Fuentesaúco de Fuentidueña - Segovia

PEQUEÑOS RECUERDOS DE LUMBRE BAJA 47 (las fraguas y el herrero)

El oficio de herrero, era muy apreciado en los pueblos, antes del desarrollo industria y mecanización del campo. La emigración masiva de sus gentes a las grandes ciudades, mutilo muchos oficios y el de herrero fue uno de ellos.
La fragua según Wikipedia es (fogón que se usa principalmente para forjar los metales. Generalmente es un mueble de ladrillo o piedra, cubierto de rejillas en el cual se aviva el fuego pasando una corriente de aire horizontal por medio de un fuelle manual o mecánico).
En Fuentesaúco por los años 1960 había varias fraguas, pero el que ostentaba el titulo de herrero era D. Demetrio. El local de esta fragua pertenecía al Ayuntamiento. El resto de fraguas, estaban dedicadas preferentemente a las necesidades propias del oficio que desarrollaban los titulares, como era el caso del herrador, carpintero, carretero o fontanero.
El herrero estaba sostenido económicamente por una iguala, que el ayuntamiento conocía y permitía. El coste de dicha iguala estaba relacionado con las posesiones agrícolas que cada uno tenía. Esta iguala se pagaba en metálico o en especies, así obtenían a cambio, los arreglos de las rejas de los arados. Otros trabajos de hierro ajenos al contrato, se cobraban a parte.
El fuego que el herrero hacia en la fragua para trabajar el hierro, lo mantenía con carbón de piedra, que daba mas calorías. En la retirada de cenizas al día siguiente, se veían formaciones curiosas de ferrallas o cenizas compactas, que los chavales buscábamos y cogiamos para jugar con ellas. A estas formaciones las llamábamos mocos.
Los llamados mocos, en ocasiones se ponían de adorno en el centro del dibujo esgrafiado de las fachadas típicas segovianas. Esta es una técnica artesana de albañilería, que se ha transmitido de generación en generación, entre los albañiles segovianos. En Fuentesaúco puede verse este detalle, en la fachada de la casa que hay en la calle de las Escuelas nº 8 y que antes pertenecía a Félix Rodrigo.
En el local de la fragua, siempre había dos tipos de visitantes (siempre hombres), los que esperaban su turno para que el herrero les hiciese algún trabajo y otros que pasaban el rato charlando y contando chascarrillos, que luego servían para alimentar conversaciones en otros foros.
Me gustaba mucho observar todas acciones que en la fragua hacia el herrero. Con frecuencia, se sacaba el pañuelo y se secaba el abundante sudor, volviéndolo a dejar en el bolso (casi siempre mal metido), quizás para facilitar la siguiente acción, el martillo marcaba con acierto los golpes en el hierro incandescente, obligándolo a tomar la forma que el maestro quería. Repetía el calentamiento del hierro en el fogón hasta obtener la figura adecuada. En el último calentón, lo llevaba a la pila del agua y lo metía sin ningún reparo, oyéndose la desazón del agua, ante tato calor.
El fuelle era de mano, con una polea y la correspondiente cuerda, hacia mas llevadero el esfuerzo. El aire tenia que llegar a ritmo bien acompasado al fogón, para que se mantuviese constante el calor del hierro a trabajar.
De cuando en cuando y sin saber por que, el herrero sacaba un escobon que tenía en un calderillo de agua y remojaba por arriba la llama, con el consiguiente lamento de la lumbre, que parecía apagarse.
Las herramientas mas comunes que utilizaba el herrero en la fragua y que recuerde eran: el fuelle, martillo de bola, martillo de cuña, tenazas de varias medidas con las que cogía el hierro del fuego, yunque, bigornia, martillo pilón (macho pilón), prensa, pila de agua para enfriado o temple, piedra de afilar, mandil de cuero, compás, metro, etc.
Siempre me chocaba, como el herrero, cuando tenia que pegar dos hierros, metía una lamina de algo entre las piezas incandescentes y luego las aporreaba en el yunque, hasta dejarlas fundidas. Ante tanta admiración, los mas jóvenes siempre teníamos la pregunta preparada ¿que es eso?, y rápidamente salía la carcajada o la contestación burlona de alguno de los presentes, que explicaba una teorías que nos dejaba con la misma duda. Alguno decía, que era una lamina de resina impregnada de arena, que invento un herrero, que estuvo martilleando dos piezas sin conseguir unirlas y por casualidad se le cayo una al suelo manchándosele de arena, Fue tan grande el cabreo que le entro, que sin mas, volvió a aporrear las dos piezas y ¡¡ sorpresa!! se le unieron con facilidad.
El herrero hacia buenos clavos y los llevaba a Cantalejo porque en este pueblo se los compraban para hacer tríllos, también se demandaban muchos clavos en las nuevas construcciones, para fijar las maderas. Vigas, machones, cabrios, rastras, etc., por encargo también hacia herramientas y otros útiles nuevos.
Para los chavales, según en que casos, no era recomendable pasar junto a la fragua, sobre todo en tiempo de calor. Ir a la fuente a por el botijo de agua y pasar al lado de la fragua podía ser fatal. Siempre había algún señor que nos llamaba y pedía un trago de agua fresquita y al final se antojaban todos, obligándonos a volver a ir a la fuente, claro que a la siguiente vez, ya procurábamos buscar una ruta alternativa. También era muy común en los hombres, que al paso de algún chaval por la puerta, le mandasen algún recado.
Antonio Santiago García