EL TORO BENITO Y EL PRIMER SOL DEL INVIERNO. El Toro Benito había quedado muy satisfecho de su actuación en el último encierro de Fuenteguinaldo. Seguía sorprendido por haber visto a tanta gente y recordaba como al pasar corriendo por la ermita vió a David y María esos dos niños con cara de pillos que de vez en cuando se acercaban a verlo en el campo.
Se preguntaba eso sí, por qué sólo había ido a correr tan sólo un día, mientras que Miguel y Toledano, dos toros mucho más mayores que él, habían corrido por las calles del pueblo todos los días de fiesta.
En fin, se dijo Benito; tal vez me lo pueda aclarar alguno de mis amigos, porque yo lo que quiero es correr y correr sin parar y esto de los encierros es lo más divertido que me ha pasado nunca.
Hay que recordar, que al Toro Benito lo que mas le gustaba era correr y correr... en la dehesa, en el pequeño prado donde se refugiaba a dormir, y últimamente, por las calles de aquel pueblo que tanto le gustaba.
Francisco, dijo Benito; ¿tú sabes por qué nosotros solo corrimos un día de encierro?. ¿Y dónde están Miguel y Toledano, que desde que se fueron a correr el ultimo día no han vuelto por aquí?.
Francisco encogió los hombros y bajó la testuz al tiempo que su cencerro emitió un sonido grave y roto, y Paquito muy cerca de él, puso cara de no saber nada. Benito se dijo para sí mismo que al día siguiente se lo preguntaría al mayoral.
Pasó el verano y se fue el corto otoño, y llegaron pronto muchas tardes de lluvias y luces grises, y el Toro Benito seguía pasando los días holgazaneando junto a la charca y haciendo rabiar sin parar a sus dos amigos bueyes, Francisco y Paquito.
Tras largos cinco días sin parar de llover, empezó a salir un sol distinto. Lucía no tal alto como antes, y aunque brillaba igual, no calentaba de la misma manera. Era el primer sol del invierno, ese que hace que el pelo se ponga de punta al despertarse mientras respiras el aire helado que ya bajaba raudo del Jálama.
El toro Benito, pese a que así todos le conocían, era sólo un eral. Tan sólo era por tanto un novillo pese a su gran tamaño. Benito había nacido con la primera luna de Agosto del 2009 y como comía mucho y a todas horas, había crecido demasiado rápido. Ahora Benito ya notaba como su cuerna se iba haciendo cada vez mayor, y como la punta presentaba ya un bonito color azabache.
Aquel día, como todos los días, Benito se desperezó, mugió lentamente, y despertó a Paquito y a Francisco que dormían a su lado. Al momento, comenzó a oirse la música celestial de los cencerros de los bueyes. El sol hoy pintaba el manto verduzco de la dehesa, el cual inexplicablemente seguía tapizado por las últimas setas de la temporada.
El mayoral llegó muy temprano, excesivamente temprano, y no venía sólo. Le acompañaban varios jinetes y sus monturas. Lentamente se acercaron a los toros y empezaron a moverlos. El toro Benito preguntó a Francisco: ¿dónde vamos?, ¿esto es nuevo, no?.... Y así es como todos los cuatreños, las vacas madres, y varios utreros fueron dirigidos hacia “la puerta del campo”, como le gustaba llamarla a Paquito. Entre la espantá, Benito también corrió y se metió entre todos sus hermanos mayores… y como siempre, Paquito y Francisco, acudieron tras él.
Pasaron todos juntos el embudo del Prao Nuevo y salieron lentamente a la carretera, girando a la izquierda y dirigiéndose hacia el pueblo. Benito vió Fuenteguinaldo a lo lejos pero notó que aquello no era un encierro como el que había corrido hacía tan sólo unos meses. Era algo completamente distinto, ni siquiera sabía si tenían que empezar a correr o no.
Los jinetes iban callados, no había nadie más, y sólo se oía el soplar del frío viento invernal y el tintineo de los cencerros…. Dejaron el pueblo a un lado y siguieron por lo que llabaman el Camino de la Puebla ... La vaca Genestosa dijo: A ver pequeños, no os separéis, que nos vamos a otro sitio a pasar el invierno. Antes pararemos a beber agua en La Huerta de Las Ánimas, donde hay unas briznas de hierba exquisitas, ya vereis ... Y así, lentamente y pensando en qué se encontraría al llegar, el Toro Benito siguió caminando .....
(Continuará) 