La Izcalina - Salamanca

Un mago que había cruzado todos los mares y tierras del mundo, llevando a cada rincón su arte, millones de niños, niñas y personas de todas las edades disfrutaban de sus magias, sin embargo un día llego a un hermoso valle donde existían las mujeres más bellas del mundo y como cual jardín todas ellas se llamaban Rosa, eran tan bellas que el mago quedo prendado de la hermosura de cada una de ellas, una era más bella que la otra y la otra más bella que la otra, el mago estaba tan impresionado que no sabía cómo llegar a la más bella del valle, entonces decidió utilizar su magia para descubrir a la mujer con quién pretendía desposarse, para ello hizo traer con su magia bellas estrellas del firmamento, hermosos luceros, pajaritos de todos los colores al igual de todas las más bellas mariposas, se cubrió de miles de arco iris, pues la poción que tenía que preparar tenía que ser tan bella que no sólo debería reflejarse en brillo, en belleza, sino también en sabor para ello hizo sacar los más ricos néctares de las más deliciosas plantas y desde los manantiales trajo el agua más fresca y pura, la idea era que cada bella mujer tomara una porción de su preparado y sólo aquella que pueda mirarle a los ojos y dibujar con ellos la bondad de su alma seria la elegida, para ello cuenta la historia, que visitos, casas, edificios, hasta que llego a un colegio donde se atendían niños especiales, se sentó frente a un grupo de personas y les dio de beber un sorbo de esa maravilloso brebaje y cual sorpresa allí encontró a la mujer de sus sueños, a la mujer que amaría más allá de su propia vida, los Dioses hicieron que sus miradas se abracen en el firmamento y flecharan su corazón…
Pasaron muchos tropiezos para estar juntos, porque quienes estaban a su lado no permitían que el mago se acerque el sufrió mucho, pero su amor fue tan grande que espero muchos años para tener el corazón de su amada, hoy viven juntos felices amándose y gritando a los cuatro vientos la grandeza de su amor…
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Me suena mucho ese bello cuento

La moderna psicología nos ha permitido descubrir cuán imperfecta es nuestra forma de pensar