Martín de la Jara - Sevilla

El terrible desastre humano y material que ha arrasado Haití, ha puesto una vez más de manifiesto ante el mundo el horror y el sufrimiento extremo de millones de personas tras un terremoto. Miles de muertos, heridos y hambrientos, en medio del abandono, la destrucción y el caos más absoluto, no sólo debe llevarnos a exigir con firmeza que la ayuda internacional llegue de forma urgente a toda la población, sino que debe ser también motivo de reflexión, de enérgica denuncia ante las verdaderas causas que derivan hacia este tipo de desastres, y sobretodo de compromiso real.
Sería muy lamentable que dentro de pocos días la situación vuelva a caer en el más absoluto olvido como pasa con la mayoría de los desastres que los países empobrecidos padecen.
Nadie puede evitar que un terremoto ocurra, pero sí se pueden hacer muchas cosas que nunca se han hecho. De estas injusticias no debemos responsabilizar a la Naturaleza, sino a los seres humanos, y es que, especialmente Haití, acumula ya demasiados desastres en su historia.
Haití es una víctima más del imperialismo, del colonialismo y de la explotación de su territorio, donde sus habitantes han vivido subordinados a intereses políticos, económicos y financieros externos. Sus gobiernos se han caracterizado por unas instituciones corruptas al servicio de esos intereses. La violencia social ha imperado a lo largo de sus 206 años de historia.
Por una parte han actuado sus propios dictadores, como fue la sanguinaria saga de los Duvalier y sus criminales, que duraron 30 años, desde 1957 a 1986, pero el poder de éstos no hubiese sido posible sin el vergonzoso papel que jugó en su día el colonialismo francés.
Por otra, Estados Unidos con su hipócrita teoría de “defender la democracia”, solo buscaba reforzar a los caciques que favorecieran los intereses económicos norteamericanos. De hecho, Haití sigue siendo una especie de protectorado desde que fue invadido militarmente para cobrar las deudas que mantenía con Citibank y para controlar los beneficios de las plantaciones.
Mientras tanto, la miseria y el hambre campean por el país, situándolo como el más pobre del continente americano y entre los últimos del mundo, con una población que intenta sobrevivir con menos de un euro al día. En esas circunstancias, cualquier fenómeno natural se convierte en un desastre.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de los campesinos han abandonado los campos y han emigrado hacia Puerto Príncipe, hacinándose en enormes suburbios, donde se han producido la mayor parte de las víctimas del terremoto. Por otra, las multinacionales han arrasado el 98% de los bosques, dejando el terreno expuesto a deslizamientos y movimientos de tierra.
A ello hay que sumar, la fragilidad de las construcciones, la carencia total de infraestructura, o la inexistencia de servicios sanitarios básicos que respondan a una emergencia.
El hecho de que sean siempre los más pobres los que sufren las peores consecuencias de los desastres, tiene unos causantes directos. Son aquellos que mantienen este modelo económico y productivo que solo busca los intereses económicos, financieros y políticos de unos pocos, sin importarles la destrucción de los recursos naturales ni el derecho a vivir dignamente de cientos de millones de pobres.
Nuestro posicionamiento ante la globalización económica, el calentamiento global del planeta, el cambio climático, la desertificación y la degradación ambiental no puede permanecer en silencio.
Un desarrollo injusto fortalece los peligros o construye nuevas amenazas. El crecimiento económico y productivo no puede ser a cualquier precio, ni situarse por encima del desarrollo humano sostenible, el ambiente y la vida de las personas.
Por ello, la reconstrucción sobre el desastre debe enfocarse hacia la mejora de la calidad de vida, la eliminación de la pobreza, la creación de empleos dignos y el desarrollo socioeconómico. Estos objetivos nos comprometen a luchar por construir una nueva consciencia social. Mientras esto no ocurra, creer que la actuación de los Estados y los Organismos Internacionales resolverán el problema es como creer que el zorro va a cuidar las gallinas.

Hola a tod@s, soy un jareño que acabo de venir de la gala de jareños con haití. Estoy emocionado no solo por ver tantas gentes apoyando y mostrando su solidaridad. Me ha hecho recordar tiempos atrás, ver tanta juventud detras de la barra, rifando papeletas, que bonita unión como en mis tiempos, aquellos tiempos de la ``CHOZA´´, las navidades de la ``COMARCÁ´´ toda la juventud unidad, sin politica solo la buena fé, doy las gracias al alcalde por hacerme sentir de nuevo joven y darle a este pueblo un giro de 180 grados. Gracias MESA a tí y a tu corporación

¡UN SALUDO!

Esta demostrando ser no ya el mejor alcalde de toda la historia de la Jara sino de toda la comarca.Gracias Mesa por unir al pueblo en un acto tan noble.

Un OLEEEEEEEEEEEEEE, MUY GRANDE POR LOS JAREÑOS Y JAREÑAS, SE NOTA LA BUENA GENTE Y CUANDO DUELE LA DESGACIA DE UN PUEBLO. TENGO QUE DECIR QUE AYER FUE UNA MUESTRA DE SOLIDARIDAD GRANDE, GRANDE POR PARTE DE NUESTRO PUEBLO, QUE AMBIENTE TAN SANO Y QUE ALEGRIA VER A TANTOS/AS JOVENES IMPLICADOS EN QUE SALIERA TODO BIEN, GRACIAS POR LA INICIATIVA DEL AYNTAMIENTO Y GRACIAS A LOS NEGOCIOS Y TODOS Y TODAS QUE COLABORAMOS.

NO me creo que nadie que participara en la choza, que supiera como se hacian las cosas en la choza pueda dar las gracias a un alcalde en lugar de darselas a los cientos de personas que han trabajado. Como desde hace muchos años unso trabajan por las cosas y otros intentan aporovecharse del trabajo de otros para seguir viviendo del cuento de la politica el y to los que lo rodean y que tan agradecio le estan

oleeeeeeeeeeeeee siempre viviendo del trabajo de los demas y asi lleva 30 años viviendo del cuento de la politica.Por cierto que le pregunten que hacia el mesa en la choza porque dicen q se ofrecia pa comprar las bebias para encaergarsela solo a unoooooooooo. ¿Sabeis quien era ese uno?