Universidad En 1814, José María Blanco White, uno de esos españoles ilustres que merecen la pena, se preguntaba: “¿Cómo crecen las artes y la civilización en los pueblos?" Y la respuesta que daba el pensador sevillano era sugerente: "El reino de las leyes y del orden civil debe prevalecer. De las leyes nace la seguridad; de la seguridad, la curiosidad, y de la curiosidad, el saber". Sólo un país ignorante no se daría cuenta de la importancia del conocimiento, que no es únicamente un factor esencial para que avance la productividad, sino que cumple un papel determinante en la legitimación social de las decisiones políticas. Las leyes que no están avaladas por el conocimiento profundo de las materias que tratan son, en realidad, leyes huecas condenadas a morir de forma temprana. Esta banalización de la cultura y del conocimiento explica que la crisis se esté llevando por delante buena parte de los principios que se creían asentados. Y ahora hablar de cultura -incluso de conocimiento- es sinónimo de gasto público. Sin duda, por los excesos cometidos en el pasado. ¿Para qué sirve la Universidad? Lo relevante, por lo tanto, no es cuántas tasas hay que pagar o si la política de becas es la acertada, sino el papel que juega la Universidad en este momento histórico, pero este asunto no parece llamar mucho la atención. Se sigue considerando, como sostiene en este artículo el profesor César García, que las becas son ante todo un subsidio mayoritariamente estatal, una cantidad de dinero que se aporta al estudiante a fondo perdido, que permite a los más pobres y, casi por derivación, a los mejores poder estudiar. Pero las subvenciones no son un fin en sí mismas, sino un medio para lograr determinados objetivos. Y si no se sabe para qué sirve la Universidad, difícilmente se podrá conocer la utilidad de las becas. España está ensimismada en sus propias miserias y continúa enfrascada en pequeñas escaramuzas que no abordan los problemas de fondo. Pero este país cuenta con 50 universidades públicas y 31 privadas repartidas en 236 campus para atender a millón y medio de universitarios España está ensimismada en sus propias miserias, y en lugar de poner las luces largas para identificar el camino que debe seguir, continúa enfrascada en pequeñas escaramuzas políticas (la utilización de las becas con fines propagandísticos) que no abordan los problemas de fondo. Y que tienen mucho que ver con el hecho de que este país cuente con nada menos que 50 universidades públicas y 31 privadas repartidas en 236 campus para atender a cerca de millón y medio de universitarios. Y en las que se imparten a menudo las mismas disciplinas sin producir apenas valor añadido. Generando multitud de ineficiencias y duplicidades que sólo conducen al abatimiento general. Hablar de becas sin mencionar para qué sirven es un auténtico despropósito. Parce razonable pensar, por lo tanto, que antes de discutir sobre la cuantía de las becas, el país reflexione sobre qué tipo de Universidad necesita. Si centros masificados convertidos en una inmensa guardería de alumnos y profesores (mal pagados y desmotivados) o si opta por una universidad de excelencia -que no es lo mismo que una universidad de élites- destinada a romper las fronteras del conocimiento. Y el hecho de que ninguna Universidad española esté entre las 200 mejores del mundo refleja que este no es el camino. Con razón, Ramón y Cajal recuerda en sus memorias que los senadores romanos, cuando los bárbaros estaban a la puerta de Roma, seguían discutiendo sobre quién había creado la luz. No son los únicos. |