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Constantina - Sevilla

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España > Sevilla > Constantina
31-05-10 20:49 #5445411
Por:ngs10

El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
El Partido Popular sigue exhibiendo su doble rasero político, esta vez a cuenta de las embajadas de las comunidades autónomas en el exterior. Ayer la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, aprovechó un acto en Segurilla (Toledo) para pedir la retirada de las conocidas como embajadas autonómicas, una de las medidas que este partido propone para evitar la congelación de las pensiones. “No se pueden tener miles y miles de millones de euros en algunas medio embajadas de comunidades autónomas a lo largo y ancho de todo el mundo”, lamentó. El PP olvidó, no obstante, que las comunidades en las que gobierna tienen 64 de esas oficinas y ninguna prevé suprimirlas. En concreto, en el ranking destaca la Comunitat Valenciana, con 23 sedes de este tipo y una en concreto que cuesta más de un millón de euros al año –la de Bruselas-. Incluso el líder del PP, Mariano Rajoy, ha apostado por eliminar las embajadas
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31-05-10 21:00 #5445500 -> 5445411
Por:imperson

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
ya lo digo yo....... que mal juegan sus cartas,tambien se podrian aber ahorrado unos eurillos en las tropecientas veces que han presentado madrid como candidatura olimpica o en altos cargos que tambien tienen un montonazo en esas comunidades....lo malo es que la crisis es para todos igual y sus comunidades no se iban a quedar exentas y estan igual o peor que las demas...deverian de dejar de sacar lustre y arrimar el hombro ,desde luego la clase politica en general ,esta en entredicho en españa y en toda europa..sean del color que sean,y una cosa esta clara, cuando la cosa ba bien es muy facil gobernar para todo el mundo y a toro pasao mas facil ser oposicion y exijiria a todos los partidos que cojiesen por lo menos el capote y se dejen de tirar banderillas desde el burladero........
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31-05-10 21:28 #5445722 -> 5445500
Por:Moraíto de Tanqueray

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Que se eliminen absolutamente todos estos chiringuitos a los que me resisto a llamar embajadas, mew da igual de que ganaderia sea el sátrapa autonómico que gobierne.

Desde luego una cosa es predicar y otra dar trigo.

Lo mismo opino de las leyes lingüísticas; mucho predicar y luego el chiquilicuatre que gobierna Galicia hace lo que le sale del carallo; es decir lo mismito que critican en Cataluña.
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31-05-10 21:39 #5445794 -> 5445722
Por:imperson

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
ahi tienes razon......con esas politicas lo unico que se consigue es comerciar con las lenguas,comerles el coco alos chavales en las escuelas,tengo unos familiares en cataluña que cuando bienen a jartarse de morcillas ,alos chiquillos no se les entiende ni papa y entoces escucho la lapidaria frase ,cuando nos quedamos mirandonos unos a otros "¿papa queeee diseeeeee el primoooooooo?" Riendote Riendote Riendote
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31-05-10 21:39 #5445797 -> 5445722
Por:

Borrado por Foro-ciudad.com
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01-06-10 08:53 #5450415 -> 5445797
Por:MM293

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Hay tantas cosas que hacer..., ahorrar en presupuestos, quitar mamandurrias, asesores, embajadas, subvenciones, sindicatos (de las dos partes eh!);se nos esta ajustando a lo que hay,a lo que el Gran Timonel ha hecho: repartir pobreza, que es lo unico que esta haciendo, miseria sobre miseria, olvidando lo mas importante que es que los decalogos y medidas a seguir se resumen en un solo mandamiento:
PARA REPARTIR RIQUEZA,PRIMERO HAY QUE CREARLA
Y parece que no nos enteramos! ( o que no se enteran o que no saben).Asi no llegaremos a ningun lado, o solo a la ruina absoluta.
MM+
PS: Delenda est Zapatero
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01-06-10 13:58 #5451804 -> 5450415
Por:tale

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Pienso que lo que está ocurriendo, es decir esta crisis tan profunda, con todos los problemas que la acompañan nos sirvan de catarsis, pero lo dudo profundamente porque solamente se puede cambiar en aquello que se conoce, y creo que la mayoría de los políticos actuales no son conocedores de la dignidad y el respeto a la sociedad. Unos porque han justificado sus desmanes con el ropaje de la ideología y otros por lo de "nosostros no vamos a ser menos".
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01-06-10 15:07 #5452125 -> 5451804
Por:MuyAburrido

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Este gobierno debe perder las próximas elecciones, pero la oposición no merece ganarlas.

¿Donde queda la alternativa?

Creo que están llamado a un Berlusconi a la española. Si es así, el último que apague la luz.
Puntos:
01-06-10 17:57 #5453173 -> 5452125
Por:MM293

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
cherto,cherto!
MM+
PS.- DELENDA EST ZAPATERO
Puntos:
01-06-10 20:09 #5454174 -> 5452125
Por:ngs10

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
MM293, me molestan tus Post scríptum, en una pésima imitación de Catón.
Entiendo y disfruto la discrepancia política, no entiendo ni entenderé nunca las proclamas violentas para apuntalar esa discrepancia.
Puntos:
01-06-10 20:28 #5454311 -> 5452125
Por:MM293

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Mi intencion no era molestarte.Imitaba a Caton, es claro. No es una proclama violenta, o al menos no es asi como yo la pongo. Si es verdad, y coincido con Caton, y a eso es mi referencia, que el mayor enemigo de Roma y la unica solucion era Delenda est Cartago, y en esta ocasion, el mayor enemigo, no de España, supongo, pero si de la posibilidad de una solucion, es evidentemente Zapatero ( y no es una opinion personal sino objetivamente definida por una gran mayoria de las personas,al menos, pensantes (no digo bienpensantes)) y esto es al margen de cualquier opinion politica.Es algo simplemente objetivo (Sr. Presidente de la Junta de Andalucia dixit)
Habras observado mis comentarios previos a la addenda,y de verdad, si hay algo que sea absolutamente constatable, lo retiraria. No es una especulacion politica , esto es un desastre y a ello nos ha llevado exclusivamente con su mesianismo y demas, el Sr.Presidente de Gobierno.
Ese es el motivo de mis Post Scritum.
Aun con ello, como ya esta totalmente expresado, si te molesta, no tengo ningun inconveniente en no ponerlo..., aunque, de verdad, me encantaria no tener que recordarlo constantemente.
Un saludo afectuoso dentro de la dicrepancia.
MM+
PS: "y no lo pongo a tu atencion"
,
Puntos:
01-06-10 20:32 #5454343 -> 5452125
Por:ngs10

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Agradezco y entiendo las explicaciones. La magia de las aclaraciones es lo que tiene. De nuevo gracias y disculpa que te malinterpretara.
Puntos:
01-06-10 20:34 #5454363 -> 5452125
Por:Moraíto de Tanqueray

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Tambie usó, antes del advenimiento de la Segunda República, esa frase en un artículo demoledor para la monarquía alfonsina, Ortega y Gasset, persona cultísima y nada violenta.
Puntos:
01-06-10 20:36 #5454377 -> 5452125
Por:MM293

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
GRACIAS, FORERO!. ASI DA GUSTO
MM+
PS: Esto merece una cerveza: esta tarde me la tomo a tu salud como si estuviese en el antiguo BAR FEDERICO en una buena noche de verano constantinero.Espero que este PS te guste mas!.<
Puntos:
01-06-10 20:42 #5454420 -> 5452125
Por:MM293

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Moraito,no lo sabia y eso que soy mas orteguiano que D. Jose y tengo sus obras completas y ademas soy suscriptor y buen lector de REVISTA DE OCCIDENTE (tengo desde el nº1 y no soy tan viejo, claro, que es de la segunda epoca).Me encantaria leerlo.
Agradezco tu pertenencia al foro ( como casi todas las demas por no decir todas) y me gustaria tener una mayor aproximacion a ese articulo de D. Jose. Si puedes, ponme la referencia.
Gracias.
MM+
Puntos:
01-06-10 21:01 #5454547 -> 5452125
Por:Moraíto de Tanqueray

RE: El PP pide que se retiren las embajadas autonómicas
Tuve noticia de esa frase hace ya más de una década leyendo un gran libro de Miguel Platón sobre Alfonso XIII, libro que tiene en préstamo
un familiar tuyo y aún no he recuperado, ja, ja...

Un placer debatir contigo de estas cosas; te pongo el artículo, esperando que ningún@ forer@ me acuse de colgar tochos que según su opinión no lee nadie.

Ortega y Gasset publica el artículo que se hará famoso por la frase
«Delenda est Monarchia»

El Sol, 15 de noviembre de 1930
El error Berenguer

No, no es una errata. Es probable que en los libros futuros de historia de España se encuentre un capítulo con el mismo título que este artículo. El buen lector, que es el cauteloso y alerta, habrá advertido que en esa expresión el señor Berenguer no es el sujeto del error, sino el objeto. No se dice que el error sea de Berenguer, sino más bien lo contrario -que Berenguer es del error, que Berenguer es un error-. Son otros, pues, quienes lo han cometido y cometen; otros toda una porción de España, aunque, a mi juicio, no muy grande. Por ello trasciende ese error los límites de la equivocación individual y quedará inscrito en la historia de nuestro país.

Estos párrafos pretenden dibujar, con los menos aspavientos posibles, en qué consiste desliz tan importante, tan histórico.

Para esto necesitamos proceder magnánimamente, acomodando el aparato ocular a lo esencial y cuantioso, retrayendo la vista de toda cuestión personal y de detalle. Por eso, yo voy a suponer aquí que ni el presidente del gobierno ni ninguno de sus ministros han cometido error alguno en su actuación concreta y particular. Después de todo, no está esto muy lejos de la pura verdad. Esos hombres no habrán hecho ninguna cosa positiva de grueso calibre; pero es justo reconocer que han ejecutado pocas indiscreciones. Algunos de ellos han hecho más. El señor Tormo, por ejemplo, ha conseguido lo que parecía imposible: que a estas fechas la situación estudiantil no se haya convertido en un conflicto grave. Es mucho menos fácil de lo que la gente puede suponer que exista, rebus sic stantibus, y dentro del régimen actual, otra persona, sea cual fuere, que hubiera podido lograr tan inverosímil cosa. Las llamadas «derechas» no se lo agradecen porque la especie humana es demasiado estúpida para agradecer que alguien le evite una enfermedad. Es preciso que la enfermedad llegue, que el ciudadano se retuerza de dolor y de angustia: entonces siente «generosamente» exquisita gratitud hacia quien le quita le enfermedad que le ha martirizado. Pero así, en seco, sin martirio previo, el hombre, sobre todo el feliz hombre de la «derecha», es profundamente ingrato.

Es probable también que la labor del señor Wais para retener la ruina de la moneda merezca un especial aplauso. Pero, sin que yo lo ponga en duda, no estoy tan seguro como de lo anterior, porque entiendo muy poco de materias económicas, y eso poquísimo que entiendo me hace disentir de la opinión general, que concede tanta importancia al problema de nuestro cambio. Creo que, por desgracia, no es la moneda lo que constituye el problema verdaderamente grave, catastrófico y sustancial de la economía española -nótese bien, de la española-. Pero, repito, estoy dispuesto a suponer lo contrario y que el Sr. Wals ha sido el Cid de la peseta. Tanto mejor para España, y tanto mejor para lo que voy a decir, pues cuantos menos errores haya cometido este Gobierno, tanto mejor se verá el error que es.

Un Gobierno es, ante todo, la política que viene a presentar. En nuestro caso se trata de una política sencillísima. Es un monomio. Se reduce a un tema. Cien veces lo ha repetido el señor Berenguer. La política de este Gobierno consiste en cumplir la resolución adoptada por la Corona de volver a la normalidad por los medios normales. Aunque la cosa es clara como «¡buenos días!», conviene que el lector se fije. El fin de la política es la normalidad. Sus medios son... los normales.

Yo no recuerdo haber oído hablar nunca de una política más sencilla que ésta. Esta vez, el Poder público, el Régimen, se ha hartado de ser sencillo.

Bien. Pero ¿a qué hechos, a qué situación de la vida pública responde el Régimen con una política tan simple y unicelular? ¡Ah!, eso todos lo sabemos. La situación histórica a que tal política responde era también muy sencilla. Era ésta: España, una nación de sobre veinte millones de habitantes, que venía ya de antiguo arrastrando una existencia política bastante poco normal, ha sufrido durante siete años un régimen de absoluta anormalidad en el Poder público, el cual ha usado medios de tal modo anormales, que nadie, así, de pronto, podrá recordar haber sido usados nunca ni dentro ni fuera de España, ni en este ni en cualquier otro siglo. Lo cual anda muy lejos de ser una frase. Desde mi rincón sigo estupefacto ante el hecho de que todavía ningún sabedor de historia jurídica se haya ocupado en hacer notar a los españoles minuciosamente y con pruebas exuberantes esta estricta verdad: que no es imposible, pero sí sumamente difícil, hablando en serio y con todo rigor, encontrar un régimen de Poder público como el que ha sido de hecho nuestra Dictadura en todo al ámbito de la historia, incluyendo los pueblos salvajes. Sólo el que tiene una idea completamente errónea de lo que son los pueblos salvajes puede ignorar que la situación de derecho público en que hemos vivido es más salvaje todavía, y no sólo es anormal con respecto a España y al siglo XX, sino que posee el rango de una insólita anormalidad en la historia humana. Hay quien cree poder controvertir esto sin más que hacer constar el hecho de que la Dictadura no ha matado; pero eso, precisamente eso -creer que el derecho se reduce a no asesinar-, es una idea del derecho inferior a la que han solido tener los pueblos salvajes.

La Dictadura ha sido un poder omnímodo y sin límites, que no sólo ha operado sin ley ni responsabilidad, sin norma no ya establecida, pero ni aun conocida, sino que no se ha circunscrito a la órbita de lo público, antes bien ha penetrado en el orden privadísimo brutal y soezmente. Colmo de todo ello es que no se ha contentado con mandar a pleno y frenético arbitrio, «sino que aún le ha sobrado holgura de Poder para insultar líricamente a personas y cosas colectivas e individuales. No hay punto de la vida española en que la Dictadura no haya puesto su innoble mano de sayón. Esa mano ha hecho saltar las puertas de las cajas de los Bancos, y esa misma mano, de paso, se ha entretenido en escribir todo género de opiniones estultísimas, hasta sobre la literatura que los poetas españoles. Claro que esto último no es de importancia sustantiva, entre otras cosas porque a los poetas los traían sin cuidado las opiniones literarias de los dictadores y sus criados; pero lo cito precisamente como un colmo para que conste y recuerde y simbolice la abracadabrante y sin par situación por que hemos pasado. Yo ahora no pretendo agitar la opinión, sino, al contrario, definir y razonar, que es mi primario deber y oficio. Por eso eludo recordar aquí, con sus espeluznantes pelos y señales, los actos más graves de la Dictadura. Quiero, muy deliberadamente, evitar lo patético. Aspiro hoy a persuadir y no a conmover. Pero he tenido que evocar con un mínimum de evidencia lo que la Dictadura fue. Hoy parece un cuento. Yo necesitaba recordar que no es un cuento, sino que fue un hecho.

Y que a ese hecho responde el Régimen con el Gobierno Berenguer, cuya política significa: volvamos tranquilamente a la normalidad por los medios más normales, hagamos «como si» aquí no hubiese pasado nada radicalmente nuevo, sustancialmente anormal.

Eso, eso es todo lo que el Régimen puede ofrecer, en este momento tan difícil para Europa entera, a los veinte millones de hombres ya maltraídos de antiguo, después de haberlos vejado, pisoteado, envilecido y esquilmado durante siete años. Y, no obstante, pretende, impávido, seguir al frente de los destinos históricos de esos españoles y de esta España.

Pero no es eso lo peor. Lo peor son los motivos por los que cree poderse contentar con ofrecer tan insolente ficción.

El Estado tradicional, es decir, la Monarquía, se ha ido formando un surtido de ideas sobre el modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que moralmente pertenecen a la familia de los óvidos, que en política son gente mansurrona y lanar, que lo aguantan y lo sufren todo sin rechistar, que no tienen sentido de los deberes civiles, que son informales, que a las cuestiones de derecho y, en general, públicas, presentan una epidermis córnea. Como mi única misión en esta vida es decir lo que creo verdad, -y, por supuesto, desdecirme tan pronto como alguien me demuestre que padecía equivocación-, no puedo ocultar que esas ideas sociológicas sobre el español tenidas por su Estado son, en dosis considerable, ciertas. Bien está, pues, que la Monarquía piense eso, que lo sepa y cuente con ello; pero es intolerable que se prevalga de ello. Cuanta mayor verdad sean, razón de más para que la Monarquía, responsable ante el Altísimo de nuestros últimos destinos históricos, se hubiese extenuado, hora por hora, en corregir tales defectos, excitando la vitalidad política persiguiendo cuanto fomentase su modorra moral y su propensión lanuda. No obstante, ha hecho todo lo contrario. Desde Sagunto, la Monarquía no ha hecho más que especular sobre los vicios españoles, y su política ha consistido en aprovecharlos para su exclusiva comodidad. La frase que en los edificios del Estado español se ha repetido más veces ésta: «¡En España no pasa nada!» La cosa es repugnante, repugnante como para vomitar entera la historia española de los últimos sesenta años; pero nadie honradamente podrá negar que la frecuencia de esa frase es un hecho.

He aquí los motivos por los cuales el Régimen ha creído posible también en esta ocasión superlativa responder, no más que decretando esta ficción: Aquí no ha pasado nada. Esta ficción es el Gobierno Berenguer.

Pero esta vez se ha equivocado. Se trataba de dar largas. Se contaba con que pocos meses de gobierno emoliente bastarían para hacer olvidar a la amnesia celtíbera de los siete años de Dictadura. Por otra parte, del anuncio de elecciones se esperaba mucho. Entre las ideas sociológicas, nada equivocadas, que sobre España posee el Régimen actual, está esa de que los españoles se compran con actas. Por eso ha usado siempre los comicios -función suprema y como sacramental de la convivencia civil- con instintos simonianos. Desde que mi generación asiste a la vida pública no ha visto en el Estado otro comportamiento que esa especulación sobre los vicios nacionales. Ese comportamiento se llama en latín y en buen castellano: indecencia, indecoro. El Estado en vez de ser inexorable educador de nuestra raza desmoralizada, no ha hecho más que arrellanarse en la indecencia nacional.

Pero esta vez se ha equivocado. Este es el error Berenguer. Al cabo de diez meses, la opinión pública está menos resuelta que nunca a olvidar la «gran vilt`» que fue la Dictadura. El Régimen sigue solitario, acordonado como leproso en lazareto. No hay un hombre hábil que quiera acercarse a él; actas, carteras, promesas -las cuentas de vidrio perpetuas-, no han servido esta vez de nada. Al contrario: esta última ficción colma el vaso. La reacción indignada de España empieza ahora, precisamente ahora, y no hace diez meses. España se toma siempre tiempo, el suyo.

Y no vale oponer a lo dicho que el advenimiento de la Dictadura fue inevitable y, en consecuencia, irresponsable. No discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya hablaremos de ellas otro día, porque, en verdad, está aún hoy el asunto aproximadamente intacto. Para el razonamiento presentado antes la cuestión es indiferente. Supongamos un instante que el advenimiento de la dictadura fue inevitable. Pero esto, ni que decir tiene, no vela lo más mínimo el hecho de que sus actos después de advenir fueron una creciente y monumental injuria, un crimen de lesa patria, de lesa historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto, si el Régimen la aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese dicho: Hemos padecido una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la unión civil de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!

Pero no ha hecho esto, que era lo congruente con la desastrosa situación, sino todo lo contrario. Quiere una vez más salir del paso, como si los veinte millones de españoles estuviésemos ahí para que él saliese del paso. Busca a alguien que se encargue de la ficción, que realice la política del «aquí no ha pasado nada». Encuentra sólo un general amnistiado.

Este es el error Berenguer de que la historia hablará.

Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestro conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!

Delenda est Monarchia.[/i]

José Ortga y Gasset.
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