La Algaba - Sevilla

Estafado. Engañado. Hundido. Vilipendiado. Asqueado. Burlado. Impotente. Así se encuentra el aficionado del Sevilla desde las postrimerías del jueves. Y con razón. Porque ya se sabe sin ningún género de duda, y estamos en agosto aún, que por muy bien que discurra el presente ejercicio liguero, la temporada está finiquitada nada más comenzar. Como también lo está el capítulo de ingresos referentes a competiciones internacionales, y que tanto se añoraba para poder atender a los gastos de explotación. Una competición que ya ha desaparecido del coso nervionense y que viene a significar que la gestión deportiva e institucional ha tocado fondo de nuevo. Pese a que ganarla no significa nada dado el escaso nivel competitivo de los equipos que la disputan, esta Europa League hubiera garantizado una serie de recursos que dada las altas fichas de los futbolistas sevillistas, unido a la tremenda decepción que durante los últimos tiempos ofrece este equipo hacia los suyos, se va a traducir en una escasez de fondos que pone en tela de juicio la liquidez de las arcas sociales. Es por ello que la presente temporada se presenta como una incógnita en lo que se refiere a la economía de guerra que viene practicando el Sevilla.

Un presupuesto totalmente desequilibrado a causa de la penosa imagen ofrecida durante los últimos tiempos. Por tanto, se puede afirmar categóricamente, que la palabra que desde ya definirá la trayectoria del Sevilla durante esta campaña se transcribe con estas sencillas letras: f r a c a s o . Una concatenación de fonemas que deja muy a las claras el porvenir de este club llamado a navegar por donde tiene acostumbrado a lo largo de los años a su afición, que no es en otro sitio distinto que en aguas muy cercanas al desencanto. Una simple frase resume el sentir sevillista: todo ha acabado antes de empezar.

Pobre gente. Y es que durante esta temporada, ya no podrán enfrentarse a conjuntos de la talla del Vorska Poltrava o Metalist ucranianos, Shamrock Rovers irlandés o Vaslui rumano. Así las cosas, al sevillista no le queda otra que apechugar con un equipo ramplón e inoperante durante todo el año, pagar los abonos más costosos de España, y soportar estoicamente los delirantes discursos de un presidente que ha perdido completamente el norte, la cordura, y posiblemente hasta su posición dentro del Consejo de Administración a causa de sus imputaciones judiciales. No es de extrañar que a causa de todos estos vaivenes emocionales, y junto a su manifiesta carencia de estilo, incluso haya creído conveniente lucir barba de una semana, en el enésimo intento de llamar la atención con extravagancias totalmente ajenas al asunto por el que precisamente se encuentra capitaneando la nave sevillista: el futbol. Primero un sombrero, ahora la barba. ¿Qué será lo siguiente, un disfraz a rayas blancas y negras de preso? Todo es posible.......

O quizás todo se deba a un cambio de look, asesorado por Monchi el chirigotero, en un intento desesperado por adular a su amo siempre que éste asegure su continuidad en el club sevillista un año más, a pesar de su ineptitud manifiesta para confeccionar una plantilla de garantías. No es de extrañar, por todo ello, que el Real Betis cuente con una masa social infinitamente más comprometida con su club. Para muestra, el mejor ritmo de venta de abonos del club referencia en toda Andalucía: el verdiblanco. Y es que no se puede tratar peor a un aficionado que ya no encuentra motivación ni siquiera para encender el aparato de radio y sintonizar cualquier programa deportivo, o para abrir la prensa diariamente y ojear la información del equipo de la poca fuerza y coraje. Apatía es la palabra.

Desinterés por un proyecto caduco ya en sus inicios. La grada dictó sentencia el jueves. De ahí los gritos hacia el palco y cuerpo técnico. Se acabaron los días de vino y rosas creyéndose ser alguien que durante cien años de historia nunca se fue. Todo lo contrario que ocurre en Heliópolis, donde todos van a una. Este equipo no vale ni para estar escondido. Bochornoso espectáculo el ofrecido a la afición. Crisis institucional en el club. Cataclismo sin reacción.

Esta son algunos de los comentarios que los aficionados sevillistas se dirigen hacia su interior, aunque a alguno de ellos les queda aún algún gramo de fuerza para exteriorizar. Muchas interpretaciones, pero todas con un denominador común: desastre. De nuevo, y ya van muchas veces seguidas, un nuevo descrédito ha llamado a la puerta del Sevilla. Es verdad que el jueves se podría dar por perdida la eliminatoria, porque no hay ni equipo ni ganas de pelear por nada importante desde hace ya mucho tiempo. Pero lo que un aficionado que se vista por los pies no puede tolerar, y eso está claro, es que se pisotee el escudo de la institución de la manera en que se hace tan frecuentemente.

No salieron once futbolistas al terreno de juego, sino un puñado de perdedores. No sólo frente al cuadro teutón, y eso hay que decirlo. Siempre. Este club sufre un trance de juego y resultados que recuerda muy mucho al de otras temporadas que ha terminado con los hocicos en segunda división. No quiero inquietar al sufrido aficionado, pero esto ya es intolerable.

No empezó bien la eliminatoria en Alemania. El Hannover, un don nadie, anuló literalmente al Sevilla en todas sus líneas. Un 2-1 que se antojó muy corto a tenor de lo que se comprobó dentro del terreno de juego. No se jugó a nada, y los deberes se dejaron para la vuelta. Una vuelta en la que se esperaba con ilusión la remontada. Como se hacía presagiar una vez más, la cúpula de Nervión no escatimó en esfuerzos para superar el ridículo que se hizo en Copa frente al Real Madrid, y rápidamente, volvió a limpiar el polvo de su moderna maquinaria audiovisual, ofreciendo otro documento en el que se apelaba el orgullo del sevillista para sacar adelante la eliminatoria.

Otro video de cuarta en el que se vuelve a arengar a una afición destrozada por la inoperancia de los que una vez más piden apoyo y dinero para distribuirlo de una forma sencillamente inservible para los intereses del equipo sevillista. Esta vez, de nuevo, se demandaba calor humano. Además del video de turno, una docena de banderolas campeaban a ras del terreno de juego en los prolegómenos del encuentro, sostenidas por gente que seguramente tras el partido se apresuró a limpiarse con jabón verde y lejía las manos después de sujetar el emblema de un equipo que ha tomado la fea costumbre de triturar por sistema los sentimientos de una afición que es incapaz de mitigar el dolor que supone ver tocar la pelota a sus jugadores.

Un terreno de juego que presentaba un feo aspecto para la práctica del fútbol, pero que a buen seguro favorecía a los sevillistas, ya que quien destruye siempre resulta beneficiado. Ignoro si el pobre aspecto de la hierba responde al hecho de que en el Sevilla ya no hay ni un duro, y tienen que recortar gastos en este sentido, o todo se debe a un descuido como muchos otros que se producen en torno a la esfera deportiva en este club de pandereta que deambula a la deriva. Desde fuera, me inclino a pensar en lo primero. No hay dinero tras los estrepitosos desmanes y fracasos de las últimas temporadas, por lo que el Sevilla se ve forzado y obligado a ofrecer en directo semejante dejadez institucional con las cámaras televisivas como testigo del caos.

Mientras tanto, el presidente, con imperturbable, suficiente y alegórico rostro, observaba el devenir del choque, con un semblante en el que la tranquilidad dejaba paso poco a poco a la inquietud, y que de forma inequívoca dejaba entrever la metamorfosis que imponía sobre su desmedido ego el paso de los minutos sin un resultado a favor. Todo se teñía de oscuro, y la luz dejaba paso a las tinieblas a medida que el partido discurría sin un resultado favorable y lo que es peor, sin conseguir doblegar a un rival que sí sabía a qué jugaba. Al final, como se pudo comprobar, la catástrofe hizo acto de presencia otro año más para dejar la temporada lista para sentencia ya en el mes de agosto. Todo lo que venga a partir de ahora no podrá ocultar el fracaso otra temporada más.

Mi consejo al aficionado es claro: “Desencadénate de la mezquindad. Reflexiona. No pases más noches sin dormir por los disgustos que te ofrece como premio a tu lealtad el Sevilla. No hagas caso de vendedores de humo ni encantadores de serpientes. Deja de perder la ilusión en pretemporada. Olvídate de acabar el ejercicio justo cuando empieza, en agosto. Vente al Betis y disfruta del fútbol en todo su esplendor. Entra e infórmate”. No todos siguen el consejo, pero los que lo hacen, entran en la gloria, sin duda. Sólo hay que comprobar las tristes caras de los aficionados nervionenses cada vez que se juegan algo importante. La viva imagen del desencanto y la frustración. Una pena que esta pobre gentecilla sufra más de lo que lo ha venido haciendo en estas últimas temporadas.

En la puerta uno del estadio, una afición que espera sus futbolistas ávida por conseguir algún triunfo y recuperar un prestigio que hace años perdió, aunque no se sabe si para siempre o no. Gente que se asoma desde el mismo centro de modas anexo para divisar la llegada del bus que traslada a una plantilla totalmente impropia de un equipo que se hace llamar grande y que solo cosecha varapalo tras varapalo. Un trayecto, desde Los Lebreros hacia el centro comercial, que en muy pocas ocasiones finaliza con un final feliz. Pobres aficionados, que tienen que soportar estas calamidades. Aficionados que dejan su garganta (y billetera) a la entrada del equipo hacia los vestuarios a su llegada al campo de fútbol, pero que sólo recogen sinsabores y lamentos tras los partidos.

Y es que este Sevilla, de nuevo, no sabe a qué juega. Un centro del campo sin rumbo, una defensa que hace aguas y unos delanteros que no pueden disparar, porque simplemente corren tras el balón con la bandera del fracaso. Un fracaso que no ha sido capaz de atenuar ni Jiménez, ni Alvarez, ni Manzano, ni ahora Marcelino. El motivo es claro: no se le puede sacar más a una plantilla pobre y marginal. Un modelo de gestión deportiva obsoleto que no encuentra el camino. Futbolistas sin recursos técnicos ni tácticos. Un desastre, en definitiva.

Y el final, ya lo sabemos. El mismo guión, pero con distintos protagonistas sobre el césped cada año. Lágrimas de rabia. La triste realidad del sevillista. Esta vez no ha sido diferente. Un presupuesto que no cuadra. Unos ingresos que se agotan. Una liquidez que está en peligro. Un club que ya no podrá hacer frente a sus pagos con solvencia. Otro año a la basura. Y van muchos seguidos. Otro año igual…….

corbe habla de tu equipo y de lopera veras como te quedas sin paginas,por cierto y al malaga que le paso en el pizjuan?