cosas de mi pueblo Les voy a narrar a Vds. algunas cosas de mi pueblo, de ya hace algunos años, que expongo hoy, de nuevo: No había coches ni radios, no había tractores ni tele, no había cocinas de gas, algunos usaban "pelele". Ya, tener" luz" era un lujo, pues no "venía" de día y, muchas veces, siquiera, si hacía viento o llovía. Los candiles y faroles eran los que nos lucían, en algunas dependencias, donde bombillas no había. Para amenizar la velada, la gente se reunía en casa de algún vecino, según como convenía. Al no haber televisión, se charlaba o se leía las historias de los libros que, siempre, alguno traía. No faltaba algún truhán que, yendo por calles y plazas, escuchaba o indagaba lo que sucedía en casa. Las labores de los campos eran muy largas y duras, haciéndose indispensables mujeres, hombres y mulas. La legumbres se cogían con la mano y un hocín, agachados y en cuadrillas, hasta que se les daba fin. La siega y el acarreo, la trilla, como el limpiar, con la metida de paja, parecía nunca acabar. Los días de la vendimia rezumaban de alegría, como se rezumaba el mosto, para el vino de otro día. Como todo el mundo sabe, el domingo se descansa; con mulas, machos y burros el trabajo nunca falta. Se comían muchas sopas, las llamadas sopas de ajo; con el torrezno y chorizo, a seguir, de nuevo, el tajo. El cocido era diario, como el tocino y chorizo; en carnavales los bollos y el vino que era preciso. Trabajaban"tolos"amos, junto a los jornaleros; había ricos y pobres, como hay guapos y feos. Se llenaban, casi a tope, las iglesias, los domingos, como, sin comparaciones, hoy se llenan "tolos" bingos. Los domingos, por la tarde, algo cambiaba la cosa; la dulzaina y el tambor "rejuntaban" mozo y moza. Hay que tener en cuenta que abundaban los servicios; no había que salir del pueblo a buscarlos a otros sitios. Los carpinteros y herreros, albañiles y barberos, herradores y tenderos, sastres y guarnicioneros,... No venía el pan de fuera, porque estaban los del pueblo, con el pan muy bien labrado que llevaba encima un sello. Al haber tanto ganado, precisaban atención; por eso el veterinario resolvía tal cuestión. El médico también estaba siempre a nuestro servicio, así como el secretario, haciendo muy bien su oficio. Chocolate no faltaba; había chocolateros; lo tomaban los de casa y, también, los forasteros. Las casas eran de adobes, grandes, calientes y frescas, con los tejados repletos de tejas que eran nuestras. La fábrica de los adobes también estaba en el pueblo; la tierra, el agua y la paja componían su mortero. Llegaba San Valentín para los pobres cebones, de donde salían chorizos, tocino y, también, jamones . Agua corriente no había y era un oficio más, tener que ir a por ella, como hoy se va por pan. Era preciso el beber y, también, el asearse; si faltaba el agua en casa, no era cuestión de sentarse. La fuente, el pozo artesiano, el de la plaza mayor...; los que lo tenían en casa, para ellos, mucho mejor. En la plaza de la ermita, un monumento había: columna y bola de piedra, sus" caños" agua servían. No debió desaparecer; hoy sería un gran emblema para mi pueblo, Bustillo. ¡A mí me da mucha pena!. El inconveniente mayor de esta falta tan vital era tener que enseñar las "vergüenzas" al corral. El avergonzarse de esto es una vergüenza en vano; "quien" se libró de lo dicho, que levante la mano. El progreso nos ha dado grandes logros, sin dudar; una de las tantas cosas..., no tener que ir al corral. Se celebraban las fiestas con más o menos esplendor; no faltaban buenos bailes ni tampoco el buen humor. Hasta aquí hemos llegado; el pueblo ya no es el mismo; más bien parece un lugar para venir de turismo. Cura, médico y sacristán, como todos ya nombrados, tampoco con nosotros están; más bien parecen prestados. Dicho esto, no obstante, agradecidos estamos de todos los sus servicios y a su vera caminamos. Las etapas son peldaños de una escalera larga; respetemos al pasado y aportemos lo que valga. Así es la vida, queridos, mis distinguidos paisanos; sea lo mejor para todos, con un apretón de manos. |