Gerena - Sevilla

Sería profundamente injusto que Javier Arenas abandonase el liderazgo del centro-derecha andaluz sin el amplio reconocimiento que merece su aportación a la ingente obra política de edificar un partido conservador y democrático sobre las inestables bases que heredó al hacerse cargo de la presidencia de PP-A. Estigmatizado por errores acumulados antes de su presencia activa, el Partido Popular arrastraba una serie de tópicos, fruto de su devenir histórico, que lo presentaba ante la ciudadanía como heredero del tardofranquismo. Nombres y cargos inevitablemente ligados al Movimiento Nacional integraban sus cuadros dirigentes, de suerte que en la inmensa mayoría de los pueblos de Andalucía la representación popular lo había sido antes de la dictadura.

En la memoria colectiva del pueblo pervivía la imagen de aquellos caciques y, lo que es más grave, de la represión de la postguerra así como del aislamiento social de los vencidos, mayoritarios en las tierras andaluzas. De padres a hijos se contaban las historias vividas en sus pueblos de los aguerridos falangistas desencadenando el terror, los fusilamientos ordenados por Queipo de Llano, las mujeres rapadas y una Iglesia bendiciendo la victoria de Franco.
Paciente, eficaz y calculadamente, Javier Arenas fue desmontando esa estructura con la que la nueva derecha democrática jamás podría haber conseguido ganar unas elecciones tal como ha sucedido este año. Seguramente, y por el hecho de no haber conseguido el Gobierno de la Junta, no se valora suficientemente lo que, con los antecedentes anotados, supone una auténtica proeza que debe ser señalada con piedra blanca en los anales de la política andaluza.

Otra cosa sería fruto de la mezquindad y falto del rigor exigible a los historiadores. Quienes nos tenemos por conocedores de la realidad social y antropológica de esta región del sur de España hemos de reconocerlo así, y sin titubeos.

Javier Arenas ha consagrado su vida a la política, desde su iniciación en las Nuevas Generaciones, su adscripción a UCD, su jovencísima presencia en el Consistorio hispalense y su fulgurante carrera en los gobiernos del PP como uno de los mejores ministros de Trabajo de la democracia y su designación para una de las vicepresidencias de Aznar. Difícil resulta en verdad encontrar caso parecido en nuestro régimen constitucional. A ello ha aportado esfuerzo, dedicación, honestidad y un sexto sentido que, cual brújula política, le ha ido haciendo acertar en la oposición andaluza y en el Gobierno de España.

Moderado en su pronunciamiento público, agitador del adormecido pensamiento conservador de Andalucía e incansable correcaminos durante décadas, en su mochila lleva el tesoro de la experiencia que, de una u otra forma, no deberá desaprovechar su sucesor. “Milagro es acertar la medicina”, le dice don Quijote a Sancho. Y acertada por Arenas en los últimos años cabe persistir en el tratamiento que el PP ha venido administrando a la derecha regional hasta el punto de haber sabido resucitar al enfermo terminal. Incluso aprendiendo de sus errores, que los ha tenido y algunos bien recientes. Sin estar escrito, el futuro político de Javier Arenas tiene aún muchas páginas por escribir. No habrá de sorprendernos que, habida cuenta de la obra que deja en Andalucía, Mariano Rajoy cuente con él más pronto que tarde, lo que solo vendría a hacer justicia a uno de los activos más singulares del Partido Popular.

https://logs.elcorreoweb.es/fcogimenezaleman/


Artículo de opinión de Francisco Giménez Alemán