El Bodón - Salamanca

Una de las cosas que recuerdo del pueblo con más asombro, es la llegada de los cerdos corriendo cada uno a su casa, sin perderse, gruñendo, corrían como despavoridos, venían de comer bellotas del campo, ¿traerían sed? en cuanto el Sr. Porquero los ponía en las cercanías del pueblo....a correr como locos; era la “PORCÁ”. Y a las tardes salían a pasear en grupo, carretera arriba y abajo, el cura, el alcalde, el médico, el boticario… y los niños teníamos que acercarnos a besarles la mano. Y un señor artesano se ponía en el pórtico de la catedral que da al oeste para arreglar sartenes, peroles y jarros, lo hacía con estaño, y los niños lo mirábamos pasmados. Se hablaba mucho de un accidente de un cura que había muerto en Navarabajo, creo que con una moto, y de una nueva prima que teníamos, y mi madre, que era la madrina le puso de nombre ABI….Y recuerdos de los juegos con un bote de carburo, que hacíamos volar muy alto; ahora no tengo ni idea de cómo lo conseguíamos, pero lo hacíamos. Y de cómo cogíamos espigas de trigo verde de mi huerta, al lado de casa, donde ahora hay chalets, y en el “poyo” de la solana, desgranábamos las espigas hasta conseguir un gran montón, para luego cogerlas con la lengua una vez cada uno: se llamaba el juego del mojo-mojo. En esa mi huerta para sembrar, mi padre pasaba la rastra, y Yo y Él encima para hacer peso, hasta que me caí hacia delante y pasó la rastra por encima con todas sus púas por mi cuerpín, no me pasó nada, (en mi casa estaba prohibido llorar), solo una “pitera” en la cabeza, y me levanté y no podía llorar con la boca llena de tierra, tierra que me sacó mi padre como pudo, con cincel y martillo, de dura que estaba; en ésta huerta teníamos uvas, ciruelas, manzanos cargados de nidos de jilgueros, y por detrás pasaba el “Manso Cordero” hacia la ermita; la calle empezaba donde Nazario, pasaba por la casa de la Virgen, que la llamaban así de puro guapa que era, creo que se llamaba Consuelo, y tenía una hija muy guapa también, decían; la calle acababa en la ermita. Y dar las gracias al SR. Que me vio mariposeando por allí, cerca de mi casa, como recordando, yo venga a mirar mi casa desde la carretera, hasta que el buen hombre me dijo: ¡!” ven hombre, seguro que ésta es tu casa, por la forma que la miras!! Y así era; llevaba un rato yo disimulando torpemente; entré a “su casa” que fue la mía, me la mostró con gran amabilidad, y… aquello no era mi casa, era un palacio; nada que ver con la que yo me había criado, y crecido hasta los once años. (Casa de la que el amigo AGF, me ha regalado varias fotos en este foro). Pero a mí lo que me gustaba era trepar por el interior de un gran árbol hueco que había detrás de la catedral, y tirar piedras a los cernícalos que había en los agujeros de sus paredes. Mi madre llevaba una temporada que no encontraba en el corral los huevos de las gallinas, pero un estudio técnico de mi padre, dio como resultado, que nuestra perra” Baya,” (por el color), nos comía los huevos; me acuerdo muy bien del final de mi pobre perra Baya. Así es la vida. Comer, o ser comido. Un abrazo.