Cambiar de gafas para mirar el Mundo Hasta hace bien poco, cuando se les preguntaba a las personas mayores de los países “desarrollados” si creían que sus hijos e hijas vivirían mejor que ellas, la gran mayoría respondía que sí. Desde hace poco, cuando se le pregunta a la gente no tan mayor si cree que sus hijos e hijas vivirán mejor que ellos casi nadie se atreve a decir que sí. Quizá porque em piezan a intuir los daños que la “civilización” está causando al planeta. A pesar de las constantes alabanzas a la tecnología y al progreso, realizadas sobre todo en los medios de comunicación, existe la sospecha, cada vez más extendida, de que no se puede continuar con este modelo de producción y consumo por mucho tiempo. Comienza a atisbarse la idea de que se están superando límites que nunca tendrían que haberse ignorado ni traspasado. Las percepciones básicas sobre el deterioro de los ríos, los valles, los pozos, los suelos, las costas, el aire, los bos - ques, los animales, los ecosistemas, chocan con la celebración de la tecnología y el desarrollo, creando un sombra de inquietud en los países enriquecidos y un desgarro en los empobrecidos. Las soluciones que se proponen suelen ser siempre las mismas: construir más infraestructuras, desarrollar tecno lo - gías complejas, aumentar la producción, estimular el creci - miento... Con ello tal vez se podrán resolver, según se dice, algunos de los daños. El resultado, sin embargo, es que el deterioro ecológico crece a una velocidad cada vez mayor. Quien ha tenido que caminar con barro cada vez que llovía está encantado con el asfalto y verá siempre bien nuevas ampliaciones de la superficie asfaltada, porque hasta hace poco lo que sobraba era tierra. Quien ha tenido que acarrear a sus espaldas leña desde lejos todos los días, está encantado con su camión y verá con complicidad que haya cada vez más camiones acarreando objetos de acá para allá. Quien ha lavado pañales en un lavadero con temperaturas próximas a la congelación estará encantada con la caldera de gas, y no le parecerá mal que esté todo el día encendida. Las mejoras vividas o percibidas han afianzado los esquemas (las “gafas”) con las que miramos la realidad. Si algo es bueno, pensamos, entonces más de lo mismo será mejor. Desde esta lógica es posible ver con buenos ojos la movilidad creciente, la producción creciente, el consumo cre ciente, el comercio internacional creciente, y por su - puesto el crecimiento continuado. Pero la Tierra no es creciente sino dinámicamente estable. Y ya ha enseñado sus límites. Las dificultades para extraer petróleo en las mismas cantidades que en el pasado, la fuerte reducción de la biodiversidad, el cambio climático generado por el ser humano, la contaminación de los océanos, la cementación y desertificación de una parte creciente del territorio son signos de los límites de la biosfera. … Desde luego no basta con cambiar las gafas para modificar la realidad, pero unas buenas gafas permitirán otear mejor el horizonte para saber hacia dónde dirigirse y por qué camino. Lo vi interesante y copio y pego por si os gusta. Un saludo |