Pamplona/Iruña - Navarra

La nueva Constitución europea y la protección de los animales


Actualmente en lo religioso de muchos modos está soplando un nuevo espíritu -más allá de todas las estrecheces confesionales- bien sea en movimientos carismáticos dentro de la Iglesia, o en movimientos religiosos fuera de la Iglesia, como por ejemplo en una comunidad como la de los cristianos originarios en Vida Universal que parte del hecho de que Dios se vuelve a manifestar en nuestro tiempo a través de boca profética dando nuevas perspectivas sobre las correlaciones de la vida que en muchos sentidos concuerdan con lo que la física cuántica dice: que el Espíritu universal actúa a través de todo y que en todo está contenida la esencia del universo. En cada átomo, en cada molécula, en cada planta, en cada animal y naturalmente también en cada hombre. Es el mismo y único hálito el que recorre al hombre y a los animales, el hálito de Dios.

Esta nueva forma de pensar exige que finalmente actuemos con seriedad en los asuntos de protección a los animales no sólo éticamente, también legalmente.

Una de las exigencias más importantes a cumplir en este sentido sería: Que se acoja la protección de los animales en la constitución que actualmente se está forjando en Europa y que se creen en cada país leyes constitucionales similares para los animales, teniendo en cuenta su dignidad de forma que puedan llevar una vida correspondiente a su especie. Entonces por fin será una cuestión constitucional si continúa siendo permitido o no encerrar en jaulas a millones de gallinas, en las que se picotean haciéndose sangrar mútuamente, de modo que haya que cortarles los picos y los dedos de sus patas para que puedan sobrevivir. Entonces por fin será una verdadera cuestión legal si continúa siendo permitido o no romperles los colmillos a los cerdos o cotarles los rabos, cebar a las gallinas hasta que caen rompiéndose los huesos.

Las granjas de producción de huevos y de carne pondrían el grito en el cielo ante una ley constitucional de los animales que tuviera en cuenta su dignidad, dicho sea de paso, habiendo surgido éstas en las últimas décadas por una política agraria equivocada que logró eliminar las pequeñas y medianas empresas campesinas sustituyéndolas por fábricas agrarias. Pero ¿queremos arrodillarnos finalmente ante el dictamen de una producción industrializada de carne o queremos salir de una vez por todas de este callejón sin salida, no sólo por cuestiones de nuestra propia salud, sino que también por respeto ante la vida de los animales? No habría que hacerlo de la noche a la mañana y por constatar la caída económica de un ramo que conlleva tantos puestos de trabajo, sino por medio de un trasvase paulatino hacia un trato pacífico hacia las otras criaturas.

Esto también es válido para el derecho fundamental de los animales a vivir. Mientras nuestra sociedad en su mayor parte continúe fijada al consumo de carne, este derecho fundamental de los animales sólo se podrá realizar parcialmente y por tanto sólo se dará bajo las restricciones de otras regulaciones legales. Una ley constitucional así para empezar con seguridad prohibiría la superproducción de animales para su matanza, que al fin y al cabo hasta ahora sólo ha llevado a acciones de exterminación. Por tanto para la puesta en práctica progresiva de una protección de la vida en favor de los animales tendría que tener lugar una reprogramación de nuestras costumbres a la hora de comer. Si a nuestros hijos, que tan a menudo muestran un rechazo natural a la alimentación cárnica, no les siguiéramos diciendo "tenéis que comer carne para crecer", en la próxima generación se reduciría por sí mismo el consumo de carne. Si obligásemos al ramo de la gastronomía a que sus cartas ofreciesen la mitad de los platos vegetarianos, se cambiarían poco a poco nuestras costumbres gastronómicas.

Vida Universal

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