El Athletic obtiene mayoría absoluta y aplasta a un Sevilla inoperante e incapaz que se arrastra al son de los equipos con los que se enfrenta. Otra nueva derrota del Sevilla, que no por esperada deja de ser importante. Muy importante. No ya por la cantidad de objetivos que semanalmente se pierden, sino porque supone un nuevo golpe a la dignidad del aficionado sevillista. Una dignidad menguada por la cantidad de varapalos recibidos durante la campaña, y sobre todo porque el equipo no encuentra respuestas a su delicada situación deportiva y social. Así trabaja el Sevilla, tirando por tierra anhelos e ilusiones. Abofeteando en cada encuentro al seguidor que quiere ver las evoluciones de su equipo. Sin duda, vergonzoso el espectáculo que hay que presenciar cada vez que el balón echa a rodar en un partido del Sevilla. Seamos conscientes de la dimensión de un equipo que no da para más. Un pleno de desaciertos colectivos. Una cúpula del club que no cuantifica el grado de daño que le está propinando a este club. Este club está roto, quebrado. Todas su líneas producen terror, y el sevillista, un día más, no sabe a qué atenerse. Todo sale mal, y gracias a la gestión tan desastrosa que tanto su presidente como el chirigotero sacuden a todos los niveles, el seguidor nervionense no sabe a dónde acudir para superar su eterna depresión deportiva. Hoy el Athletic ha aterrizado en Sevilla sabiendo qué tenía que hacer para derrotar a uno de los peores conjuntos andaluces que militan en el fútbol profesional. Este Sevilla ofrece miseria y mediocridad allá por donde va, y hoy no ha sido un ejemplo distinto de lo que un conjunto medianamente serio no debe hacer. Qué vergüenza pertenecer a este club manejado por gente que sin conocimientos dilapidan su patrimonio social. Marcelino ha perdido los papeles y no desea otra cosa que termine la liga, si es posible manteniendo la categoría, y marcharse de aquí. No hay equipo para más, y eso lo saben los aficionados que pagan los abonos más caros de España. Un cúmulo de sinsabores que tienen como resultado la miseria, la escasez, la desventura y el infortunio. Se vendía una presunta recuperación deportiva, pero el producto de ello ya se ha visto: un Sevilla a la deriva, sin saber por dónde meter mano a un Athletic con raza. Con orgullo. Precisamente, todo el que la falta a su afición, perturbada, dolida, defenestrada y echada a perder, gracias a todo lo negativo que le rodea. No es momento para jugar con diez defensas, y las consecuencias de ello se traducen en una derrota sin paliativos. Este equipo da grima, y eso lo saben sus seguidores, que buscan aliento entre partido y partido en otros conjuntos que sí ofrecen espectáculo como premisa de su prestigio y solidez. Ese aliento, que falta, no es fácil encontrar, pero el sevillista se aferra a ello. Como muestra de lo que un club debe ser, tenemos, sin ir más lejos, al Real Betis Balompié. Porque es muy distinto hacer las cosas bien o mal. Qué diferencia de trato a una afición y otra. Es verdad que no se viene haciendo el trabajo como ha de hacerse. Nadie está en su sitio. El presidente escupiendo soberbia por donde pasa, y tildando de antisevillistas a todos aquellos que critican la desastrosa marcha del equipo. Un aficionado que se siente huérfano porque no tiene a nadie que lo represente con garantías. Un chirigotero, por otro lado, que no hace más que fichar a gente que no tiene idea de lo que es jugar al fútbol. Sus últimos ejemplos son claros y obtusos. Y una plantilla que deambula por el césped con el único objetivo de que llegue el final del partido. El Sevilla se ha llevado la paliza semanal (1-2), lo cual no sorprende después de la trayectoria que este equipo lleva ofreciendo durante los últimos años. Como siempre, el que menos culpa tiene de todo, es el que sufre. El sevillista que intenta ver algo nuevo, pero que se encuentra domingo tras domingo con el mismo muro de la mediocridad y vulgaridad. Está claro que la cosa marcha mal futbolística y socialmente hablando. Qué se puede hacer para paliar tanta mediocridad ¿? Es la pregunta que se hacen todos los seguidores sevillistas. La respuesta: absolutamente nada, a mal que me pese. Todo está negro, y nada que haga estas alturas puede ser positivo. Todo se reduce a esperar que pasen los minutos y perecer. Un gestor como su presidente, incompetente que ha visto como el club cae y cae. No hay camino de salida, y la burla ha dejado paso a la insensatez, para ir cogidas de la mano hasta que alguien con criterio pueda dirigir el destino de un Sevilla que no se merece este tipo de dirigentes. Se merece algo más. Un resultado claro y contundente que no deja lugar a dudas. 1-2 y poco más que añadir. Muchos afirmaban, con el presidente y el chirigotero a la cabeza, que la solución pasaba por un cambio de entrenador. Ahí está Marcelino. Tenía poca credibilidad cuando llegó a Sevilla. En realidad, se sabía a lo que venía. Pero aún así, los lumbreras que no han sabido ni planificar al equipo durante cuatro años recurriendo siempre a la improvisación, le otorgaron confianza y lo ficharon. Ahí tienen el resultado. Un equipo roto, fracturado, destrozado, menguado, abandonado a su suerte…. Lo siento de veras por los aficionados, pero la única realidad es que no se puede hacer peor. Lo sacan del terreno de juego cada domingo, y no hay respuestas. Salvar la categoría cada vez está más difícil. El Sevilla, definitivamente, da pena. |