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25-05-09 15:21 #2328229
Por:j37aci

Relato sobre la deriva de la Educación
Relato sobre la deriva de la educación.


Convengamos la evidencia de las siguientes verdades:
1. Sin conocimientos no hay saber.
2. Sin saber no hay formación.
3. Sin formación no hay educación.
4. Sin educación no hay progreso.
5. Sin progreso las sociedades se estancan y se hunden en el atraso y la pobreza, y es imposible prosperar.
6. El progreso y la prosperidad van indisolublemente unidos al nivel de capacitación y formación de los individuos y las sociedades.
7. Las sociedades más prósperas, desarrolladas y progresivas son aquellas que han contado siempre con la aceptación de un sistema de valores y una pluralidad mejor formada técnica y culturalmente.

Estos conceptos, que tradicionalmente fueron considerados —aún en los medios más modestos y tradicionales—, como evidentes y válidos, empezaron a ser revisados a principios de la década de los ochenta por un cónclave orgánico de pedagogos del humo y de la nada, llegándose a la extraordinaria conclusión de que el conjunto de saberes y disciplinas que componen el acervo cultural de occidente y que hunde sus raíces en Grecia y Roma, pasando por el humanismo renacentista, el racionalismo ilustrado, el empirismo y la ciencia moderna, no eran progresistas y estaban desfasados. Había que inventar un nuevo sistema educativo en el que ya no primaba el conocimiento como eje de la educación, sino que ahora lo que cabía valorar eran los conceptos, los procedimientos y las actitudes (¿se acuerda ya alguien de eso?). Es decir, si un educando no asimilaba ningún concepto, por mucho que éste se rebajara y deslavazase, ni sabía coger el lápiz, pero en cambio mostraba una actitud “favorable” cuando se dignaba a atender a su resignado profesor, entonces, no cabía duda, el muchacho merecía una valoración positiva y debía promocionar.

Ese fue el fundamento pedagógico de la LOGSE: la promoción automática de alumnos por la edad y no por el nivel de conocimientos adquiridos y superados. La aplicación de esta ley, redactada por ideólogos que no pisaban un aula desde que salieron de la escuela, ha sido catastrófica, y hoy queda bien claro cuál fue su intención: Iba directamente encaminada a desmantelar el sistema educativo español que hundía sus raíces en la tradición de la Institución Libre de Enseñanza que, entre otras cosas, dio la mejor generación de escritores, poetas, filósofos, historiadores e intelectuales de España.

Nadie, al parecer, se había percatado de la situación («Mi niño va muy bien, ya está en 4º de ESO, aunque aún no sabe escribir su nombre»), hasta que Europa nos lo mostró a través de su famoso —y por unos días comentario de todas las tertulias—, informe Pisa. Entonces cundió la alarma y constituyó una sorpresa para todos; para todos excepto para los maestros y profesores que sabían que llevaban ya muchos años titulando, por imperativo legal, a generaciones y generaciones de analfabetos instrumentales y funcionales, y que en las universidades se expedían titulaciones a alumnos con faltas de ortografía. Un profesor de Música del Conservatorio Superior se lamentaba hace unos días de que un alumno le preguntase quien era ese tal Bach del que tanto hablaba. A nosotros no nos preguntan quien es ese Platón, ese Leonardo, ese Cervantes o ese tal César del que se habla, por la sencilla razón de que la mayoría de los jóvenes, acostumbrados al lenguaje apocopado de sus móviles, no son capaces de articular una oración interrogativa correctamente o, quizás, por la sencilla razón, de que en las aulas queda un poco desfasado hablar de esos señores y porque hoy toca, además, dar “Mi entorno y mi barrio”.

Y lo peor es que, en nuestro sistema, no cabe pedir responsabilidades políticas y penales a quienes con tanta frivolidad se entregaron a experimentar con nuestros hijos. Por ahí andan impunemente y campando a sus anchas aquellos irresponsables. Y es que la culpa no es de ellos, la culpa del fracaso de la ley es, como muy bien se sabe, de la apatía de ese gremio indolente de maestros y profesores que no rellenaban los múltiples papeles e infinitos informes con la suficiente diligencia.

Ahora bien, gracias a la Providencia europea, la Administración se ha puesto manos a la obra (¡Virgencita! ¡Virgencita!) y va a solucionar la cuestión. En los informes secretos forenses se ha decidido que la LOGSE no sirve y, por los mismos medios y métodos anteriores, se ha inventado una nueva ley educativa, o dos (¿no quieres caldo?): la LOE y la LEA.

La nueva consigna es que hay que olvidarse ya de los conceptos, procedimientos y actitudes. Entonces, ¿acaso vamos a incurrir en el despropósito de valorar conocimientos? No señor, qué tontería. Ahora lo que hay que desarrollar son COMPETENCIAS.
— ¿Y eso qué es?
— Pues mire usted, señora, ahora lo importante no es que su hijo adquiera conocimientos, sino que sea competente.
— ¿Y competente para qué?
— ¡…! Bueno, es igual, señora, lo importante es que usted va a seguir teniéndolo recogido.
— ¡Uf, menos mal! Creí que iban a ponerlo a estudiar.
— No, señora, que disparate, eso sería en sus tiempos. Ahora podríamos traumatizar al pobre chico.
— Es que estamos muy preocupados, sabe usted. Su padre le pilló ayer un libro en la mochila.
— ¡Qué barbaridad! ¿Y qué hicieron?
— Rápidamente lo llevamos a Urgencias y lo vacunamos. Queremos prevenir.
— Naturalmente, no es para menos. Pues descuide que aquí no ha sido. Aquí no dejamos entrar libros.
— Es que está en una edad muy influenciable; tememos que se nos estropee ahora y termine convertido en un intelectual.
— Quite, quite, señora, no sea pesimista. Lo que tienen que vigilar son sus amistades.
— Eso dice mi Paco, que tanto esfuerzo en criarlo para que ahora caiga en manos de un desaprensivo.

Sí, sí, reíros, incautos. ¿Acaso no sospecháis que de continuar la actual deriva de la educación de aquí a unos años este diálogo puede convertirse en algo cotidiano?

Pero aún se podría profundizar más en el sarcasmo de la “anécdota”.
— ¿Y el niño es competente para ser cirujano cardiovascular?
— Sobradamente, señora, empuña el bisturí con firmeza y no se marea con la sangre.
— Ah.
— Pero yo le recomendaría que evitase caer en sus manos.
— ¿Por qué?
— Porque al abrir se ha encontrado un músculo rojo que palpita.
— ¡El corazón!
— Pero eso son conocimientos, mamá, y a mí sólo me educaron en competencias.

Puede que resulte chistoso para algunos, pero para los docentes de cualquier nivel constituye una realidad diaria desalentadora.
— ¿Y dice usted que quiere un puesto de trabajo?
— Toma, pues claro.
— ¿Y qué currículum lo avala?
— Bueno, pues yo tengo un curri culo de esos que rebosa competencias. Mire, mire como se derraman las competencias.
— Ya. ¿Y aparte de competencias tiene usted alguna formación, alguna especialización, algunos conocimientos…?
— No, señor. Eso es del plan antiguo; yo sólo estudié competencias.

Y esta nueva sandez europea de las competencias se va a perpetrar, ante el estupor de los profesores, merced a las diversas parias que las administraciones se ven obligadas a pagar a los sindicatos para obtener su servilismo. Eso sí, para completar el trabajo se inventa la Ley de Calidad, que consiste en untar debidamente la dignidad de ese gremio apático e indolente de adocenados docentes a cambio de que maquillen los resultados para que no nos vuelva a sonrojar más la señora Europa. Aunque esa misma señora Europa, tan puntillosa ahora con las competencias, no otorgue nunca el premio Nóbel de medicina a un médico por sus supuestas y etéreas competencias, sino por descubrir o abrir nuevas líneas de estudio e investigación en el campo de los conocimientos.
— ¿Es usted competente para ser médico?
— Toma, pues claro, porque yo veo todas las series de hospitales de la televisión, vestiría la bata blanca con elegancia y, debido a mi palmito, de gimnasio diario, podría llevar con lucimiento el fonendo colgando del cuello. Lo único que me faltan son conocimientos de medicina.
— …y seis años de estudios además de la especialidad.
— Eso es lo malo, que no tengo conocimientos, pero competente claro que soy.

Sin pretender reivindicar ningún espíritu corporativo hay que decir, sin embargo, que la mayoría de los profesores salen a diario a batirse honesta, anónima y heroicamente dando clases “contra” un grupo de adolescentes indómitos que desdeñan cualquier atisbo de autoridad y disciplina y cuya preocupación más inmediata es quedarse sin cobertura en el móvil durante la clase de matemáticas. Y que por desarrollarse en un clima manifiestamente antiacadémico y antieducativo, luchando contra la burocracia de esa desconfiada hidra, insaciable de papeles e informes, que es la Administración, o bajo la sospecha permanente de la mayoría de los padres, y en medio del desorden bullanguero y desmotivado de los alumnos, cuando no de sus insultos y amenazas, es tanto más admirable y heroica esa labor abnegada e ignorada de los profesores. Ellos son los héroes de nuestro tiempo, y no los rafas nadales, los mesis o los fernandos alonsos. Lo que debería constituir noticia de los telediarios es que un profesor del instituto Miguel Bosé de Cantoleches ha podido dar hoy su clase de Literatura, Historia o Biología con toda normalidad. Eso sí que constituye una noticia y no que Pau Gasol ha metido dos canastas en la NBA, la NBC o la BBC. ¡Qué le importa a nadie las canastas que meta Gasol!, eso está al alcance de cualquiera, y puede constituir, por rutinario, una vulgaridad.
— ¿Y el niño es competente para hablar y escribir inglés?
— Sí, sí señora, claro que lo es.
— ¿Y lo habla?
— No señora, es que para eso hay que estudiar.
— Ah, claro, es que así cualquiera.
— Pero tranquilícese, que no tendremos dinero para cubrir las bajas de los profesores que deprime su hijo, pero vamos a encandilar a todos con el artificio pirotécnico y electoral de un programa bilingüe que de aquí a nada vamos a estar en condiciones de producir y titular burros en dos idiomas.
— ¿En plena crisis?
— No se preocupe, ya está todo calculado, vamos a ahorrar dinero desmantelando los departamentos de los institutos, así juntamos las churras con las merinas, el tocino con la velocidad, y de camino que asamos la manteca mezclamos a los de geografía, arte e historia con los de filosofía, a los de lengua castellana con los de inglés, los de francés, los de griego y los de latín; lo mismo terminan como la torre de Babel o el rosario de la aurora, pero ya se entenderán como puedan, y si no que aprendan el esperanto.
— Ah, claro, así da gusto trabajar.
— Ya le digo.

¿Y hasta cuándo durará esta gilipollez de las competencias? Pues mucho nos tememos que hasta que haya un cambio de gobierno y el “sabio” de turno, para justificar sus pingües emolumentos dictamine que esto de las competencias es, efectivamente, una soberana gilipollez, que ahora lo que hay que educar y valorar será, algo tan etéreo y escolástico como la “esperanza”.
— A ver, señor Parrales, evaluación. ¿Tiene usted muchas esperanzas?
— ¡Uf, si yo le contara!
— Entonces, no se hable más. Usted promociona. Pero el curso que viene tendrá que renovar sus esperanzas.
— ¿Pero sin esforzarme, no?
— Hombre, claro, sin esforzarse se entiende. ¿Acaso nos toma por sádicos?

Frente a esta nueva majadería de las competencias, que mañana serán “esperanzas”, pasado “miriñaques” y en un futuro “murgiflondios” o “virtudes teologales”, no nos queda más remedio que ser, como siempre, incompetentes, obstinados y tenaces, y enarbolar de nuevo la reivindicación del conocimiento. Porque el conocimiento es, a pesar de la obstinación de los gobernantes y hasta que se demuestre lo contrario, lo único que nos permite explicar las ideas, el mundo y a nosotros mismos. Lo que nos permite dejar de mirar para empezar a ver. Lo que nos libera de nuestra situación de objetos y nos convierte en sujetos. Lo único que nos permite conocer el pasado, comprender el presente y prepararnos para el futuro. Porque el conocimiento es, desde siempre, la búsqueda irrenunciable de la verdad.

Aunque los responsables políticos de éstas y todas las leyes educativas pretendan poner a los profesores a cultivar la cicuta y sean los mismos que condenaron a muerte a Sócrates por buscar la verdad, tan incómoda siempre.

José-Reyes Fernández
(Profesor damnificado de la ESO)
Escritor: autor entre otras novelas de "La casa de los crisantemos", Ed. Sarriá (Málaga), finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2008.
Puntos:
25-05-09 22:15 #2332076 -> 2328229
Por:No Registrado
RE: Relato sobre la deriva de la Educación
que más me da tener un curriculum, si yo tengo el carnet del partido, y con eso me vale; para que quiero conocimientos?, para no dejarme engañar con el sí gwuana y las sandeces que dicen los politicos.-

Si tengo educación y conocimientos, pienso y eso es malo.-
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