EL GENERAL EN SU LABERINTO. ¿PERO QUÉ GENRAL? El general pasea por las calles de Sevilla, levitando a pesar del peso tremendo de sus testículos: ¿Política? Eso ya no se usa. Por mis cojjones yo arreglo este país. Yo el salvador de España. Yo, con el uniforme de cadete; yo, en una tienda de campaña en Marruecos; yo, general de brigada; yo, capitán general de Valencia; yo, dictador de España; yo y mis cojjones, mis cojjones y yo. Por las calles de Sevilla recibe aplausos y glorias y manos femeninas le arrojan juncias y romero. Llega al casino donde le esperan sillones mojados de sudor de cabbrones que apesta a vegueros y hombría con ese olor a semen último: es la “domus viri”, con su escaparate de machos viejos y babosos para ver pasar a las hembras. Qué bravura y qué temple, se nota que le pesan los cojjones, la entrepierna henchida de tanto tocarse los genitales inmensos. La política en España ha sido siempre de testículos de tonelaje. Luego se marcha muy satisfecho con el olor a semen de macho español que hay en ese casino de patriotas. Al general se le hinchan aún más los testículos con el aroma de los carajos de rancio abolengo y con los escotes temblorosos de las muchachas que lo miran como a un verdadero salvador de la patria. SALUDOS A LAS MOCITAS PINTURERAS Y A LOS ÚTEROS RANCIOS. ¡JESÚS QUÉ REPELÚS!
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