SOCRATES...... 1ª entrega “Doy gracias a Dios – escribió Platón- por haber nacido griego y no bárbaro, hombre y no mujer, libre y no esclavo. Pero sobre todo le agradezco el haber nacido en el siglo de Sócrates.” Sócrates es ante todo uno de los rarísimos casos de modestia premiada. Premiado no precisamente por sus contemporáneos, que lo condenaron a muerte, sino por la posteridad, que ha reconocido la inmortalidad de las obras que él no escribió porque fueron sus discípulos los que se tomaron esa molestia. En torno a él, los había de todas las edades, condición e ideas: desde el aristocrático y turbulento Alicibíades hasta el noble y compuesto Platón; desde Critias el reaccionario hasta Antístenes el socialista, y por fin hasta Arístipo el anarquista. Cada uno de ellos vio y describió al maestro a su manera. Diógenes Laercio cuenta que, cuando Sócrates leyó la semblanza que de él había escrito Platón, exclamó: - ¡Caramba, cuántas mentiras ha contado sobre mí este jovenzuelo¡-. Es de creer, en primer lugar porque nadie – ni el mismo Sócrartes, que, sin embargo, fue el hombre que con más ahínco lo intentó- logra verse a sí mismo, o por lo menos verse como los demás lo ven; y, además, porque cada retratista atribuye a su personaje no sólo lo que ha dicho y hecho, sino también todo lo que hubiese podido decir y hacer, en lógica coherencia consigo mismo. Breno, el jefe galo, seguramente no pronunció la famosa frase “vae victis” (¡ay de los vencidos¡), entre otras razones porque no sabía latín. Mas aquella frase, en su boca, queda bien y le caracteriza. Las buenas biografias están constituidas casi todas con anécdotas falsas en su mayor parte, pero lo importante es que tales frases, de tales retratos, se deduzca un carácter verdadero. Su padre había sido un modesto escultor, acaso poco más que un picapedrero, aunque después, no se sabe muy porqué y con qué fundamento alguien le haya atribuido las tres Gracias que se elevan junto a la entrada del Partenón. Como quiera que fuere y aún cuando el hijo hizo sus pinitos en oficio del padre, sentíase, no obstante, más cerca del de la madre, que era comadrana y de la cual decía medio en serio, medio en broma: “también yo ayudo a parir a los demás, no hijos, sino ideas.” Y en verdad, esta fue su única vocación y su única actividad durante toda su vida, cosa que como es de comprender, no la haría mucha gracia a sus papas, pues no parecía que eso de estar todo el día holgazaneando, inquiriendo a los demás, evadiendo el trabajo y la escuela, fuese una forma acertada de labrarse una porvenir. Pero el hecho es que el zángano no se inclinaba por una posición. No era rico, pero tampoco pobre del todo, pues a la muerte del padre heredó de éste la casa y sesenta minas, o sea, una cantidad modesta pero considerable, la cual confió a su amigo Critón para que la invirtiese. Contaba vivir de la renta porque tenía pocas necesidades. Aristóseno de Tarento, cuenta haber oído decir a su padre, al cual conoció personalmente, que Sócrates era un ignorante borrachín cargado de deudas y dado a los vicios, ¡vamos, un tipo reondo¡. Efectivamente, la sola educación que había cuidado había sido la militar y deportiva. Llamado a las armas en la guerra del Peloponeso, se había mostrado buen soldado, resistente, disciplinado y valeroso. Por lo visto, en la batalla de Potidea fue él quien salvó la vida de Alcibíades, su joven amigo, más no dijo nada para no comprometer la medalla al valor que le fue concedida; Y en Delio, contra los espartanos, que eran soldados de mucho cuidado, fue el último de los atenienses en ceder terreno. …SEGUIREMOS
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