Fray Pepiño
FRAY PEPIÑO
Se llama fray José Rodríguez Carballo, tiene 49 años y desde el 5 de junio es el 119 sucesor del primer ecologista del mundo, el santo amigo del lobo, San Francisco de Asís. Es gallego, se le nota y presume de ello.Pero «un gallego universal», con el corazón en su aldea de Lodoselo (Orense) y la mente en la dirección de una de las más numerosas y poderosas órdenes religiosas.
Al nuevo ministro general de los franciscanos le llueven llamadas de felicitación de todo el mundo. Desde la del Papa, hasta las de Silvio Berlusconi, Manuel Fraga o Paco Vázquez, el alcalde de La Coruña. Pero la que más ilusión le hizo fue la de su padre, Angel, un labrador de los de antes, con las manos curtidas y encallecidas por la azada. «Se enteró cuando venía del campo, me llamó y me dijo: "Hijo, me alegro mucho por ti. No entiendo qué significa, pero estoy contento, porque los frailes confían en ti". Y los dos rompimos a llorar».
Desde una aldea orensana a la cúpula del franciscanismo. Pepiño da Celia, como le siguen llamando en Lodoselo, salió a los 11 años del pueblo a estudiar latines a Santiago. Con profesores como el actual arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, o el obispo de Lugo, José Gómez. De Santiago, a Jerusalén, donde hizo la profesión solemne. Nada menos que en la basílica de la Anunciación de Nazaret. Sin sus padres, demasiado pobres para costearse un viaje tan largo, pero rodeado de sus hermanos de orden. De Jerusalén, a Roma, para licenciarse en Sagrada Escritura. Y de Roma, a Santiago de nuevo. Con billete de ida y vuelta, para convertirse primero en definidor general y secretario general de formación y ahora, en ministro general.
Su sueño es «estar cerca de los hermanos y contagiar a los jóvenes la alegría de ser franciscano». También quiere luchar, desde su puesto de mando, por una «Iglesia de comunión y de fraternidad, en la que todos nos sintamos familia».
Porque este gallego de pueblo no renuncia a sus raíces por nada del mundo. Y sus raíces están hechas de familia, pueblo, trabajo y honradez. Pepiño, el hijo de Celia, que murió hace ocho años «con una sonrisa en los labios que nunca olvidaré», vuelve siempre que puede a su aldea de Lodoselo. Todos los años, esté donde esté, hace las maletas para celebrar con su padre y con su hermana, casada y con dos hijos, la fiesta de la Virgen de la Asunción, el 15 de agosto, y un día después, la de San Roque.
Allí, aunque luzca capa pluvial, vuelve a ser O Pepiño da Celia.Y a falar gallego. Incluso en la homilía, porque el gallego, dice con el conocimiento de quien domina otros cinco idiomas -español, italiano, portugués, francés e inglés- «es una de las lenguas más bellas del mundo».
Fray José ha viajado por todo el mundo, pero no pierde ni la morriña ni los sabores y olores de su infancia. Por eso le sigue encantando el caldo gallego, «el rey de los caldos» y en su mente, junto a la música clásica de Mozart, Vivaldi y Beethoven, suena la muñeira. «Cada vez que oigo una muñeira o una canción de Fuxan os ventos me entra morriña».
Como gallego le ha dolido la tragedia del chapapote y denuncia que «nuestra tierra ha sido muy probada y no puede quedar aislada y al socaire de los fenómenos naturales». También le duele en el alma, como a todos los pacifistas de corazón, el terrorismo y la violencia. Y se despide con un mensaje especial para los jóvenes: «Que amen la vida como la amó Francisco, que intentó vivirla a tope y no se contentó con remiendos ni sucedáneos.Que vivan el Evangelio tan radicalmente como él lo vivió». Paz y bien, fray Pepiño da Celia.
[centrado]
Enviado por: LodoResist | Ultima modificacion:15-06-2006 16:41