuerpo orgánico y un fundamento "legislativo" (religión), a tal natural sentimiento. Es ahí donde, a mi parecer, estriba el problema. Y cierto es que desde que el mundo es mundo, así ha sido. En verdad es una gran contradicción (incluso diría que cínica contradicción), que los problemas de la religión sean achacados a la perversidad de los hombres, equivaldria a de decir que la no bondad de de un medicamento es imputable al cuerpo humano. En fin, no quiero extenderme más...
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