Romance del duque Los impuestos en Belice se extinguían en la nada y todo era beneficio, y todo era ganancia, pues pagaba las facturas que él mismo se cobraba. Con más arte que Paesa, el Duque de Candelaria amasaba una fortuna así, sin más, por la cara que tiene de hombre buenazo y de marido de Infanta. Si en Nóos hubo trapicheos, el Duque no sabe nada, que Nóos está en Barcelona y él residía en las Babias. Así se escribe la historia: unos pierden, otros ganan; aquí perdió el pueblo entero y ganó el Duque de Palma. Ahora corresponde al juez analizar bien la causa y demostrar que es verdad que, quien la hace, la paga. Debe el juez recuperar el total de la mangancia, subastar el palacete y ofrecerle larga estancia, en Soto del Real, al Duque y a sus amigos comparsas. Así terminó el Juglar de relatar las hazañas del “yernísimo de Rey y noble Duque de Palma”, que ordeñaba los millones que nos faltan en la vaca. |