La reforma: violencia empresarial, degradación del trabajo y mala fe La reforma laboral hecha por Decreto -Ley con toda la maldad del mundo contra los trabajadores, da un enorme poder al empresario afectando profundamente a todas las instituciones centrales del Derecho del Trabajo y, como reverso de la moneda, expropia derechos de los trabajadores. Avanza en el camino de dejar solo al trabajador individual frente al empresario sin la mediación del sindicato, de la administración laboral y de los jueces. A partir de ahora es el empresario quien tiene todo el poder , que de seguro empleara para avasallar al pobre obrero (incluidos los obreros tontos del culo que votaron al PP) El despido no es un acto banal, es un acto de violencia (Véase A. Baylos y J. Pérez Rey, El despido o la violencia del poder privado, Trotta, Madrid, 2009) Como dijera Sir William Beveridge, perder el trabajo es para el trabajador un drama, mientras que para el empresario ese hecho es solo un inconveniente, Esta reforma ha llegado, además, cuando pocas semanas antes los sindicatos confederales y la las organizaciones empresariales habían concluido un acuerdo sobre negociación colectiva y empleo en el que se pactó una moderación salarial durante tres años para ayudar a salir de la crisis. Las risas de los dirigentes empresariales cuando se publicó el RDL reformador hacen razonablemente pensar que tanto el Gobierno como ellos mismos no estuvieron movidos por la buena fe, que tanto exigen siempre, porque ahora ese acuerdo es casi papel mojado. El Gobierno y los empresarios tratan de justificar la reforma presentándola como un instrumento contra el desempleo, pero que viene para quedarse, porque es la respuesta necesaria para corregir los históricos “desequilibrios estructurales” de nuestro sistema de relaciones laborales y de adaptación a las circunstancias del mundo actual (palabras huecas de mentirosos explotadores). En realidad lo que están haciendo es propagar la falsedad de que trabajar con derechos es la causa del paro y, en coherencia con ello, en la memoria justificativa que antes se ha citado, se afirma que la amenaza del despido es un incentivo para que los trabajadores se adapten mejor a los cambios exigidos por el empresario. Esta reforma, al minusvalorar el trabajo, degrada a la persona que trabaja a cambio una llamada a la fe en una futura creación de empleo, que todas las evidencias niegan y es, además, incoherente, porque si la persona desempleada alguna vez es contratada para trabajar en merma de derechos, será también degradada. No cualquier empleo vale, los esclavos tenían empleo, hay que recordar. Que el Ministerio de Trabajo fuese cambiado de nombre por el de Empleo ya era una señal de lo que luego ha venido. |