Villalba de Guardo - Palencia

AMIGOS HASTA LA MUERTE

Comenzaron a ser inseparables cuando entraron en la escuela. Aquella amistad duraría ya, toda su corta vida, tanto, que uno moriría en brazos del otro.
Habían nacido el mismo año 1916. Baudilio el 20 de mayo a la una de la tarde. Marciano el u de octubre a las 4 de la mañana. El primero, hijo de tía Eufemia y tío Eugenio. El segundo, de Adolfa y Ángel.
Seis hermanos tenía Baudilio; tres hombres y tres mujeres, dos más Marciano.
Pero, además, Marciano tiene un segundo nombre que pocos recuerdan, Francisco.
De los dos aún quedan familiares en el pueblo.
El uno vivía en la entrada norte del “Corralón”, en una casa que hoy está derruida totalmente y que fue cantina del pueblo en los años 50. Y, el otro, entre la cantina del tío Abilio y la casa del tío Julio, hoy centro de actividades del ayuntamiento donde va la gente del pueblo.
Su infancia transcurrió alegre y feliz en el mundo que representaba su pueblo su pueblo, la vega, el río, el monte, el páramo y el bullicio de sus numerosos hermanos.
De igual modo pasó su juventud primera, porque la segunda quedó marcada por la tragedia y sin vivir.
Todo transcurría feliz y apacible, rodeados de la compañía de los niños a los que divertían y regalaban presentes.
Aún en el pueblo hay personas que recuerdan cuando en otoño acudía al pueblo una vendedora de ráspanos de Valcovero, y Baudilio la compraba unos kilos y los repartía entre los chiguitos.
La vida, era alegre aunque sacrificada hasta que llegó aquella carta que los llamó a filas un año antes de lao previsto. Así, de repente dejando en suspenso la fiesta de la talla de su quinta y la fiesta correspondiente que los quintos realizaban por febrero en dicho momento.
Había estallado una guerra civil, cruenta, despiadada, atroz y visceral, que iba a llevar muchos sueños y muchas vidas por delante.
Se alistaron el mismo día despidiéndose del pueblo juntos y juntos fueron al frente de batalla en la misma Compañía, la Primera División de Navarra y encuadrados en la 2ª bandera de FE de Castilla-Burgos al mando del Coronel García-Valiño.
Compañía que obtuvo la medalla militar colectiva en el frente del Ebro.
También estaban en la misma unidad y eran los encargados de una ametralladora. Al menos se apoyarían mutuamente y sufrirían conjuntamente. Para bien y para mal se tenían el uno al otro. Adem´s estaban vigilados de cerca por Leoncio el hermano de Marciano.
Sin apenas instrucción militar, la suficiente para ser adiestrados en el manejo de las armas fueron llevados al frente bélico. Ellos, en primera línea de fuego.
Tampoco estaban muy lejos del pueblo porque hicieron la campaña del Norte, donde se libraron encarnizados combates.
El pueblo quedaba atrás, con toda su vida y sus familias. Nunca pensaron que no volverían. Eran jóvenes, llenos de vida y proyectos. Llenos de futuro y de sueños.
Había sido una suerte que Leoncio, el hermano de Marciano estuviese en la misma unidad. Al menos, pensarían podría vigilarlos y cuidar de su hermano y controlar sus impulsos juveniles.
Su bautismo de fuego fue en Asturias.
Como les gustaba recibir las cartas de las muchas novias que decían tener y que les llegaban de todos los puntos de España. Les mantenía en el día a día y les encendía una pequeña ilusión.
Librada la ciudad de Oviedo se encaminaron a la costa camino de Santander.
Recibieron un breve permiso que disfrutaron en el pueblo. Parecía que el tiempo se les iba por las ganas de vivir lo ya vivido, como anticipando un final oscuro.
La chavalería lo agradeció mucho y no dejaban de agasajarles y hacerles preguntas sobre la guerra y el mundo militar.
En el pueblo, hasta entonces sólo había habido un muerto, el padre valentino jesuita fusilado en Santander por el simple hecho de ser religioso (está en proceso de beatificación como mártir cristiano). Alguna tarde rodeados de algunos guajes mayores se fueron a la entrada del valle de Bartolo BArniedo y acribillaron a balazos a un grueso roble del que aún se conserva el tocón.
Tener en la mano un arma y ser disparada ayudado por un soldado fue un recuerdo que aún perdura en la mente de algunos de aquellos muchachos ( preguntad a Aquilino).
Pero, aquellos días felices y despreocupados, sin nada que hacer y siendo los héroes del pueblo y el punto de atención pasaron pronto.
Cuando se incorporaron de nuevo la Unidad estaba en los montes de Ribadesella rodeados del verde y majestuoso paisaje de los Picos de Europa. Se movían en dirección a Llanes.
El verano, tocaba a su fin, y el frente parecía algo estable hasta que llegó aquel fatídico día y aquella mala mañana.
Habían empezado las hostilidades entre ambos bandos como otras veces. Salvo que aquel día el destino tenía marcada una cruz en la vida de Baudilio. Una cruz de muerte que macabramente coincidía con la estrella de la vida.
Estando en el puesto disparando su ametralladora, un obús enemigo hizo impacto , y , parte de la metralla desprendida en la explosión fue a impactar en el pecho de Baudilio. Marciano dejó lo que estaba haciendo y se fue a socorrerle y protegerle con su cuerpo. Aquel abrazo de amistad, quería seguramente intentar arrebatarle a la muerte la vida de su amigo que se iba entre sus brazos. Durante unos minutos se hablaron, se miraron y se dijeron sin palabras lo que nunca se habían dicho. Sus cuerpos, apretados, llenos de polvo y rodeados de muerte, se transmitieron sentimientos que solo una vez en la vida se pueden transmitir.
Baudilio murió en brazos de su amigo Marciano. Y. éste, cerrando sus ojos experimentó, seguramente un gran vacío, una gran impotencia y toda la crueldad y amargura de una guerra fratricida e inútil.
Una vida joven quedaba entre las nieblas y el verdor de una hermosa tierra.
Al poco tiempo Marciano le dijo a su hermano Leoncio esta frase que sería lapidaria, “el próximo en caer voy a ser yo”.
La guerra, como la vida no paraba, avanzaron hasta Bilbao y todo el norte. Cumplida la misión toda la Compañía se trasladó hasta el frente del Ebro.
Allí, la lucha se libraba sin cuartel ni tregua. Lo que hoy era de un bando al día siguiente era del otro. Lo que hoy se avanzaba, mañana se retrocedía y así, día tras día.
Allí coincidieron con más hijos del pueblo. Mi padre estuvo allí, era artillero y decía que había días que amanecían nublados y a base de cañonazos se despejaba el cielo. Allí tuvo también el pueblo su mutilado de guerra y su héroe vivo, que durante toda su larga vida soportó las secuelas de su incurable herida en el pie, Antonio Pérez, Torero cariñosamente para todos, porque había toreado al pero de los enemigos, la muerte. En Cedrillas, (Teruel) dejó parte de su sangre.
La primavera había acabado de entrar, aunque en el freta de batalla las estaciones y otros lujos contemplativos de la naturaleza se observaban poco.
Leoncio vino al pueblo por asuntos familiares y Marciano se quedó sólo y algo huérfano al no tener la protección de su hermano. Claro que, la rutina diaria y la lucha distraían poco al pensamiento, que como válvula de escape volaban hacia los sentimientos y los sueños.
También para Marciano llegó el día y la hora señalada, que harían que su vaticinio de meses atrás se cumpliese.
Murió en el frente de batalla y le faltó el consuelo, el calor y el abrazo de un amigo como los que él dio a Baudilio
Veintiún años como él, y toda una eternidad para disfrutar juntos.
Leoncio vivió toda la vida con el pesar de cierta culpabilidad por haber dejado a su hermano sólo. Quizás, si él hubiese seguido como Ángel Custodio ¿Quién sabe? Quizás…
Baudilio está enterrado en Llanes. Marciano en la fosa número 3.928 del Cementerio de Caspe (Zaragoza)
Lejos los dos de su amado pueblo y muy cerca abrazados en la amistad eterna.
Villalba aún no los ha olvidado. Y este es un pequeño homenaje a su recuerdo.
En la fachada de la Iglesia del pueblo a la derecha de la entrada, está la lápida que los recuerda.

Parte de esa historia ya la conocía
Muchas gracias por completarla y por narrarla.

Vamos que ni Mariñas

Creo que te has equivocado de Foro
El tuyo debe ser, por decirlo de forma suave, el de los necios

Muy bien