La soledad es silencio en sus calles y casas, el viento mece una puerta destartalada. Las risas de los niņos ya no se oyen, ni los ladridos de los perros, ni el canto de los gallos, al despertar el alba.
Es como un cementerio; los nichos: las ventanas, tumbas: las puertas, balcones - sin tiestos, sin flores-. Un viejo arado -esqueleto al sol- surca la soledad con su reja oxidada, al paso de su existencia vana.