No es la primera vez que lo digo, incluso aquí mismo: Menospreciamos impunemente y sin valorarlas, como si fueran un simple lastre, las mejores de nuestras costumbres; como si realmente no merecieran la pena. A la vez que una gran mayoría aceptan -sin rechistar, como borregos que son- cualquier chuminá que nos venga (impuesta) desde fuera, desde el exterior. Viene esto a cuento de la noche que se avecina: la de Difuntos. Aún recuerdo cuando en dicha noche, los monaguillos pasaban (pasábamos, porque así como casi medio pais tocó alguna vez en los Pekenikes, muchos hicimos la "mili de nuestra primera adolescencia" como monaguillos); pasábamos dicha noche en la torre, "doblando a muerto". Hasta las 7 de la mañana, que empezaba la Misa de Difuntos. ¿No merecía eso la pena, acaso? Tener un recuerdo especial para todos los familiares, amigos o simples conocidos que ya nos dejaron... ¿Acaso es mejor, más guay, hacer el paripé de Halloween, que ni nos va ni nos viene, bolingas perdidos y disfrazados de mamarrachos?
Bien, allá cada cual. Os voy a proponer (alguien entrará a lo largo de la noche, digo yo, aunque sólo sea para poner pegas), ya que la lectura está a la baja y por tanto no leerán (por ejemplo) "El Bosque de las Ánimas", de Bécquer, "visualizar" (lo que antes llamábamos simplemente "ver") lo que sigue a continuación: