La dación por detrás (diálogos hipotecarios) Por Francisco J. Lifante Ya puestos a que el gobierno sugiera cosas a los bancos, podría pedirles una batería de cocina para preparar esos platos fríos que llaman Decretos-Ley. Estos ministros son unos cachondos mentales. Después de cambiar hasta la Constitución y reformar (o embalsamar) la legislación laboral, ni se les ha pasado por la cabeza cambiar ni una coma de una Ley Hipotecaria con más de 30 años de antigüedad. Señor de Guindos que se le ve el plumero de la flexibilidad ¿eh?, aquí no interesa, ¿verdad? Hoy sugieren (si no es mucha molestia, perdone usted), un código de buenas prácticas para los bancos, entre cuyas pretensiones se incluyen las de que acepten la dación en pago de las viviendas que pertenezcan a familias en paro o en riesgo de exclusión social. Lo que no han dicho qué procedimiento seguirán las entidades para evaluar el riesgo de los susodichos. Imagínese que usted entra por la puerta de su banco y dice: - Buenos días, aquí tiene las llaves de mi piso, ¿me anula la hipoteca? - ¿Y eso? – dice el banquero sin ni siquiera mirarle a los ojos. - Es que como he oído en la tele que ya se podía… - ¿Y usted se cree todo lo que sale en la tele? - Sólo lo que dice Matías Prats. - Yo soy más de José Ribagorda. - ¿Entonces qué hacemos? ¿qué hay de las recomendaciones del Gobierno? - ¿Usted cree que si hubiéramos seguido todas las recomendaciones habríamos llegado a este punto? - Supongo que no… Pero es que estoy en riesgo de exclusión social. - Como todos los de la CAM, me temo. - Pero escúcheme, ¡por favor!, llevo dos años en paro y uno y medio sin poder hacer frente a las cuotas, voy a los comedores sociales con mi mujer y mis dos hijos. - Está bien –arguye el banquero por acabar la conversación- tráigame la declaración de la renta…bla, bla, bla. Enviaremos los datos a la nuestra central de excluidos sociales y ya le contestaremos. - Me desahucian en dos meses, ¡dense prisa, por favor! – replica usted entre sollozos. Usted se va convencido de que va a ser desahuciado sin remedio. ¡Viva la demagogia! |