Salamanca - Salamanca

Se puede ser radical y acusar a los inmigrantes de ser delicuentes, y se puede ser radical y paralizar la venta de miles de viviendas sociales a fondos buitres.

Se puede ser radical y quitar el derecho a la sanidad de los inmigrantes, acusándoles de ser un lastre para el sistema, y se puede ser radical y rebelarse, y negarse a cumplir esa norma y devolver ese derecho a esas personas.

Se puede ser radical y pretender aprobar una reforma del aborto profundamente regresiva, o se puede ser radical y defender el derecho de las mujeres a tomar decisiones libres, sin tutelas, sobre su propia vida.

Hay radicales que persiguen al discrepante en la calle, que se molestan cuando alguien alza la voz para dejarse oir, y hay radicales que deciden abrir las puertas de las instituciones para que la gente pase, y se mezcle, y opine, y participe.

Se puede ser radical y dejar en manos privadas los hospitales o los centros de salud, y se puede ser radical y querer blindar por ley los derechos básicos.

Y usted, ¿es o no un radical?

Hasta que no tienen el mando, los radicales son los mejores, y cuando tienen el mando, son los peores, eso ha pasado siempre.

En España no. Yo siempre he conocido, excepto breves paréntesis democráticos, a los radicales retrógrados instalados en el poder e intentado fastidiar la vida a los demás mortales a la vez que se alimentan y enriquecen gracias a sus trabajos y esfuerzos.

La tal Manuela Carmena
es radical de cuidado,
por ello está la tal Botella
que echa sapos y centellas
por querer la muy villana
que en palacios abandonados
vivan pobres desamparados.