Alcolea del Río - Sevilla

Ultimamente el foro está un poco desanimado. Me voy a animar a escribir algo para intentar animar un poco ésto. No es nada importante pero son cosas que a todos nos suceden cuando hacemos algo por rutina, como por ejemplo, ir al trabajo. Unos tienen la gran suerte de poder hacer el trayecto a pie, aunque tiembién pudiera ser mala suerte si no se puede costear el transporte, claro. Otros van cómodamente sentados en su coche, disfrutando o padeciendo, según esté el tráfico..., otros preferimos el tren, el autobús o el metro donde vas calentito en invierno y fresquito en verano, disfrutando del paisaje o leyendo tranquilamente; puedes usar el móvil sin que te multen, oir música o escuchar las conversaciones de las personas que te rodean. ¡Ah!, también los hay que van en bici o en moto, ¡éstos tienen un peligro!!!. Pues bien, hasta ahora no os he contado nada nuevo, nada que todo el mundo no sepa y nada que nadie no haya hecho alguna vez en su vida. ¿O hay alguien que no haya ido a trabajar en su vida???. Aunque pensándolo bien, voy a incluir a los estudiantes que también se desplazan hasta su centro de estudios y utilizan algún medio de transporte público que es a lo que voy, que me estoy enredando yo sola y no avanzo.
Pues bueno, a lo que iba: yo utilizaba el tren para desplazarme a mi lugar de trabajo, pero hace unas semanas decidí probar a hacer el viaje en autobús y descubrí, con asombro, que tardo media hora menos en el trayecto. Desde entonces utilizo el autobús y, esta mañana, bueno... mañana para mí porque me voy sin comer..., este mediodía, mientras iba yo allí sentadita fuí observando muchas cosas. Os cuento.
Llega el autobus, vacío..., yo soy la única persona que hay en esa parada. Doy las buenas tardes al conductor, pico mi billete y me coloco en el primer asiento, allí delante, al lado del conductor y ¡qué bien se ve todo!. Oye, te sientes como el rey de la carretera. Bueno, pues me pongo mis gafas de leer, cojo mi temario del examen que no se sabe si algún día se celebrará, y me dispongo a estudiar, pero llegamos a la siguiente parada. En esta, normalmente hay unas cuatro o cinco personas, pero siempre hay una chica joven, de unos veintipocos años, rellenita y guapetona, y siempre va con su mochilita colgada. Ya han subido todos. Arrancamos. Intento volver al libro pero ¡pom!, el primer... ¿cómo se llama eso que ponen en los pasos de cebras para que los coches frenen?, porque yo les llamo "mazacotes". Bueno, pues el primer mazacote, y así no hay quien se concentre. Ya pasó, venga... a estudiar. Oh, oh.... ¡qué mareo!, hemos llegado a la primera rotonda. Y es que así no hay quien se concentre. Eso es lo malo del autobús, que me marea, por eso me siento delante. Así que cierro el libro, me guardo las gafas y me dispongo a disfrutar de las vistas: coches aparcados en doble fila (a ambos lados en una carretera de un solo sentido) y un espacio tan reducido que el conductor del autobús tiene que hacer auténticas virguerías para porder esquivarlos. Pasado este tramo está la siguiente parada, la del ambulatorio. Ahí sube una mujer más o menos de mi edad, con el pelo de pincho, teñido de rojo, y otras dos señoras más mayores. Arrancamos y llegamos a la siguiente rotonda, después otro mazacote, otra rotonda y otra parada. Aquí ya empieza la movida: dos chavales que suben con carritos de la compra y el conductor les dice que no los pueden subir, que los tienen que dejar en el maletero. Mientras los chicos vuelven a bajar a guardar sus carritos sube otro joven que es también de los "fijos". Saluda al conductor como si se conocieran desde hace mucho tiempo y se sienta a mi lado, ¡qué viaje me da!. El pobre muchacho tiene una pequeña minusvalía en un brazo y en una pierna, y por las conversaciones que mantiene con el conductor se ve que es una persona muy inteligente, culta y educada, pero hace algo que yo no puedo soportar: rechina los dientes constantemente, y eso me da un repelússsssss!!!. Bueno, sigo. Suben los del carrito que ya los han dejado en el maletero y seguimos el viaje. Otra rotonda..., esta para un lado, después otra para el otro..., ¡ya estoy malísima!. Y llegamos a la siguiente parada. Tres chicas jóvenes cargadas con maletas. Lo mismo: suben y bajan a dejarlas al maletero. Cuando van a pagar la máquina se estropea... ¡diez minutos! tardó el buen hombre en poner en marcha la máquina de los billetes. Hoy no llego.... Por fín la última parada en el pueblo. Cuando llegamos allí ya no se cuántas rotondas llevamos, yo lo veo todo dando vueltas... En esa parada no sube nadie, ahí se baja la chica rellenita y guapetona de la mochilita. Está cerca de un polígono industrial, y la pobre tiene una buena caminata para llegar hasta allí porque primero tiene que cruzar la autovía de Andalucía por un paso elevado que casi le da la vuelta al pueblo pasando por el pueblo de al lado. Y ya nos metemos en la autopista, aceleramos y todo recto, se terminaron las rotondas y los mazacotes. Veinticinco minutos para salir del pueblo, ¡ya está bien!. Y ahora viene lo otro, lo de los dientes de mi compañero de asiento. ¡Es que no puedo soportarlo!. Trato de centrarme en la conversación de las dos señoras que subieron junto a la del pelo pincho y no escuchar el rechinar de los dientes. Vaya conversación que se traen: una está mala. La otra más. Una tiene fuertes dolores. A la otra le duele todo más. Me recuerdan a la "atran" y la "quijosa" de Paky. ¡Vaya par!. Y llegamos a la gasolinera Los Angeles. Aquí tenemos que parar hoy porque hay un señor con un niño pequeño. Suben y se sientan detras de mí y del de los dientes. A partir de aquí sólo se escucha al niño: Buuuuuuuuuuuuuuuuu- buuuuuuuuuuuuu-buuuuuuuuuuuuuuuu, "adió ten, adiooooo". Buuuuuuuuuuuuu-buuuuuuuuuuu. "Adió, ten".... "oto ten, papa, oto ten..." Buuuuuuuuuuuuuu.buuuuuuuuuuu. Y para colmo, no se de dónde, de vez en cuando llega un olorcillo que te hace contener la respiración. ¡Qué asco! Algunas personas se sueltan donde sea, no tienen compasión de nadie. Siguiente parada: intercambiador de Villaverde. Aquí se bajan los dos chicos de los carritos y las tres chicas de las maletas. Otros cinco minutos hasta que terminan. Seguimos hasta el hospital donde se bajan la "Atran y la Quijosa", la del pelo pincho teñido de rojo y el padre y el hijo. Camino de la última parada sólo quedamos el de los dientes y yo. Llegamos a Legazpi y creo que voy a fichar tarde. Camino deprisa hasta el metro, bajo hasta casi el centro de la Tierra y mira, ¡qué suerte!, llega un metro. Aquí no conozco a nadie. Hay personas de todas las razas y, curiosamente, todo el mundo está en silencio, nadie conoce a nadie y todos llevan una cara larga como si fuese lunes (bueno, es como si fuese lunes). Me llama la atención lo que una chica sudamericana atrae a todos los hombres que van en el vagón, jóvenes y mayores. Todos parecen comérsela con los ojos. La pobre chica no sabe para dónde mirar. Cuando llego a mi estación el sonido de un teléfono rompe el silencio. Salgo deprisa para que no me taponen la escalera mecánica y subo una, otra... y otra. Ya estoy en la calle. La parada del otro autobús está muy cerca y veo que llega uno, así que una carrerita y le pillé. Venía hasta las trancas... ¡qué calor!, porque aunque hoy estaba nublado y llovizneaba hacía una temperatura muy agradable y en los espacios cerrados se notaba un calor húmedo muy pesado. ¿A dónde irá tanta gente? me pregunto muchas veces... Sólo son dos paradas hasta mi destino. Ahora viene una larga caminata pero aprovecho para fumar un cigarrilo por el camino porque después ya no podré fumar hasta mi tiempo de descanso. Y llegué... y fiché a las tres menos cuarto. ¡Increíble!

Eso es todo. No se si os habré entretenido, pero yo lo he intentado.
Un fuerte abrazo para todos.

* Se me olvidaba: mañana pondré el bolso en el asiento de al lado en el autobús.

Un viaje como la vida misma pero explicado con
todo el lujo de detalles.
Me ha divertido mucho el leerlo.
Gracias por sacar sonrisas a los demas.
Besos, Aurora.

"Viaje de Novel": literatura constumbrista y de calidad. Por un momento nos subistes al autobús a todo el foro; disfrutamos y "padecimos" con todo lo que describes de maravilla, una verdadera delicia de viaje. Como le decimos a Paky, esperamos otro, ya.
Mercedes ......que no se te olvide el bolso. Felicidades.
manolin (monaguillo)

Perdona....... Nobel, con "B",
ESTA ES MI CULTURA, AMIGOS.
manolin.

Prima muy muy gracioso lo que nos has escrito,desde luego que hemos ido todos contigo en ese autobús,lo del niño pequeño graciosísimo,y el de los dientes fatal ,yo no puedo con eso tampoco.Espero que te animes y sigas contandonos tus experiencias de viajes que algunos se te harán eternos de esta forma.


Un beso Ana.

Mi querida ahijada: maravillosa descripción!. He sufrudo un montón porque los de la mochila y las de las maletas tardaban y no ibas a llegar; el de los dientes me tenía nerviosita perdía y además me resultaba pedante; la "atran" y la "quijosa" madrileñas, ya me faltó poco para decirles que si estaban en una competición de "maluras" y ¡ no veas el del "olorcito"!. Me entrarn ganas de decir en to el medio del autobús: "¿alguien tiene el virus que entra en mi pueblo, que to er mundo se va de vareta?".
Yo también tenía ya ganas de fumar, así que he visto el cielo abierto cuando hemos salido a la calle y , como en el fondo me ha encantado el viaje, te voy a esperar para fumarnos otro en tu tiempo de descanso y luego te acompañaré en tu regreso.

¡felicidades,Mercedes!

Un abrazo a todos: carcelera-panaera

Pues sólo me queda decir que me ha encantado que me acompañárais en el viaje. Gracias a todos. Y ese cigarrillo... ¡jolines Paky!, un cigarillo en compañía de los amigos es el que mejor sabe. Algún día lo haremos, ¿verdad?.

Un fuerte abrazo para todos.

Bueno yo no os acompaño en lo del cigarrito,porque no fumo,pero un cafelito en el descanso tambien me lo tomaba con vosotras,así que me esperais,que subo con ustedes.

Un beso C/Murillo

¡ por supuesto que lo haremos!

Un besazo

Hola, buenas noches.
Ha pasado casi un año desde que os relaté este viaje y, ¡jolines..., parece que fue ayer...! Es increible lo rápido que pasa el tiempo y cómo cambia todo. Bueno..., casi todo, porque yo sigo utilizando el mismo autobús, que hace el recorrido de siempre, ocupo mi lugar de siempre, en el asiento delantero al lado del conductor, y los conductores también son los mismos. Las rotondas continúan en su sitio y los mazacotes también. Ya no intento leer, además mi dichoso exámen lo hice en mayo (38 de 50, por si a alguien le interesa. Fallé todas las preguntas sobre la Constitución y las conserjerías), ahora hacemos el recorrido charlando como si fuésemos un grupo de amigos que van de viaje. Sólo la chica rellenita y la "Atran y la Quijosa" de Pinto han desaparecido. Seguro que os acordáis del chico que rechinaba los dientes, ¿verdad?. Pues ya he aprendido a controlar la situación: si le hago hablar no los rechina, así que hacemos el viaje charlando. Os dije que parecía un chaval muy inteligente y no me equivoqué. Su nombre es Benjamín, aunque los conductores le llaman "relámpago" (porque es muy lento) y todos le tienen afecto. Vamos, que el chico se hace querer. Nos ha hecho partícipes de sus vivencias, la compra de su primera casa, la reforma y cómo ha ido amueblando su nuevo hogar para que Luci, su chica, vaya a vivir con él. Por cierto, desde que viven juntos, el "Benja" viene hecho polvo, parece que no duerme lo suficiente. Los días que viene medido sonámbulo le tengo que dar la paliza hablando para que no rechine los dientes, y gracias a que el conductor y otras dos chicas paricipan en las conversaciones porque si no, ¡menudo viaje me da!. No puedo dejar que se duerma.

¿Y los conductores?, menudos elementos... Andan siempre de ligoteo. Tenemos uno que es un fuera de serie, la envidia de todos los conductores. No tiene ningún atractivo físico pero es el que más liga. "Relámpago" los tiene a todos controlados y nos pone al día durante el trayecto, no se le escapa nada.
Como podéis ver, he tomado gusto al autobús, además de que me resulta más rápido, es divertido.

El metro, en cambio, sigue resultando frío. Casi todas las personas con sus caras serias, sin hablar con nadie, sumidas en sus pensamientos o en sus libros. Yo no leo tampoco en el metro. Es un trayecto corto y no me da tiempo, así que me entretengo en observar, si voy sóla, o charlo con alguna compañera cuando coincidimos. Pero aquí, aunque vayas todos los días rodeada de las mismas personas, nadie saluda a nadie. Nada que ver con los "buenos días" que cruzamos todas personas en el autobús. Nos deseamos un buen día y nos dirigimos a nuestros trabajos de muy buen talante.

Y bueno..., todo esto por estar un rato con vosotros y enviaros un fuerte abrazo.

Querida ahijada. Me ha encantado recordar ese "viajecito" y te aseguro que me he mareado aún más esta vez. ¡ Será la edad !

Precioso relato, amiga.

Un besazo: carcelera-panaera

Pues nada prima sólo decirte que me encantan estos relatos me parecen muy divertidos y muy amenos...(historias del día a día) me gustaría que siguierais escribiendo cositas,pues el rato se hace agradable y hay ilusión esperando a ver que poneis.Bueno desde aquí te mando un beso muy muy grande.Mmmuuaaccck!!!

Mercedes, estos viajes diarios tan amenos me recuerdan los que hacíamos al hospital de San Pablo para hacer las practicas de enfermería. En el autobús cantábamos El bardo, El campesino y todas las sevillanas que sabíamos de Los Romeros de la Puebla. Se nos hacia el trayecto muy corto porque lo pasábamos muy bien, creo que le pasaba igual a todos los compañeros. Todavía cuando nos reunimos para celebrar algún aniversario cantamos El Bardo y El Campesino...

Besos, Aurora.

Hola, buenas noches. A mi no me animéis mucho que pronto os escribo un diario (hasta sería divertido, oye...). De lo que se trata es de no perder el contacto, y si para ello os tengo que contar mi día a día no os penseis que me voy a cortar ni un pelín.
Por cierto, si alguna vez pasáis por aquí, os tengo que presentar a "relámpago"

Besitos.