cancionero Numerosas son las canciones, generalmente de ronda, que tienen como finalidad ensalzar más el físico de la mujer que sus cualidades. De entre estas canciones, por lo que respecta a Extremadura, destacan los mayos. Tres de ellos fueron recogidos por Bonifacio Gil en Fuenlabrada de los Montes, Campanario y Villanueva de la Serena. Estos mayos extremeños, cuya titulación general responde a “El dibujo” o “El retrato”, no difieren en cuanto a su estructura de los que se interpretan en otros puntos de la geografía hispana, y su finalidad es la de describir, mediante un alarde de símiles, cada una de las partes del cuerpo femenino. Detengámonos en el que en la noche del 31 de abril los mozos de Campanario dedicaban a sus novias: Ayudarme, compañeros, a dibujar esta rosa, que yo solito no puedo dibujarla tan hermosa. ¿Por dónde principiaré a dibujar tu belleza? Principio por lo más alto, qu’es tu graciosa cabeza: tu pelo es madeja de oro que de que vas a peinarlo en la silla en que te sientas forma cortina de ramo. Tu frent’es cándida y linda, hecha con tan lindos trazos, que se parece al botón, que arroja la flor al campo. Tus cejas en arqueada con más vueltas y rodeo que tien’el Guadalquivir con todos sus arrodeos. Manojillos de alfileres me parecen tus pestañas, que, cada vez que las miro, me las clavas en el alma. Son tus pestañas araña de trigo rubio y hermoso; tus cejas, en arqueada; dos luceros son tus ojos, que alumbran por la mañana. Tu nariz fina y delgada nada puedo distinguir, si es de perla o de diamante o de alabastr’o marfil. Tus labios son dos corales; tus dientes, menudas perlas, en diferentes cristales sale mi amor a cogerlas. Tienes un hoyo en tu barba, sepultura de los dos, que nos estamos muriendo en la más ciega pasión. Esos hermosos zarcillos que cuelgan de tus orejas, y te dan en los carrillos, adornan más tu belleza. Son tus mejillas dos rosas del rosal de Alejandría, que siempre van a porfía, a ver la qu’es más hermosa. Tu garganta cristalina, tan cristalina y tan clara, que, de que vas a beber, te se va clareando el agua. Es tu pecho un bello cofre con una llave dorada: a un mozo de la cuadrilla se la tienes entregada. Son tus brazos remos fuertes, que los tiras a la mar… ¡quien fuera marinerito para en ellos navegar! Son tus manos palmas reales, y tus dedos, azucenas, de un aroma delicioso que yo m’embriago en ella. Tu cintura pequeñita anoche te la medí: con vara y media de cinta catorce vueltas le di. Son tus muslos dos columnas, qu’están sosteniendo perlas, rosas, claveles y lirios, jazmines y violetas. Tienes un pie tan chiquito, que de que vas por l’arena, el polvillo que levanta va oliendo a hierbabuena. De los pies a la cintura no te puedo dibujar; lo que mis ojos no han visto, no me puedo asegurar (1). |