Teba - Malaga

Los jovenes de Teba, digamos un 80% no leen ni tienen intención. Estoy en el instituto y me paso los recreos en la biblioteca del instituto. Los días que hace bueno estamos yo y la profesora. Los días de frío, se llena. ¿A qué no adivinan por qué? Pues no para leer, para resguardarse. Creo que hasta ahí llegan, ¿no? Y bien, ¿quién ha educado a los jovenes así? Sus padres, exacto. El fracaso escolar se incrementa en Teba cada año más. Dejaré el ambiente de la clase para otro post. Doy mi opinión, exigiendo que los padres obliguen a sus hijos a fomentar la lectura. Gracias por escucharme.

¿No contestais? Mmm

jajajaja, te aburres verdad?, vamos a ver el que un niño no se quiera ir a la biblioteca a leer en hora del recreo es porque digo yo que precisamente es eso, recreo o descanso, alomejor en sus casas antes de dormir o cuando sea si leen un rato, yo jamás me he ido en el recreo a leer, y estudie en la universidad, no creo que el que un niño lea más o menos influya en si puede estudiar o no, que es recomendable , de acuerdo, es recomendable, pero no impresindible para seguir estudiando y ser un buen profesional

Pues quue sepas que no soyy un adulto, y que yo en los recreos me voy a leer, y en mi casa todo el día leyendo así quee...

nene tu estas muy mal, eh, quien ha dicho que seas un adulto? eres un niñato esta claro, has lo que te de la santa gana, pero que los recreos son para DESCANSAR y si quieres leer jartate de leer, pero te vuelvo a repetir que leer mas o menos no influye en que el dia de mañana seas mas listo o mas tonto

he aqui un gran ejemplo de que leer no te hace mas listo, el creador de este post lo representa sin lugar a dudas.

Coeficiente intelectual de 122

Hola joven amigo lector. "ladran, luego cabalgamos"... te dejo un regalo

...En aquel patio de recreo vi a la niña. Debía de tener cinco o seis años, llevaba el pelo muy corto y estaba sentada en un peldaño de la escalera con un libro ilustrado abierto sobre la falda. Leía con una concentración extraordinaria, ajena al griterío del patio, pasando las páginas enrocada en aquel rincón del mundo, en el refugio que el libro le proporcionaba. No leía con expresión plácida, sino obstinada; baja la cabeza, como si el esfuerzo de mantener a raya el bullicio circundante no fuera fácil. Se diría que aquella singular trinchera no se la regalaba nadie, sino que la conquistaba palmo a palmo, a golpe de voluntad. Enternecedoramente pequeña, sola y orgullosa, con su jersey de pico verde, su falda de cuadros escoceses y sus calcetines arrugados. Deliberadamente ajena a todo. Ella y su libro....Fue entonces cuando levantó la vista y me vio al otro lado de la verja. Sonreí como un Hermano de la Costa le sonríe a otro, cómplice; pero la niña me miró suspicaz, sin devolver la sonrisa, y comprendí cómo ella realmente me veía: adulto, extraño, intruso, inoportuno. Aquella francotiradora diminuta, deduje, no necesitaba mi presencia, ni mi sonrisa de aliento; estaba lejos de mí y de todos nosotros, en el mundo creado por las páginas de aquel libro y por sus particulares ensueños. Construía un espacio propio, íntimo, en el que mi sonrisa y yo estábamos de más. Así lo demostró bajando de nuevo la vista, ignorándome con el resto del universo hostil que ese libro mantenía a raya página tras página. Y mientras me apartaba con sigiloso respeto de la verja, pensé: Herodes se equivocó. Quizá ella se salve un día. Tal vez esa niña solitaria y tenaz nos haga mejores de lo que somos.