LOS MARAMITAS Los Maramitas y Cimarrones, solo salían en el pueblo seis días al año, los que van desde el viernes de carnaval al miércoles de ceniza. El ¿por qué de su nombre? no está claro y, nadie de los mayores ha sabido decírmelo. Aunque, parece ser, que tiene algo que ver con su indumentaria. La palabra cimarrón, no encaja mucho La de maramita sí, porque esa vestimenta está realizada con la piel del marón o carnero macho. Se vestían estos personajes, por lo general, dos o tres a lo sumo, como si fuesen un carnero. Todas las piezas estaban hechas de pieles curtidas de oveja. Su cuerpo estaba totalmente cubierto y era un disfraz, un poco a prueba de golpes, porque aunque ellos también daban " zurriagazos" eran más los que recibían. Su disfraz estaba compuesto de un gorro rústico, unas bragas hasta la rodilla, una chaqueta, unas perneras y un zurrón. De calzado, llevaban unas botas de campo fuertes, que a veces tenían unas tachuelas de metal en la suela. Con una badana se ataban a la cintura dos cencerros grandes y varias esquilas. Las manos las tenían protegidas con una especie de medio guante que solo cubría la parte de la contra mano, en la que llevaban un zurriago hecho de diversos materiales. Además, para no ser conocidos se pintaban la cara con carbón. El traje, solían pedirlo a los pastores ya que era, el que el pastor solía llevar en invierno y los cencerros solía prestárselos el molinero, que eran los que llevaban sus burros en la recogida y reparto de la harina por el pueblo. A veces, los maramitas, solían salir de un punto común y otras, salían de diversos puntos del pueblo para sorprrender a la " chiquillería" Como nadie sabía cuantos había, hasta saberlo creaba incertidumbre y había que estar atento, " por si te cogían desprevenido". Los encargados de vestirse, eran los mozos; por lo pesado del traje y por las tres o cuatro horas de andar de un lado a otro detrás de los guajes. Amén, de aguantar los palos que con ramajes diversos les daban. Claro, que ellos también se desquitaban dando lo suyo. Zurriagazo va, y, zurriagazo viene ,repartiendo la fuerza según la persona que estaba delante. Y, carrera arriba y carrera abajo por las calles del pueblo que de llanas, no tienen nada y, alguna tregua para reponer fuerzas con un trago de vino o unas orejuelas que alguna casa ofrecía. Y, entre amenaza amenaza, quiebra, amago, carrera, ruido de cencerros y voces, se pasaba la tarde en sana diversión ,aunque alguno volviese esa tarde-noche con algún moratón o chinchón. Pero eran, como heridas de batalla que se llevaba con orgullo. Eran, seis días de carnaval, vividos con intensidad, esperados durante todo el año con ilusión renovada. Correr delante o detrás del Cimarrón, zafarse de su látigo, burlar con un quiebro su embestida y llegar a tocar alguno de sus cencerros era el reto para llevarse la admiración de los demás. Había un gran secreto. Era, desvelar la identidad de los disfrazados, para lo que había que recurrir a su manera de andar a su tono de voz, a su mirada. Pero ellos no hablaban, emitían silbidos, voces, gritos y ruidos guturales difíciles de identificar. Algunos maramitas, eran rápidos en la carrera. otros, provocadores y graciosos, gesticulantes y, alguno hasta daba más fuerte que los demás. Pero, todo quedaba en un juego y pasaba al olvido el Miércoles de Ceniza. El final del día cuando acababa la batalla, los Maramitas abrían sus zurrones y repartían a los participantes, confites caramelos y chucherías. >Se perdió la costumbre y tradición ancestral, porqué no sabemos cuando comenzó. Hoy día, las tradiciones , ni siquiera existen, porque la velocidad de vida y del tiempo que vivimos lo arrasa todo, como marea imparable sin que de tiempo a sentarse una costumbre |